Beasts of No Nation: la guerra vista desde la infancia

Años de lucha fratricida empujan cada vez más a una marea de refugiados rebeldes y a sus persecutores militares en toda la región hasta llegar al pueblo donde vive Agu (Abraham Attah) y su familia. El furioso ambiente que pronto atraviesa el protagonista y sus consanguíneos transforma su vida por completo.
Con un dominio en demostrar las carencias y la vulnerabilidad de los núcleos más marginados en una sociedad, Cary Fukunaga regresó de la exitosa serie de HBO True Detective al cine con Beasts of No Nation.
Después de cintas con el mismo tipo de temática como Sin Nombre (2009) coproducida con Diego Luna y Gael García en Guatemala y México, Fukunaga muestra la crueldad de la inhumanidad en una guerra civil a partir de la adaptación de la novela de Uzodinma Iweala, Beasts of No Nation, retomando el fenómeno desde la perspectiva de los más débiles y su supervivencia.
Lo primero que percibes del filme es cómo se dibujan los paisajes del oeste africano. La paleta de color del director y también fotógrafo Cary Fukunaga se asegura de mentalizar al público en la realidad de esta no tan ficticia historia en una especie de documental. Al mismo tiempo, la familia de Agu ve cómo su mundo es hundido de un zarpazo y él se une a una banda de mercenarios. Inicialmente, Agu no tiene opciones y utiliza a sus indeseables compañeros como ruta de escape para poder encontrar a su madre, pero el duro Comandante (Idris Elba) lo cambia para siempre.
Agu teme a su líder y a muchos de los hombres que le rodean, su floreciente infancia ha sido arrebatada brutalmente por la furiosa guerra que atraviesa la nación como a una ola de destrucción. A su primer desgarro entre la revulsión del conflicto y la fascinación, Agu representa la mecánica de la guerra, sin timidez por lo explicito, visceral o por el detallado dibujo en una compleja y difícil imagen como un niño soldado.
Abraham Attah trasciende categóricamente y su presencia permanece tan demandante que emana durante toda la película, marcando inclusive el equilibrio de Idris Elba. La transformación del personaje es solo uno de las excepcionales hazañas de la narrativa en Beasts of No Nation. No hay mucho dialogo en la cinta, pero cuando lo hay es brillante.
Idris Elba da un intenso performance como el comandante oficial y eventual figura paterna; su personaje viene como un monstruo, pero va demostrándose vulnerable conforme la historia avanza. Fukunaga muestra las situaciones más precarias completamente ajenas para la mayor parte de la audiencia, para después volverlas tan familiares en una narrativa convincente y honesta.
Cuando la violencia rompe y entra, es brutal y mortal. El joven actor Attah es feroz en simpatía e inocencia todavía, y así aterriza las secuencias de batalla. La riesgosa creatividad de Fukunaga toma estas escenas de proxenetismo, pero teniendo sentido cinematográfico y formándose como poesía de acción. Hay cierto lirismo para la guerra en los pueblos y junglas del continente, siendo hermoso e inolvidable.
Al final, el innombrable comandante y su ideología se vuelve tan claras como el devenir de la cinta, y ambos alcanzan un clímax perturbador. El director estadounidense lo contrasta con la inicial inocencia y los dos (Attah e Idris) guardándose respeto el uno al otro. El resultado es un rítmico trabajo de arte con una de las mejores caracterizaciones jóvenes del momento. Un emocionante relato de la guerra moderna vista a través de los ojos de un niño. La cinta simplemente catalogada como una de las mejores en el 2015, y con un nombre para considerar en el devenir de los años tanto en el cine como en la televisión, Cary Fukunaga.
Luis Zenil Castro
Productor audiovisual y dibujante.
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