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El irlandés: la redención del criminal

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Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)

Adaptación del libro I Heard You Paint Houses de Charles Brandt, El Irlandés (2019) es la historia de Frank Sheeran (Robert De Niro), un veterano de guerra que logró convertirse en el principal asesino a sueldo de la mafia italiana, gracias al apadrinamiento del jefe criminal Russ Bufalino (Joe Pesci). A Sheeran le es encargada la tarea de proteger a Jimmy Hoffa (Al Pacino), líder de camioneros, quien convierte a Frank en un poderoso sindicalista estadounidense.

Martin Scorsese hace un paréntesis en su búsqueda de nuevas narrativas para ofrecer (posiblemente) el broche final a su tema predilecto: el crimen organizado en Estados Unidos. En Calles Peligrosas (1973), Charlie (Harvey Keitel) intenta ayudar y salvar a su irresponsable y desubicado amigo Johnny Boy (De Niro). En El Irlandés, la relación entre Sheeran y el histérico Hoffa es la versión otoñal de su setentera película y una revisión a los elementos icónicos del “estilo Marty”.

No obstante, hay puntos notables entre toda la violencia mafiosa de siempre: los “toques de bondad” en sus personajes (posiblemente, lo que ha resulta más atractivo a la audiencia). Mientras avanza la película, la narrativa se aleja de las cínicas e hilarantes situaciones de Goodfellas (1990) y se acerca al reflexivo sentimentalismo de La edad de la inocencia (1993) –otro hombre old-fashioned aceptando las consecuencias de malas decisiones–.

Para llevar al estallido emotivo del desenlace, Scorsese y guionista realizan un excelente desarrollo de personajes –y la mejor muestra es Peggy (Anna Paquin), una juiciosa Mary Corleone–. La hija de Sheeran es un ente contemplativo e incómodo que siempre recuerda al protagonista su condición de criminal, dando al personaje el merecido castigo: la culpa. Cuando los fuegos artificiales de la juventud criminal de Sheeran llegan a su fin, el viejo se ve confrontado con todos los remordimientos resultantes de los “pecados” del pasado.

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Al parecer, la redención otoñal está de moda entre los chicos rudos del cine. Hace un tiempo, Tarantino también nos entregó un desenlace meditativo con cambio de ruta en el ocaso de una vida llena de excesos. En lo nuevo de Scorsese sucede lo mismo; no finaliza con el non, je ne regrette rien de pasadas películas, en El Irlandés hay moralejas elevadas y castigos a todo crimen –incluso si el destino te depara “la muerte de los justos”–.

El contexto nos muestra un cambio histórico de ideas y códigos. La era de Tony Salerno es un antes y después en la geografía de las mafias de Estados Unidos y, en ese mundo corrupto y oscuro, el “irlandés” intenta ser leal y justo con sus amigos y familia (anticipando una encrucijada trágica para el desenlace). Con el mismo tono de otras películas recientes El Traidor (Marco Bellocchio, 2019)- el antihéroe principal da un vistazo inverecundo y nostálgico a sus recuerdos. Son bastantes los momentos memorables de esta recreación idealizada: la sandía alcoholizada, los regalos de Russ a Peggy o la adicción de Hoffa por los helados.

El largometraje es épico y magistral… salvo el uso del “rejuvenecimiento facial”. No obstante, el problema no es la tecnología empleada, sino la dirección de actores. En el especial de Netflix The Irishman: una charla detrás de cámaras, Scorsese acepta los problemas para lograr al 100% la apariencia “lozana” de los actores, ya que vemos rostros tersos con cuerpos y motricidad de 80 años. Esto es muy molesto en el primer y segundo acto, además de ocasionar incoherencias en los periodos históricos.

Sin embargo, la trama dinámica y estructura laberíntica tiene un excelente uso del racconto (complejo sin pretensiones). La recreación histórica y documentación también es admirable. A diferencia de otros títulos contemporáneos con miras a revisitar el pasado -la saturada Vice (Adam McKay, 2018) por ejemplo)- la película relaja la exactitud histórica y sólo deja a los personajes y momentos reconocibles para cualquier espectador –algo no tan bien resuelto en Hugo (2011)–. Esto da como resultado una sincronía perfecta entre el marco histórico y la historia de Sheeran.

En ningún momento la película resulta tediosa; todo lo contrario, sus actos están perfectamente orquestados sin necesidad de la estridencia de El lobo de Wall Street (2013). El Irlandés es igual de grande que los clásicos hits de Scorsese, pero las condiciones de su producción le dan un aire místico (con la majestuosidad que le permitió ser producida por Netflix). No sólo es una obra cumbre en la filmografía de Scorsese, también lo es del cine estadounidense. “Añejo” talento nacido del New Hollywood brinda a los espectadores su mejor obra: una funesta narración sobre la amistad y la lealtad.

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