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Tatiana Huezo: un cine para seguir vivos

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Por: Eduardo Reyes (@EduardoReyesSer)

En el cine mexicano actual existe una realizadora cuya mirada sensible ha retratado violencia, injusticia e impunidad. Su trabajo da voz de esas víctimas que el Estado convierte en estadísticas, mostrando sus contextos, pérdidas y luchas personales. Desde el documental, Tatiana Huezo ha sido testigo, interlocutora o compañera implacable para ofrecernos relatos inquietantes de una realidad dolorosa y que casi siempre queremos evadir.

Nacida en El Salvador, pero residente mexicana desde los cuatro años, Tatiana se formó profesionalmente en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). Su debut como directora fue en 1997 con el cortometraje de ficción Tiempo cáustico; en 2001 dirigió El ombligo del mundo y años más tarde, en 2004, viajó a Barcelona para cursar un máster en cine documental en la Universidad Pompeu Fabra. 

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Tiempo después volvió a México y empezó a trabajar en su primer largometraje. En 2011 se estrenó El lugar más pequeño, documental situado en Cinquera, un pequeño municipio de El Salvador, donde los protagonistas son cinco familias quienes después de catorce años tras la guerra civil vuelven a sus orígenes para encontrarse con un pueblo desmoronado.

Este conflicto armado, iniciado en 1979 y concluido en 1992 entre el ejército gubernamental y grupos guerrilleros, es uno de los momentos más violentos en la historia de El Salvador. Entre muertos y desaparecidos, el número de víctimas es de 80 000, además algunos pueblos simplemente desaparecieron del mapa y sus pobladores se vieron obligados a huir.

A través de El lugar más pequeño Tatiana Huezo viaja hacia sus propios orígenes (su abuela paterna pertenece a Cinquera) para mostrar un relato lleno “de sensaciones, recuerdos, sueños y pesadillas. Donde el fondo es la capacidad que tiene el ser humano de reconstruirse, reinventarse y volver a reírse a carcajadas después de vivir una tragedia”, así lo explica la directora en una entrevista para el IMCINE.

En su ópera prima la cámara se sitúa entre la selva, camina detrás de sus personajes y atestigua sus quehaceres diarios en el campo o en sus casas, luego vuelve a perderse entre los árboles y registra los atardeceres mientras el viento, las aves y los grillos resuenan de fondo. Simultáneamente, las voces narran cómo su pueblo y sus familias les fueron arrancadas por el ejército: después del sufrimiento y de tantos años que han pasado no pueden hacer algo más que seguir viviendo. 

Tempestad, su segundo largometraje, se estrenó en 2016 en el Festival Internacional de Cine de Berlín y llegó a las pantallas mexicanas el mismo año durante el festival Ambulante. Es un impactante testimonio de dos mujeres víctimas de la impunidad y la violencia que el Estado y el narcotráfico han perpetrado durante los últimos años en nuestro país.

Por un lado está Miriam Carvajal, quien trabaja en el aeropuerto de Cancún y un día es acusada injustamente de tráfico de personas, enviada a una cárcel dominada por el narcotráfico en Matamoros y liberada casi un año después por falta de pruebas. Por otro lado, Adela Alvarado trabaja en un circo itinerante y desde hace más de diez años busca a su hija Mónica, desaparecida presuntamente por hijos de judiciales.

Este documental es un viaje al interior de México. A lo largo de 2000 kilómetros de norte a sur somos compañeros de autobús de Miriam, quien regresa a casa después de ser liberada. Mientras presenciamos imágenes estimulantes, casi abstractas, de la lluvia cayendo sobre las ventanas, las líneas constantes que dibujan la carretera y las noches que oscurecen nuestra vista, escuchamos la voz de Miriam rememorando los detalles de su pesadilla. Luego el viaje se bifurca para seguir el camino de Adela, una maestra del arte circense quien noche tras noche colorea su cara antes de salir a escena. Pero entre las capas de base blanca, sombras amarillas y labial rojo vemos las grietas de un rostro marcado por los años, aquellos sumergidos en miedo, dolor y coraje de quien se aferra a la vida para seguir buscando a su hija.

En junio de este año, Tempestad fue incluida en la lista de “Las 100 mejores películas mexicanas de la historia”, coordinada por el sitio Sector Cine y en la que participaron 27 expertos en cinematografía nacional (entre periodistas, críticos, historiadores, académicos y productores). Al ocupar el puesto número seis, este documental es el mejor posicionado y Tatiana es la primera mujer en la lista de un total de nueve realizadoras (entre ellas María Novaro, Maryse Sistach y Lila Avilés, por ejemplo).

