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El matrimonio o convertirse en una langosta

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Probablemente enamorarse no es una opción; quizá sea inherente a la lista de acontecimientos que deben marcar la vida del ser humano. El amor se sitúa en la cotidianidad para sacudirla; transgrede la mirada, las aspiraciones y lo que hasta entonces considerábamos límites. Y sin duda, dejarnos bañar por esa brisa que el cuerpo del otro desprende, trae consecuencias inimaginables, dolorosas y alegres. Porque tal vez el fin del amor es ese, transformarnos a partir de los contrastes.

Sin embargo, nos han obligado a mirar a tal sentimiento a través de los convencionalismos sociales: la vida en pareja, el matrimonio, los hijos; encausándolo a los mecanismos de dominio que cada sociedad necesita. Y es justo en este terreno donde el cineasta Yorgos Lanthimos realiza su tercera película, The lobster, en la cual muestra un contexto que ha convertido al enamoramiento en algo repugnante. Ahora está en las leyes que debes tener pareja, ¿los sentimientos? No importan, el único objetivo es un lugar exento de soltería.

El protagonista es David, interpretado por Colin Farrell, quien es llevado al hotel-cárcel en el momento en que se queda soltero. Ahí tendrá que encontrar pareja en poco más de un mes, por lo que irá a fiestas en las que todos lucen igual, los hombres visten traje y las mujeres el mismo vestido floreado.

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Hasta este momento podría señalarse que los golpes de efecto sufren de naturalidad. Aparentemente son forzados, sin embargo tal sensación responde al propio ambiente, donde todo es mecánico, incluso el sexo. Las interacciones se alimentan de la falsedad y no podría ser de otro modo, ya que sólo es necesario ser práctico, la razón: la relación debe basarse en algo que funciona. Y de aquí se desprende la duda ¿es mejor estar solo? David desea averiguarlo en el bosque, donde los mismos individuos del hotel cazan a fugitivos como él.

Ahí se encontrará con otra cárcel, pero al aire libre. En el bosque hay líderes que vigilan todos los movimientos, porque aquí es crimen relacionarte, tener sexo, y obviamente, enamorarte. Aun con tal control, David halla a seres más naturales y empatiza con una mujer, contrariamente a su estancia en el hotel. El protagonista quebranta las reglas en ambos sitios y las consecuencias serán desgarradoras.

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Además de la dimensión social, la trama se vale efectivamente de la dimensión física, remarcando la opresión del contexto. No hay control sobre el cuerpo mismo, si los personajes no consiguen pareja en los 45 días, se convertirán en un animal de su propia elección. David elige la langosta, de ahí el título de la película. Con sus propias leyes, igualmente radicales que las del hotel, en el bosque las personas sufren castigos que violentan su cuerpo.

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Las características de la película se tornan extremas, pero como en toda distopia, lo único que Yorgos ha hecho es tomar los prejuicios que se tienen respecto a la soltería y las expectativas que la sociedad ha sembrado sobre la forma en que nos relacionamos con el otro.

En entrevista con la revista española Fotogramas, el director comentó que una de sus intenciones fue mostrar una visión honesta de las relaciones humanas, que tienen un lado romántico que está en permanente lucha contra una cara más cínica. Y sin duda lo logra gracias a un guión sólido y destacables actuaciones: Collin Farrell, Rachel Weisz y Léa Seydoux resultan un trío seductor de personalidades, del que emana la crueldad, la esperanza, la incertidumbre y la desesperación, los ingredientes principales de esta historia.

Leticia Arredondo

Cofundadora y editora de ZOOM F7. Escribo sobre cine y fotografía.

 

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