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The Revenant: El camino del hombre justo

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Por: Rodrigo Garay Ysita

 

“The path of the righteous man is beset on all sides by the inequities of the selfish and the tyranny of evil men”

Jules Winnfield en Pulp Fiction, citando un pasaje inexistente de la Biblia

 

Unos años antes de lanzar su primer largometraje como director, Alejandro González Iñárritu perdió a su hijo recién nacido. El dolor lo ha ido purgando cinematográficamente desde entonces, explorando reiteradamente las relaciones filiales y la ruptura familiar en la vida de sus personajes; ése es el miedo que llevó a Susan y a Richard a Marruecos en Babel (2006) y que atormentaba a Uxbal en Biutiful (2010). En su más reciente trabajo, la destrucción de la familia es el primer golpe para desintegrar a un hombre y otorgarle la muerte del fénix.

Como muchos otros en la historia, el protagonista de The Revenant ha caído en desgracia. Ya todos vimos el ataque de la osa en el trailer. Sus compañeros cazadores lo han abandonado en medio del bosque y a nosotros nos toca ver su viaje de venganza y salvación. Sin embargo, el infortunio de Hugh Glass ya existía desde antes y se nos presenta casi poéticamente a través de flashbacks, como las medusas en Birdman (2014), y entonces esto va más lejos que una simple revancha.

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La espina dorsal de la historia es, fundamentalmente, la de la transformación espiritual de una persona como consecuencia del dolor, presentada a través de una alegoría religiosa y de un conjunto de contradicciones: el colonizador contra los nativos, la raza blanca contra el indio americano, el falso profeta contra el buen samaritano, el hombre contra la naturaleza.

 Leonardo DiCaprio interpreta a alguien que vive en ese espacio que no está ni aquí ni allá, con un pie en la puerta, como observando desde la banca a los que sí están jugando el partido. Aunque Glass es un cazador, su tarea en la compañía del Capitán Henry es la de guía y scout. A pesar de ser caucásico, su esposa y su hijo son pawnees, lo que le provoca el rechazo de algunos de sus compañeros y lo mantiene siempre a la defensiva. Su desgracia y su decisión de seguir viviendo son el punto de partida de una búsqueda de pertenencia.

Para afianzar por completo nuestra empatía de espectadores, Iñárritu coordinó (y puso a prueba en las más inclementes condiciones climáticas del planeta) a una producción que entregó resultados impecables (o casi impecables en el caso de la animación digital) en todos sus departamentos: desde los vestuarios de Jacqueline West, que refuerzan el look monástico de Glass, hasta el sonido del equipo de Randy Thom, que junto al ojo de Emmanuel Lubezki nutren a The Revenant con horrores, belleza e intimidad.

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Por otra parte, hay quizás tantos motivos para detestar al personaje de Tom Hardy como niveles textuales para interpretar y disfrutar The Revenant. John Fitzgerald no sólo es un hombre cuyo egoísmo llevó a la muerte simbólica del protagonista, también es un capataz explotador vehículo del colonialismo que arrasa con todo a su paso; es mentiroso, oportunista, racista e, interesantemente, un fanático religioso que sermonea pero no practica. Hardy está a un paso de convertirse en villano de monóculo y risa macabra, pero la interacción que tiene con el resto del elenco (específicamente con Will Poulter) le hace conservar el grado de complejidad humana suficiente para tomar en serio su papel.

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La escena de la fogata, en donde comparte su comida con el joven Bridger, es una manera elegante de poner su personalidad a la luz. Atento, uno escucha la anécdota de revelación espiritual que Fitzgerald le cuenta a su compañero y puede observar la naturaleza de su carácter: aquel que con el pretexto de la religión (o del trabajo, o del dinero), aprovechará el ambiente para su propio y único beneficio.

The-Revenant_poster_goldposter_com_4Por muy evidente que sea la crítica de Iñárritu, que se permite un par de muestras de simbolismo exageradamente obvio (pero con más sutileza que su compatriota en Gravity [Alfonso Cuarón, 2012]), Fitzgerald, con todas sus características, es esencial para potencializar el mensaje religioso de la película y para contrastar el ascenso de Glass. Que este hombre pronuncie la frase “Yo debería ser como un Dios para ti” es un acto de blasfemia, el colmo del colmo, y castigarlo será la prueba final para que el renacido encuentre la gracia divina.

Afortunadamente, lo que en otras manos se hubiera contentado con ser una película entretenida, o gratuitamente violenta o de superación personal, bajo la dirección de González Iñárritu terminó por ser una obra esencialmente espiritual, construida tan meticulosamente que es deleitable para los ojos, dolorosa para el estómago e interesante para el intelecto. Dígase por último, sin lujo de detalles, que el enfrentamiento culminante entre los enemigos es rematado con una moraleja católica y un acto de violencia brutal. Con un bautizo alegórico en el río helado, Hugh Glass se ha puesto del lado de Dios y se ha distanciado del hombre blanco, que a fin de cuentas parecen no estar en el mismo bando.

 

Trailer

 

Ficha técnica

Dirección: Alejandro González Iñárritu.

Producción: Steve Golin, Alejandro González Iñárritu, David Kanter, Arnon Milchan, Mary Parent, Keith Redmon, James W. Skotchdopole.

Guion: Mark L. Smith, Alejandro González Iñárritu; basado en la novela de Michael Punke

Reparto: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck, Paul Anderson.

Música: Alva Noto, Ryûichi Sakamoto.

Dirección de fotografía: Emmanuel Lubezki.

Edición: Stephen Mirrione.

País: Estados Unidos.

Año: 2015.

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