“No todo es fotografiable”: lecciones ante la pandemia por COVID-19

Por: Leticia Arredondo (@leetyAV)
“Se enojan mucho conmigo, pero siempre digo lo que pienso, y también lo digo con todo respeto: es Alarma! aquella revista de los tiempos de mis paisanos, los Pagés” fueron las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador al señalar la portada del número 2269 de la revista Proceso el pasado 27 de abril en su conferencia mañanera, cuando iniciaba la fase 3 de la pandemia por COVID-19 en México. La fotografía de Eduardo Miranda muestra a dos trabajadores metiendo un cuerpo a un crematorio; el título: ‘Fase 3. La pesadilla’.
Los señalamientos a tal imagen no terminaron ahí. Al otro día de la publicación de la portada, Karen Melo se encontraba fotografiando la sanitización de la avenida Reforma, cuando desde un coche le gritaron “amarillista y terrorista”, palabras que recibió aun sin ser la autora de la fotografía. “Ha sido duro enfrentarnos a este tipo de agresiones y a tantos comentarios en redes sociales”, comenta Karen, fotoperiodista de la agencia mexicana Notimex.
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“Me tocó hacer fotos en Metro Pantitlán en marzo y se me ocurrió subirlas a twitter. Me llovieron muchos comentarios, me decían ‘esas fotos son falsas’, ‘¿donde están las fechas?’, ‘¿dónde están los metadatos?’ Me sorprendió un buen que la gente me dijera que esas fotos eran falsas porque yo había estado ahí, yo las habia tomado y aparte publiqué una captura de los metadatos con la fecha y la hora y ni con ello me creían”.
Lo anterior refleja uno de los retos que, desde la fotografía, se viven en cobertura de la pandemia. Otro es la preocupación ante lo que representa un trabajo de alto riesgo, por lo cual resulta indispensable contar con insumos de protección, que en el caso de Karen, van por su propia cuenta. “Todo el equipo que tengo ha salido de mi bolsillo. En la agencia al principio nos dieron un cubrebocas y ya, pero no era un cubrebocas para toda la pandemia, ¿sabes?, nosotros tuvimos que invertir”.
La rutina de Karen pasó de cubrir conferencias a estar en los hospitales más concurridos de la Ciudad de México, a las funerarias, a los escuadrones de rescate y a todo aquel sitio que requiere ser documentado ante un evento que ha cobrado la vida de miles de personas.
“Llevo un spray de alcohol que le roció a todo mi equipo y a mí al terminar. Si estoy en una zona de hospitales a cada ratito me roció, llevó un traje tyvek, porque no sé si lo voy a ocupar, cubrebocas (cargo uno de tela normalmente, pero también un N95 por cualquier cosa) guantes de látex, gel antibacterial, gorra. Al llegar a mi casa, antes de entrar, le habló a mi mamá, ella sale a la calle y me rocía con Lysol; ya en el estacionamiento dejo todas mis cosas, rocío las dos mochilas, me quito mis tenis. Ahorita sólo estoy usando dos pares, y nunca entran a la casa”.
Karen no ha dejado de recorrer las calles, donde la gente continúa realizando actividades que nunca se lograron detener. Ante esto, comparte su experiencia con respecto a lo vivido en el centro del país a diferencia de la periferia, espacio que considera que se fotografió poco al inicio de la epidemia por coronavirus.
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“Al principio todos pusimos un foco en el Centro, que fue lo que empezaron a cerrar primero. Internet se llenó de esas fotos y la gente decía ‘wow está muy solo, la gente no sale’, pero entonces empezamos a distribuirnos por la ciudad, fuimos a las periferias y ahí fue una sorpresota increíble, al menos para mí y seguro también para mis compañeros. En tianguis muy al sur la gente no usaba ni cubrebocas, ni nada, todo normal. Entonces sí era como un shock y era importante mostrar esa parte, no sólo para que las personas en internet lo vieran, sino para que las autoridades tomaran o implementaran las medidas necesarias. Si no se hablaba de ello, íbamos a seguir viendo las fotos del Centro y todos iban a seguir diciendo ‘sí, se están guardando’ y no: la gente en otros estados o en las periferias no pueden quedarse en casa, simplemente, ellos son los que vienen a trabajar a la Ciudad de México desde el Estado de México”.
