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Robert Eggers: naturaleza, mito y mentira

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Por: Miguel Sandoval

Dos historias, una de brujas y otra de guardianes de un faro, impulsaron la carrera de Robert Eggers, el realizador oriundo de New Hampshire, Estados Unidos, que colabora con la productora y distribuidora A24. De su biografía podemos destacar su infancia rodeada de altos pinos, entre tumbas de sus ancestros y la sensación de que brujas, hombres lobo y otras criaturas deambulaban detrás de su casa. 

Proveniente del teatro conoce bien a Shakespeare, formación que le ha servido para recrear el inglés de las épocas donde situó sus proyectos, a lo que se añade una documentación exhaustiva de las creencias y modos de vivir de Nueva Inglaterra: la constante geográfica en su corta filmografía. Lo anterior define sólo en parte su estilo, ya que está conformado en mayor medida por la naturaleza, el mito y la mentira. 

Ya en su cortometraje Brothers (2015) —el cual fungió como demostración de su talento para dirigir La bruja el mismo año, Eggers plantea un relato cuyo clímax se identifica por la pérdida de la inocencia, pero en el que además el bosque donde se desarrolla parece invocar el mal en los hermanos. Seguidamente, con su primer largometraje, el cineasta logró representar las disputas de una familia del siglo XVII sobre la que se cierne el terror de una bruja (tomada asimismo) del bosque. 

Inspirar el miedo no es tarea sencilla, objetivo que acometió mediante la puesta en escena de situaciones que combinan el temor a lo sobrenatural y la locura que se apodera de los personajes y Thomasin, la hija mayor, quien al final sucumbe ante Black Phillip (el diablo); sacudiéndose los sustos fáciles, el novel director estructuró una historia en que convergen ominosos animales, el engaño y, por otra parte, el mito como catalizador de las peripecias familiares.

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El foco de la narración se instaura en Thomasin, protagonista que Eggers imaginó primero como una puritana perfecta, idea que cambió poco antes de que Anya Taylor-Joy fue elegida para el papel. En este sentido, desde el primer instante Thomasin se sabe pecadora, luego menospreciada por su madre, tensiones que la empujan a aceptar el desenlace —liberador o no, según se interprete— en que asciende con las otras brujas. 

Aunado a esto, en el desarrollo de la cinta se nos revela, ya sea con el manejo de la cámara o el uso del diálogo, que los demás miembros de la familia también fantasean o más bien pecan con el pensamiento. Y si no con el pensamiento, pecan de orgullo, como es el caso del padre de Thomasin quien admite estar “infectado con su inmundicia”, motivo por el que miente sobre la copa de Katherine y por el cual su figura de proveedor tiembla.

La masculinidad es un asunto que Eggers retoma en su segundo largometraje ambientado 200 años después en una pequeña isla. El faro (2019), basado en un documento real sobre dos hombres llamados Thomas, articula la lucha de poder entre ambos y su desbalance con la llegada de una tormenta. El personaje encarnado por Robert Pattinson, al igual que Thomasin, convive con la dureza de un superior, quien en este caso es protector de su objeto del deseo.

Así, el Thomas de Pattinson realiza los deberes más demandantes mientras que el de Willem Dafoe se deleita con la luz del faro: una puerta que atrae monstruos marinos satisfactores del placer sexual y finalmente un delirio prometeico. A semejanza de La bruja, aquí el mito desempeña un rol vital, primero mediante las imágenes de una sirena y la superstición de las gaviotas, para después instalarse en la construcción a cuya máxima altura es imposible acceder.

La claustrofóbica situación de los protagonistas los empuja hacia las mentiras para acercarse, de forma que origina una relación calculada de gestos pasivo-agresivos; los Thomas discuten sobre las tareas, intercambian conversaciones sin verdadero interés (más que por reacción del aislamiento), hasta que la muerte de un ave dinamita el vínculo de ambos con el espacio. A partir de este punto, lo que pudo considerarse un mal sueño se transforma en una resistencia contra el mar, el deseo, el hambre y la voluntad del otro por adueñarse del faro.

A propósito de lo anterior, el carácter de los personajes por momentos se desdibuja, entregándonos el desarme de dos hombres que rozan la comedia y, en términos de su cercanía, la homosexualidad. Asimismo, la tensión escala cuando descubren que fueron engañados y que no son quienes dicen ser, en un claro paralelo a la familia de Thomasin que expone sus grietas y contradicciones en La bruja. 

El díptico de obras es una exploración de los sentimientos humanos en condiciones que llevan a los sujetos de Robert Eggers al límite, tanto el papel de Taylor-Joy como el de Pattinson se elevan físicamente con la ambición de lo prohibido en la escena final de sus historias, si bien sus resoluciones son distintas: ella, por su parte, consigue todo lo que desea en secreto, mientras que él, enceguecido por algo que no le está permitido observar, muere en un placer más que desbordado.

El cine del realizador es uno que apela a transmitir el miedo desde la escritura de sus relatos, entre sus influencias cinematográficas cita The Shining (1980) de Stanley Kubrick y los filmes de Ingmar Bergman. Actualmente el cineasta se encuentra en el desarrollo de su película The Northman, la cual lo reúne con Willem Dafoe y Anya Taylor-Joy de nuevo, además de la participación de Björk en un proyecto que tiene por tema la venganza en un escenario islandés del siglo X.

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