Jayro Bustamante: la promesa de una mirada que reivindica y denuncia

Por: Eduardo Reyes (@EduardoReyesSer)
Se le llama el “corazón del mundo maya” a aquel territorio donde se originó una de las civilizaciones más desarrolladas del mundo en el 2000 a. C., una tierra de profundos conocimientos ancestrales, mitológicos y espirituales ubicada en la actual América Central. Guatemala posee un territorio de 108,889 km² (equivalente a un 5.5% de la extensión de México), y una amplia cultura autóctona y plurilingüe donde el español es el idioma oficial, sin embargo, existen registros de más de 20 idiomas mayas en uso.
En este país de pequeñas proporciones, pero de gran riqueza cultural, histórica y natural (más de un tercio del territorio está conformado por bosques vírgenes) nace Jayro Bustamante en 1977, director, guionista y productor cuya creciente carrera ha colocado a Guatemala en el mapa cinematográfico internacional.
Te puede interesar: Seis películas para entender el cine colombiano de la última década
Jayro inició su carrera dirigiendo anuncios publicitarios para la agencia Ogilvy & Mather (una de las más importantes a nivel mundial), posteriormente viajó a París para estudiar en el Conservatorio Libre del Cine Francés y complementó su educación como guionista en el Centro Experimental de Cine en Roma, la escuela de cine más antigua de Europa occidental.
Luego de volver a Francia, impartir cursos de realización en La Sorbona y trabajar como creador visual para la casa de moda Dior, regresó a su país, donde fundó en 2009 La Casa de Producción, misma que surge, según el sitio oficial, “en un momento en que el cine comienza a emerger en Guatemala (…) donde las historias se amontonaban en silencio y los nuevos talentos buscaban un espacio para expresarse”.
La trilogía del desprecio de Jayro Bustamante
Es bajo esta firma que Jayro dirige sus primeros cortometrajes y en 2015 gana el reconocimiento internacional con Ixcanul, ópera prima con la cual fue el primer guatemalteco en competir en el Festival de Cine de Berlín y además ganar el prestigiado Oso de Plata, presentándose después en más 50 festivales internacionales y recolectando múltiples premios más.

“Ixcanul” es una palabra que en maya significa “volcán”; la comunidad kaqchikel (donde se sitúa la película) también la traduce como “la fuerza de la montaña que hierve y busca cómo salir”. Es bajo este misticismo conceptual que se desarrolla la historia de María, una joven indígena que vive en las faldas del volcán Pacaya, al sur de Guatemala, y aspira a tener una vida mejor, lejos de la desigualdad social que como mujer, indígena y campesina es víctima.
Te puede interesar: Seis películas para entender el cine chileno de la última década
Sin embargo, un matrimonio pactado y un irremediable embarazo marcan el inicio de su desgracia, entonces, la discriminación y la violencia sistémica ejercida por el Estado se hacen presentes. Con esta película, Jayro materializa un sinfín de historias reales en las que mujeres indígenas son despojadas de sus recién nacidos para ser entregados a parejas de extranjeros y no volver a pisar tierras mayas.
En 2019 estrenó Temblores, su segundo largometraje en el que explora la homosexualidad, los preceptos de la religión como única verdad, el dominio ideológico de la clase alta y su capacidad de aniquilar toda identidad diferente a la establecida. Es la historia de Pablo, un hombre de familia acomodada, casado y con dos hijos, quien pronto cae bajo las tentaciones de Francisco, éste vive su sexualidad libremente en medio de una sociedad mayoritariamente cristiana. La familia de Pablo descubre sus “desvíos” y, como un acto de fe, lo someten a una terapia de reorientación sexual dirigida por una congregación evangelista.

A propósito, Jayro explicó para la cadena televisiva Guatevisión que: “la película habla de temblores en su máxima expresión metafórica, es un espejo de cómo vivimos los guatemaltecos y de cómo a veces construimos fachadas en cimientos muy bien hechos, en una tierra que es tectónica (…) de cuando esas fachadas se caen, y cómo los temblores internos causan derrumbes”, sin duda, una deliberada crítica a la clase privilegiada de su país.
Te puede interesar: Temblores, un magistral señalamiento a la represión de la homosexualidad
Como una muestra indiscutible de constancia y sed narrativa, el mismo año inició el viaje de La Llorona, tercer largometraje que hasta la fecha resuena en nuestra agenda cinematográfica. Con este título retoma la famosa leyenda hispanoamericana del alma en pena de una madre que deambula por las calles lamentando la muerte de sus hijos, adaptándola a un momento histórico de Guatemala, anclándola al presente para denunciar las atrocidades cometidas por el gobierno y lanzando un grito que exige justicia.
En ella, el general Enrique Monteverde enfrenta un juicio por crímenes de lesa humanidad debido a un genocidio coordinado décadas atrás en una zona rural. El hombre cada vez más débil es expuesto al rechazo social de grupos activistas que se manifiestan en los juzgados y fuera de su casa… es el grito de una población oprimida. Sin embargo, el procedimiento es anulado y la sentencia queda sin efecto.
Pero la vida tiene sus propias reglas y la justicia se hace presente mediante la figura de una mujer indígena, quien aparece discretamente frente a su mirada hasta perturbar sus pensamientos, sus sueños y aproximándolo hacia la muerte inminente. La Llorona es nuestra madre, quien nos sabe desaparecidos, aniquilados por la fuerza de un gobierno atroz, el mismo que con odio y discriminación nos desconoce; es la naturaleza buscando equilibrio y condenando a muerte a quien ya nos ha quitado la vida.
Con este filme, Bustamante cierra la llamada trilogía del desprecio, en la que hace visible tres insultos cargados de estigma y discriminación para sus compatriotas: “indio” (en relación con las comunidades indígenas), “hueco” (dirigido hacia los homosexuales) y “comunista” (para los defensores de derechos humanos). De esta forma exporta al mundo un trazo contundente de la situación actual en Guatemala y levanta orgullosamente un estandarte de la riqueza cultural, natural y mística que poseen las poblaciones originarias.
Con una trayectoria ascendente, Jayro Bustamante es imprescindible para la cinematografía guatemalteca no sólo como realizador, guionista o productor, también como gestor cultural. En 2019 creó la Fundación Ixcanul, cuyo propósito es utilizar el cine como herramienta de cambio social, a través de la proyección de trabajos nacionales, la formación de públicos y la preparación de nuevos autores. Es responsable de crear un departamento de distribución de cine independiente y de representación artística, actividades de la industria que antes no existían en su país, además de fundar La Sala de Cine, primer espacio gratuito con una cartelera alternativa en todo Guatemala.
Jayro Bustamante, el mismo que Bong Joon-ho agregó a su lista de “Los 20 próximos directores para la década del 2020” en la revista Sight & Sound, y a quien se refiere como “un dinamo para el cine guatemalteco”, es con seguridad la máxima figura del cine contemporáneo en su país, es la promesa de una mirada que reivindica, denuncia y que busca justicia a las culturas originarias en un sistema que nos margina cada vez más.
Categorías