Asteroid City: los motores de la arte según Wes Anderson

Asteroid City demuestra los niveles de profundidad que Wes Anderson puede alcanzar al dar rienda suelta a sus ideas más abstractas.
La carrera de Wes Anderson podría estar en uno de sus momentos más complicados en cuanto al aspecto más reconocible de su estilo: su estética visual. El realizador llegó a un descubrimiento y consolidación de sus costumbres visuales muy temprano en su carrera; después de su segundo filme comenzó la historia de una filmografía que se convertiría en un fenómeno pop aplaudido, pero también criticado.
Mientras sus largometrajes posteriores dedicaron sus esfuerzos por avanzar y sofisticar ese estilo, las lecturas de cierto sector del público y de la crítica se detuvieron en sus imágenes, concretamente para señalarlo como un director cuya grandeza visual no iba hacia ningún lado, ni respaldaba ninguna visión particular del arte más allá del generar fotogramas placenteros. “Son pura fantasía con un tono cómico inexpresivo, una paleta de colores exagerada, un diseño de producción ultra estilizado, paneos laterales y objetos retro fetichizados en detrimento del desarrollo argumental”, escribió Deborah Ross (The Spectator) sobre el El Gran Hotel Budapest y La crónica francesa. “El problema es que no hay algo más que atraiga al espectador mas allá de su característica estética”, dijo David Crooney en su crítica para The Hollywood Reporter.
Aunque el director ha demostrado que tales elementos son apenas un cascarón que emplea para llegar a significados más complejos, esa idea reduccionista ante sus ambiciones no ha dejado de crecer. La llegada de una película como Asteroid City (2023) podría ser decisiva para asegurar que sus detractores podrían haber estado equivocados, pues aun cuando en este ejercicio no desiste de su obsesión por perfeccionar la forma, en el fondo nos acerca a la raíz de sus inquietudes para comprobarnos cómo sobrepasa el aspecto estético. La película se nos presenta como una historia contenida dentro de otra: un presentador de TV nos introduce a un programa especial que adapta y nos lleva tras las bambalinas de uno de los montajes más innovadores de los años 50, Asteroid City, una obra de ciencia ficción situada en un pueblo desértico durante una convención de aspirantes a cadetes espaciales en el que sucede un acontecimiento inexplicable.
Esta estructura de muñeca rusa ha tenido diferentes roles a lo largo de la filmografía de Anderson. En El Gran Hotel Budapest (2014) la utilizó para enfatizar el asunto de la literatura, y en La Crónica Francesa (2021) cohesionar su experimental antología de relatos corto, pero nunca lo había hecho de manera tan magistral y fructífera como en su más reciente largometraje. Esta vez el ejercicio de metaficción hace completa una idea tan sencilla que raya en lo anecdótico; es así que logra que su historia se ponga al estándar de firmeza narrativa que ha establecido en sus otros trabajos, además de introducirnos de a un homenaje a la labor creativa.
Asteroid City es la peculiar forma en la que el texano incursiona en la moda de los manifiestos artísticos, como lo es Los Fabelman (2022) para Steven Spielberg o Babylon (2023) para Damien Chazelle, aunque claro, con más similitudes con esta última al despejar todo factor autobiográfico de la ecuación y abocarse a crear una analogía que explica el porqué de los elementos que integran su cine. Su reflexión parte de una idea clara: el arte como un engaño, la cual se presenta como leitmotiv mediante una impecable ejecución del diseño de producción y puesta en cámara.
En su lenguaje y convenciones visuales, la cinta bebe directo de dibujos animados como ‘El Coyote y el Correcaminos’ de los Looney Tunes, con colores, escenarios y acciones exageradamente falsas que no sólo dan la impresión de que todo sucede en un espacio liminal (como en dichaanimación), sino que nos recalca de manera brillante que estamos viendo una mentira que emula la realidad.
Volviendo a su narrativa, el director —de la mano de su coguionista Román Coppola— revisitan todos los arquetipos que le hemos visto trabajar (niños genio, familias rotas y padres irresponsables), esta vez para explorarlos bajo un nuevo lente: el sinsentido e irrelevancia de la existencia misma. El texto emplea ingeniosamente la aparición de vida interestelar como un catalizador, un evento que además de generar fascinación, obliga a sus personajes a hurgar en los sentimientos que evaden, llevándolos a extremos existencialistas con preguntas difíciles que están tanto fuera de su comprensión, como fuera del entendimiento del público. Lo curioso es que en vez de utilizar estas interrogantes para impulsar el desarrollo de un arco dramático, el cineasta toma la arriesgadísima decisión de ocupar esos cuestionamientos para darle fuerza su argumento final: uno anticlimático a sus líneas narrativas para quien espera una trama dramática convencional.
Con conocimiento de causa, el realizador hace una importante distinción entre la filosofía y el arte, concluyendo con humor que, en este último, es inútil buscar respuestas en un medio que no puede darlas, y que únicamente se puede conformar con desentrañar las sensaciones que los sucesos incontrolables e inexplicables nos producen.
Aunque Asteroid City no presenta cambios en el estilo visual de Wes Anderson, mantiene viva una filmografía cada vez más subestimada. En su reciente entrega, el autor demuestra los niveles de profundidad que puede alcanzar al dar rienda suelta a sus ideas más abstractas.
Asteroid City está disponible en renta en AppleTV, Amazon Prime Video, YouTube y Google Play.
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