Creed, el paso de Rocky Balboa de aprendiz a mentor

Tiempo: lo que los hombres tratan de matar,
Pero acaba por matarlos.
-Herbert Spencer
Hace 40 años, durante la gala de los premios de la Academia, Sylvester Stallone levantó el codiciado Óscar a mejor guión por Rocky. El resultado conmocionó a los expertos, quienes vaticinaron el triunfo de Taxi Driver escrita por Paul Schrader; si bien el texto es casi perfecto en narrativa y personajes, le faltó algo que al infame púgil le sobró: corazón. Ese elemento -el emocional- catapultó a su protagonista y a la postre garantizó el éxito de la que quizá es la franquicia más importante en la historia del cine.
Creed retoma los elementos de aquella aventura por primera vez desde el punto de vista de un nuevo héroe: el hijo bastardo de Apollo Creed. Se rememora al primer filme casi en una calca inevitable que conduce a un final conocido. Los personajes se repiten y renuevan, Rocky Balboa pasa de ser aprendiz a mentor. A nivel de trama la estructura original permanece intacta, sin sorpresas.
Las principales virtudes y defectos de la película giran alrededor de una persona, el joven director y guionista Ryan Coogler aplaudido por la realización. El cineasta mejora la saga considerablemente en materia de dirección, los movimientos de cámara acompañan la acción con tal audacia que el espectador podrá disfrutar de un combate vertiginoso sin cortes; quien creía que en materia de pugilismo se había logrado todo a nivel fílmico, encuentra una propuesta fresca e innovadora. Empero, el realizador se empeña tanto en mostrar su bagaje cinematográfico que más de uno detectará referencias en la batalla final a producciones del mismo tipo (Ragging Bull, 1980).
El guión, escrito por el propio Coogler pretende homenajear e innovar. Logra lo primero y en lo segundo queda a deber. Aun con el carisma de Adonis Creed -interpretado por Michael B. Jordan- la cinta recae en los clichés que la propia franquicia se encargó de crear, los mejores momentos se encuentran en las intervenciones del garañón italiano y lamentablemente los puntos de inflexión no lucen debido a secuencias inverosímiles (en especial aquella que contiene a los motociclistas).
El reparto cumple. Stallone domina el papel a la perfección, logra entregar nuevos matices gracias al conflicto que representa el paso del tiempo y sus consecuencias, quizá las nominaciones encuentren su justificación en la trascendencia del personaje y no en la interpretación per se. Michael B. Jordan soporta el rol principal, es notable la preparación física pero flaquea en lo emocional, su contraparte es un antagonista tibio, olvidado durante el metraje; Tony Bellew no logra llenar los zapatos del genial Carl Weathers (Apollo Creed) o del imperturbable Dolph Lundgren (Iván Drago).
El montaje se relaciona con dos elementos: la música y la referencia televisiva. En el primer caso se detecta con facilidad en las secuencias de entrenamiento o durante la faceta romántica del joven Creed. Hace falta el score característico, el cual se sustituye por melodías contemporáneas que difícilmente se insertan en la memoria. El segundo aspecto es una gran decisión, el director introduce entrevistas de expertos en cadenas como ESPN, además de reportajes que narran la vida de los pugilistas, éste elemento -ya explorado en la entrega anterior- otorga algo de lo que carecieron los primeros filmes: un estilo visual realista.
Creed representa una ruptura respecto a sus predecesoras, a diferencia de aquél italiano del barrio que ganaba por Knock-out, la cinta de Coogler se abre paso golpe a golpe, cae a la lona en algunas ocasiones pero logra levantarse para obtener una victoria que se va a los cartones y culmina con una decisión dividida.
Gerardo Herrera
Guionista, cofundador y editor de Zoom F7
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