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Ausencias es un documental de 27 minutos lanzado en 2015 y en el cual se aborda el sentimiento de vació ante la pérdida de un ser querido. El personaje principal es Lulú, quien cada día despierta con un profundo dolor y una ausencia que la debilita, pues hace más de cinco años su esposo y su hijo desaparecieron; fueron “levantados” quizá por el narcotráfico, pero esa sólo es una teoría de tantas posibles.

Tatiana nuevamente prioriza en la voz de una víctima para darle fuerza a su relato; cargada de angustia, pero también de optimismo, esperanza y fuerza, escuchamos a Lulú contando cómo ha cambiado su vida desde el momento en que sus dos personas queridas ya no volvieron. Mientras eso sucede, la cámara se pasea por todos los rincones de un departamento solitario y desolado, como un fiel registro del vacío interno que trae consigo esta mujer. 

Después de consolidar su carrera en el cine documental, Tatiana Huezo está trabajando en su primer largometraje de ficción. Lleva por nombre Noche de fuego y se centra en la amistad de tres niñas que viven en un pueblo mexicano en la montaña, donde la siembra de amapola vuelve a la región altamente peligrosa, especialmente para quienes nacen siendo mujeres. El rodaje se situó en un pequeño pueblo en la Sierra Gorda de Querétaro, aunque bien la historia podría ocurrir en cualquier otra región de México. La película está basada en el libro Ladydi, Prayers for the Stolen de Jennifer Clement, pero al final Tatiana se distanció del texto y realizó una búsqueda en su propia infancia para brindar una mirada más personal. 

Aunque Noche de fuego actualmente está en proceso de posproducción, en noviembre del año pasado presentó un avance en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos; ahí declaró que uno de los trabajos más intensos “ha sido intentar poner las emociones de un ser humano en la piel de un personaje”, y ese reto lo confirma la labor de casting pues realizó pruebas con más de 800 niñas hasta encontrar a las indicadas. 

El trabajo de Tatiana Huezo es altamente reconocido y hasta el momento sus películas han viajado a más de 80 festivales por todo el mundo. También ha recibido premios en países como Argentina, España, Estados Unidos, Suiza y Alemania. Y en México ha hecho historia, pues es la primera mujer en ganar el Ariel a Mejor dirección en 2017 por Tempestad.

Su productor de cabecera, Nicolás Celis (el mismo que produjo Roma de Alfonso Cuarón), afirmó en una entrevista para la revista Quién que Tatiana es “una narradora innata; es de esas cineastas que tienen la virtud de tratar temas profundamente humanos de manera artística y bella”. 

Y justo esto es lo que más resalta de su cine: la manera de elegir momentos particularmente violentos con personajes atravesados por el dolor y, a partir de ahí, generar paisajes bellos, registrados por su fotógrafo, también de cabecera, Ernesto Pardo.

Las tomas abiertas en la selva de Cinquera que sugieren un ambiente aislado, nebuloso y melancólico, pero a la vez lleno de naturaleza y vida en El lugar más pequeño; Miriam nadando en un cenote que en momentos parece flotar libre por los aires en Tempestad; o el oscuro departamento de Lulú y la cámara que desde adentro registra la luz natural del exterior, mostrando que afuera de esas paredes existe un mundo más resplandeciente.

El cine de Tatiana se aproxima a la complejidad de la vida, pues nos lleva por las historias más brutales, pero genera atmósferas tan estéticas y sensoriales que sólo así notamos lo contradictorio que es este mundo. Su mirada brinda un mensaje contundente, pues sí habla de la violencia, pero siempre intenta huir de ella: en sus películas nunca hay sangre ni disparos, nos enteramos de la violencia a través de los testimonios de sus víctimas, conocemos sus anécdotas y eso nos confirma que el sufrimiento existe.

A través de su cine vemos cómo esa violencia nos transforma, nos detona miedo, coraje, resignación o lucha constante; reafirma que como humanos estamos llenos de recuerdos y que esos nos estremecen; Tatiana revela que somos vulnerables, frágiles, pero a la vez tenemos una fuerza incalculable pues somos capaces de reconstruirnos a nosotros mismos porque seguimos vivos.

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