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Roma: el México claroscuro

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Guillermo Del Toro dijo alguna vez: “hay películas que son como una caja de cereal. Te comes todo el cereal y al fondo hay un juguetito”. Retomando esa analogía en una conferencia de prensa sobre Roma, Alfonso Cuarón mencionó que “Gravity fue esa caja de cereal y me saqué ese juguetito. Ese juguetito generalmente se traduce en algo más grande con más producción, más estrellas… Yo tomé la decisión de utilizarla para regresar a México y hacer la película que he soñado…”

Así, entendemos a Roma como obra soñada, la cual aborda la historia de una familia clasemediera -ubicada más arriba que abajo- que habita en la colonia homónima. El hilo conductor se enfoca en Cleo (magnífica Yalitza Aparicio), la empleada doméstica de aquella casa.

El relato personal de Cleo es el principal agente narrativo; vemos la interacción con sus cohabitantes -mayormente en su condición de trabajadora-, su relación con su círculo cercano y con un entorno fundamentalmente ajeno por cuestiones de clase. Ahí estaría la primera línea discursiva de la cinta, así como uno de los motivos primordiales del diseño fotográfico en blanco y negro: exponer el contraste en la sociedad tan diversa de la Ciudad de México y del país entero.

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Esto es visible desde el seno de aquella familia. Cleo y su compañera Adela (Nancy García) tienen raíces indígenas mixtecas puras, y trabajan, como ya dijimos, de servidumbre para un clan de cómoda posición socioeconómica que puede darse lujos como ir a vacacionar en una casa en el bosque y practicar la salvaje caza deportiva, de piel clara y con gran desinterés por el acontecer social en su país. En varios momentos podemos notar cierta indiferencia de los patrones hacia la nana, quien es ignorada y apartada de conversaciones grupales o que simplemente es incapaz de compartir la alegría por el automóvil nuevo que llegó a la casa. Sin embargo, este tratamiento de contraposiciones constantes no es elaborado desde la condescendencia, sino desde una perspectiva humanista de reconocimiento y respeto hacia aquellos que suelen permanecer oscurecidos, un vistazo hacia los que suelen ser olvidados. Es la memoria otro elemento fundamental.

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La utilización del blanco y negro suele ser un recurso para marcar un cambio temporal. Este filme está creado enteramente desde la evocación; es el propio Cuarón quien, en el personaje del pequeño Pepe (Marco Graf) -delata su identidad con algunos diálogos un poco irreales por su sapiencia para un niño de esa edad-, está inserto como un personaje más de su remembranza. Esta elección de color potencía las expresiones y, deliberadamente, los tonos de la piel de quienes comparten el espacio. Así notamos con mayor detalle las emociones asentadas en las vivencias de esta familia: las descontroladas risas de los hermanos, el desasosiego de la madre (espléndida Mariana de Tavira) al ver su matrimonio desmoronarse, el terror de la abuela al ser amenazada con un arma… Toda esta mezcla de revoluciones sensitivas conforma este intenso melodrama trágico (trágico por determinados sucesos que no adelantaré, pero son sumamente impactantes) con matices autobiográficos.

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Además, la cinta presenta una sólida crítica a la sociedad e instituciones de ese tiempo, sustentada principalmente en revivir uno de los peores abusos de poder que se recuerden en la historia de México: El Halconazo. La represión de una manifestación estudiantil vista desde una tienda departamental fifí refuerza el discurso de confrontaciones constantes: los pudientes contra los desposeídos, las estructuras gubernamentales contra el propio pueblo, los jóvenes de ese tiempo contra el arcaico sistema; y de fondo, el ruido del “Goya” y los cánticos furiosos de la marcha. De nuevo, la memoria y la historia juntas en una potentísima secuencia de gran virtud técnica y narrativa.

Cuarón cineasta igualmente aparece. Por ejemplo: recuerda cuando mira impresionado la imagen de unos astronautas en pantalla grande, y ahora entendemos eso como inspiración para la posterior Gravedad (2013). Asimismo, utiliza el entorno para reforzar una posible declaración política, así como hiciere en Y tu mamá también (2001). Aquí, notorio en el abarrotado hospital del seguro social que no se da abasto para la atención y cuyo personal utiliza un lenguaje que evidencia desprecio por los pacientes; en los desgastados afiches del candidato del partido oficial ahora presidente, o en la pared pintada con publicidad de una cementera que contextualiza sobre el momento del país, donde oficialmente imperaba la diatriba en favor de la “ transformación a la modernidad”.

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Separada de las convenciones de su etapa en el cine hollywoodense -fase que, de no haber formado parte de su carrera, no habría podido crear este ambicioso anhelo-,el largometraje se entiende como el punto culminante de su trayectoria, autorrefiriéndose constantemente y presumiendo la potencia a nivel de realización que pudo exhibir en su cuestionada película “oscareada”. Las recompensas de comer todo el cereal.

Roma no sólo funciona como una amplia exploración al México de los 70 (aunque eternamente claroscuro), también significa la consolidación autoral de Alfonso Cuarón al ejecutar como hombre orquesta (pues hace de director, guionista y codirector de fotografía) su pieza magna, indiscutiblemente opulenta, con tal profundidad y sinceridad. Una obra espeluznantemente actual y un bello tributo para Libo -la verdadera Cleo-.

Mauricio Hernández

(R) egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Colaborador en la Revista Encuadres. 

 

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