La crónica francesa: la película más libre de Wes Anderson

Por: Iván Guzmán
No resultaría descabellado afirmar que Wes Anderson es un nostálgico de la palabra escrita. Gran parte de su filmografía (si no es que toda) de alguna manera está basada o influida del mundo literario, ya sea expresamente como en Fantastic Mr. Fox, basada en una obra de Roald Dahl, hasta The Grand Budapest Hotel, donde la historia es presentada a través de un libro ficticio nutrido de la obra de Zweig. En su más reciente filme, The French Dispatch (La crónica francesa), la representación literaria alcanza su máximo punto y es traducida visualmente de una forma magistral.
En esta ocasión acudimos a la muerte de una revista ficticia cuyo editor en jefe es Arthur Howitzer, Jr. (Bill Murray). Dicha publicación es claramente un homenaje a The New Yorker; así lo establecen algunos guiños, que realmente son calcos que hacen referencia a los escritores, ilustradores y editores más icónicos de la revista, tales como Harold Ross, Mary Petty, Joseph Mitchell, Mavis Gallant, James Baldwing, Rosamond Bernier, entre otros.
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La narrativa está dividida en un prefacio y tres capítulos, los cuales bien podrían pensarse como cortometrajes, pues tienen en sí mismos un inicio y una conclusión. El primero hace una disertación sobre la idea de separar al artista de su obra, un tema polémico en estos días. Está protagonizado por Benicio del Toro y Lea Seydoux, y cuenta con una narración de Tilda Swinton como JKL Berensen, quien discute sobre el arte y las líneas de su materialidad. El segundo se enfoca en Lucinda Krementz (Frances Mcdormand) y su crónica de una revolución estudiantil liderada por Zeffirelli (Timothée Chalamet); entre ideales vacíos y todas las referencias posibles a la Nouvelle Vague busca enfrentar la necesidad o existencia de imparcialidad periodística. Y la tercera, protagonizada y narrada por Roebuck Wright (Jeffrey Wright), se distingue por sus escenas de acción animadas que retoman el estilo clásico del cómic francés de Hergé y Jacques Tardi.
Este tipo de narrativa es un recurso bastante usado en el cine, y bien utilizado dota a la historia de fluidez y sentido, como es el caso de New York Stories (Woody Allen, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, 1999) o Coffe and cigarettes (Jim Jarmusch, 2003). En el caso de La crónica francesa tiene el propósito de emular la lectura de una revista y regresar siempre al punto de partida, que es Arthur Howitzer, Jr. y su trabajo como editor. El director se toma la libertad de sacrificar la fluidez de la película en pos de contar las historias que desea, cuyo único motivo de unión es su contención en un producto editorial, sin embargo, por momentos el vínculo parece torpe y con ningún otro propósito que el de meter un numeroso elenco de actores.
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La crónica francesa: la prueba de un estilo más que dominado
Es bien sabido que en el arte, sobre todo en lo referente a lo visual, repetición es estilo. Si bien Wes Anderson ha dejado claro que su estilo visual está por demás definido, en La crónica francesa presume de no sólo dominarlo, sino que ha empezado a jugar con él, convirtiéndolo en una extensión de lo literario; por momentos congela el cuadro para presentarnos una composición altamente estilizada, juega con los formatos y pasa del 4:3 al 16:9 sin que el espectador lo note. Este recurso lo había utilizado anteriormente para definir tiempos narrativos y ubicar cronológicamente los sucesos, y en esta ocasión, además, lo dota de un carácter de literalidad para mostrar lo que sucede en el texto del artículo en desarrollo.
El punto máximo de esta propuesta visual es el juego entre la escala de grises y el color entre las historias que conforman el filme, lo cual hace de la experiencia en pantalla una emulación de la experiencia del lector; en La crónica francesa los detalles se revelan a través del cambio al color (como el de un par de ojos o los detalles que conforman una pieza arquitectónica) así como el cambio de niveles diegéticos entre lo que el lector conoce de primera mano y lo que conocería siendo un narrador omnisciente.
La crónica francesa se siente como la película más libre del autor, quien juega con sus propias convenciones. Tiene su estilo tan dominado que ha hecho de lo visual una extensión de lo narrativo. Además, se permite poner en pantalla desnudos, deja descansar los colores pastel y se percibe un atisbo de cambio generacional de sus actores fetiches y, sin estar cerca de ser su mejor película, entrega un producto proveniente de lo más profundo de su nostalgia que, dicho sea de paso, termina por ser contagiosa.
La crónica francesa está en salas del país y próximamente se podrá ver en la plataforma Star+.
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