Dune: la hipnotizante trama inconclusa de Denis Villeneuve

Por: Iván Guzmán
Después de mucha espera llegó Dune a las pantallas de cine. Por tercera ocasión, Denis Villeneuve incursiona en la ciencia ficción y lo hace nada más y nada menos que basándose en una de las obras literarias más importantes de la historia: la obra homónima de Frank Herbert.
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Dune es una historia épica que centra su atención en diversos factores, desde la ecología de Arrakis —el planeta donde se desarrolla la trama—, la importancia de la diplomacia y la política, la traición, y de cierta manera la colonización con propósitos económicos y de explotación. En ella conocemos la historia de la familia Atreides, conformada por Leto (Oscar Isaac), Jessica (Rebecca Ferguson) y Paul Atreides (Timothée Chalamet) a quienes el Emperador ha encomendado la administración de Arrakis, que antiguamente estaba bajo resguardo de los Harkonnen y que es utilizado para la explotación de melange, una especia que tiene múltiples propósitos para el imperio. En su momento, Herbert concibió a la melange como un paralelismo al petróleo, un recurso natural altamente codiciado, cosa que sin duda retoma Villeneuve para su propuesta.
Arrakis se presenta como la tierra a ser dominada y sobre la cual se pronuncian el emperador, los Atreides y los Harkonnen, pero nunca los Fremen, sus habitantes nativos. Ellos se dedican a sobrevivir a las hostilidades del planeta (que no son pocas). Es ahí donde conoceremos el carácter mesiánico de Paul, del cual se muestran indicios desde que sueña con escenarios futuros. Tal como lo enuncia su padre, Paul no busca ser líder, sino que es llamado a serlo. En él convergen dos linajes de importancia: el de su padre que es la casa Atreides y el de su madre, quien es parte de las Benne Gesserit, un grupo de mujeres con capacidades sobrehumanas.
Llama la atención el detalle de la tauromaquia en Dune, presente desde el retrato del abuelo Atreides, así como en la escultura y la cabeza de un toro disecado que los acompaña incluso en su mudanza. La tauromaquia aparece como un simbolismo; cuando un toro es lidiado arremete al capote guiado por el engaño, tal como los Atreides reciben Arrakis del emperador y acuden al capote sin saber que van en búsqueda de su muerte en esa arena literal y metafórica que es Arrakis. Sin embargo, este toro no ha de perecer —por el contrario—es en este ruedo donde encontrará el motivo a su existencia. Finalmente viene una vuelta al ruedo; la arena en la que se desarrollará un enfrentamiento uno a uno donde por fuerza uno debe perder la vida.
Uno de los aspectos más destacables del filme es lo orgánico que resulta en la pantalla el uso del CGI y los efectos visuales, pues en realidad es poco notorio el uso de los efectos digitales, los cuales fluyen de manera muy agradable y hacen que el pacto de verosimilitud jamás se caiga; todo lo puesto en la pantalla se ve de dimensiones completamente reales y logran en el espectador la sensación de estar en todo momento ante algo real. Tal aspecto ya ha sido destacado por distintas voces, entre las que figura la del director Christopher Nolan. Es hipnotizante contemplar los eternos escenarios que ha montado el director para el desarrollo de la trama, el juego de luces y de colores; las traiciones ocurren en la oscuridad, las revelaciones y el empoderamiento de los personajes surgen en la luz, en las dunas.
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Por todo ello, Dune termina por ser un espectáculo visual digno de cualquier gran pantalla, sin embargo, por momentos aparenta ser un artificio dedicado sólo a demostrar las capacidades técnicas del equipo de producción, caso similar a la Avatar (2009) de James Cameron, película que cuenta una historia desgastada que en su momento se vio impresionante.
Villeneuve deja de manifiesto la versatilidad de su estilo y sortea de manera bastante decente el reto de adaptar Dune, pero si algo se le puede achacar es el subtitulo de “Part one”, ya que el público acude a presenciar dos horas y media de una historia y su conclusión, sin embargo, termina sólo por ser la introducción a lo que el director intenta plantear como un universo grande y complejo.
Dune es una película que vale la pena ver si se es fanático de los efectos visuales, pero una vez que observamos todos sus elementos resulta ser menos trascendente que otras obras del director; sin ir más lejos a nivel visual es equiparable a Blade Runner 2049 (2017), pero al menos esta da conclusión a lo que plantea y no depende de otra entrega. En cuanto a as actuaciones, no llegan a lo excepcional, y las más destacables resultan las de Rebecca Ferguson y Javier Bardem. Chalamet cumple con su papel, sin embargo, no está a la altura de lo que podríamos considerar su mayor alcance histriónico que fue en A Rainy Day in New York.
Si bien la obra de Herbert es compleja, podemos concederle a la versión de Villeneuve el beneficio de la duda y esperar a ver cómo desarrolla lo subsecuente en su segunda parte, ya que la primera logra funcionar como introducción, pero si quedara desprovista de sus alcances técnicos quedarían poco más que un par de actuaciones interesantes y una trama inconclusa.
Dune está en HBO Max.
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