Karen, quien lleva aproximadamente cinco meses trabajando en Notimex, veía muy difícil y muy lejano ser fotoperiodista. “A mi mamá le daba mucho miedo por cómo está la situación en el país”, sin embargo, esta emergencia sanitaria le ha dejado la oportunidad de saber que no está sola en la profesión, ya que se han hecho grupos de fotoperiodistas para hacer traslados y guardias en conjunto.“Hemos aprendido a trabajar en equipo y es lo que más me ha gustado, es lo que destaco de todo esto. Encontrar que tenemos puntos de interés en común y que nos han llevado a hacer la cobertura juntos”, expresa la entrevistada, quien a sus 22 años ya ha logrado estar presente en la mayoría de los medios nacionales con las fotografías de una cobertura que la ha acercado a diversas historias. Y justamente una de las experiencias que considera más difíciles fue en el Hospital de la Raza:
“Desde el puente yo veía cómo un señor le lanzaba besos a la ventana, a la ventana del edifico de enfrente y me quede ahí observándolo. Hice algunas fotos pero pues una foto sin historia difícilmente te puede decir algo, entonces antes de que se fuera me acerque. En muchas ocasiones las personas no quieren hablar o simplemente no tienen el ánimo para hacerlo y nosotros tenemos que respetar eso; entonces le pregunté si me quería contar su historia y me dijo que sí, me contó con lágrimas en los ojos:’ mi mamá está internada, tiene 63 años, entró el lunes y es la primera vez que la puedo ver desde el puente porque he venido diario y no me han dejado verla’. Para mí fue súper duro escucharlo y en ese momento realmente se me olvidó pedirle otra foto aparte de las que ya tenía, pero tampoco tenía mucho sentido revictimizarlo desde enfrente, sólo quería contar con su testimonio”.
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Tal historia fue de más impacto porque Karen se enfrentaba a la reciente muerte de un amigo: “En ese momento me impactó muchísimo porque justo un amigo mío acababa de morir un día anterior de covid, entonces en los días que le siguieron me fue muy difícil hacer la cobertura porque ese día fue lo del hospital y al día siguiente me tocó ir a un panteón”.
Sin embargo, también cuenta que en la mayoría de los lugares ha recibido negativas para fotografiar; “es muy difícil que las personas acepten o te den permiso de hacerlo porque es una situación en la que estás muy vulnerable y se entiende totalmente”.
Otra de los acercamientos que Karen resalta es el de los trabajadores de funerarias. “Me decían que al principio sentían que era una película de terror, porque no podían creer que al entrar a una clínica por un cuerpo hubiera tantos cuerpos apilados, que no les hacía tanto sentido. En el escenario que lo describieron sí parecía una película de terror”.
Los retos ante el fotoperiodismo
La egresada de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comenzó a hacer fotografía de conciertos y a colaborar en espacios donde no recibía paga. “Casi siempre inicias siendo colaborador, no te pagan y trabajas gratis, pero así se empieza, desafortunadamente”. Pero tal precarización no termina ahí, pues Karen cuenta que “hay dos periódicos impresos que redujeron el sueldo a sus fotógrafos que andan en las calles; se los redujeron al 30% y ni siquiera equipo les dieron”.
De acuerdo a la experiencia de Karen, tales condiciones se originan desde la visión que se tiene sobre la actividad: “Viene desde mi casa, cuando yo empecé a hacer foto me decían: ese en un hobbie, mejor dedícale tu tiempo libre. La fotografía no se ve reconocida como un trabajo”. Asimismo, señala el poco reconocimiento con el que cuenta el fotoperiodismo mexicano. “En medios yo he visto más fotografías de otros países, que es lo que más impacta: las 300 fosas de Chile, cuando en México también ya tenemos las 300 fosas de San Lorenzo que ya fotografiamos todos los medios que pudimos pero se le da la portada a una fotografía internacional”.
Sin embargo, Karen reconoce que como fotoperiodistas también se deben enfrentar algunos asuntos. “Tenemos un muy buen nivel de fotoperiodismo en México y se habla muy poco de ello, pero también tenemos grandes retos, sobre todo ahorita en la pandemia; retos que en mi vida hubiera pensado, sobre respetar la privacidad de los pacientes, de ser conscientes con lo que estamos fotografiando y que hay momentos en los que de verdad debemos bajar la cámara, no todo es fotografiable, hay que saber cuando sí lo es y cuando no lo es y respetar ese momento”.
Además, destaca la sobreproducción de imágenes: “Estamos produciendo muchísimas imágenes, y eso es lo que de repente me agobia. Veo todas las fotos que hago o que he hecho durante estos meses y son miles, o sea pueden llegar a los miles en un día, entonces estamos pensando más en cantidad que en calidad a veces como medios, más que nada. Creo que deberíamos reflexionar un poco sobre dejar de hacer tantas imágenes y concentrarnos en hacer trabajos de más calidad”.
Finalmente, Karen habla de la fortuna de trabajar cerca de otras mujeres fotoperiodistas, de quienes es fundamental conocer sus trabajos a lo largo de la historia de la fotografía. “Afortunadamente estoy compartiendo cobertura con muchas mujeres fotógrafas. Recuerdo que cuando comencé a hacer foto mis referentes eran fotógrafos, Henri (Cartier-Bresson), muchos fotógrafos clásicos de los que se habla demasiado, y muy pocas mujeres fotógrafas. Entonces ahorita agradezco muchísimo estar compartiendo esto con muchas compañeras increíbles, sólo por mencionar algunas: Sashenka Gutiérrez, María Ruíz y mis compañeras de la agencia”.
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