Tár: ¿miedo a la cancelación o a las consecuencias? | Crítica

Tár es algo que va más allá de una postura política; ficción explorando las consecuencias del ego desmedido con mayor autenticidad y objetividad (si eso es posible) que cualquier biopic o película de denuncia.
La directora musical Lydia Tár (Cate Blanchett) está en la cumbre de su carrera artística. Mientras prepara la grabación de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler, los correos de una ex-colaboradora amenazan su reputación en la exclusiva escena berlinesa. Lydia deja el “problema” en manos de su asistente Francesca (Noémie Merlant), pues la compositora está embelesada con Olga (Sophie Kauer), la nueva chelista que “estimula” su interés.
A finales de siglo, los cineastas se esforzaron por derrumbar los últimos escombros del American Way en la cultura popular. En películas como Belleza Americana (1999), La Tormenta de Hielo (1997) o Hapiness (1998), la moralidad que sostenía a la familia nuclear significaba un gigante “elefante en la habitación” que solapaba problemas y odios arraigados a la idiosincrasia nacional. Si bien eran críticas oportunas para exponer la hipocresía social del momento, no dejaban de ser sátiras burlonas en la tendencia cool de MTV.
Por el contrario, para Todd Field (director) el malestar nacional era resultado de sueños no cumplidos y frustraciones derivadas de no alcanzar la felicidad en “tierra próspera”. Ya sea el prometedor futuro arrebatado por un crimen en In the Bedroom (2001) o la historia coral de personajes reprimidos en Little Children (2006), el desencanto por la “vida americana” resultaba algo subjetivo que involucraba violencia, paranoias y una latente crisis económica, siendo la “vida familiar” un regalo de consolación por las grandes expectativas no cumplidas.
INICIA SPOILER
Tár (2022) sería atípica si no fuera por su desenlace: el regreso de Lydia (Blanchett) al hogar materno. Entonces descubrimos a una niña deslumbrada por Leonard Bernstein, quien posiblemente vivió en los Estados Unidos decadentes de In the Bedroom o Little Children; solo entonces podemos dimensionar cuánto debió doler la caída final. En un mundo plástico y vacío, la privilegiada burbuja berlinesa significa para la protagonista su único lugar seguro, donde la música clásica conserva estatus académico, pues el arte aún posee elevado prestigio clasicista. Esa valoración de l’art pour l’art, sin debates extraestéticos, lleva a pensar que los artistas están exentos de cualquier juicio social.
CONCLUYE SPOILER
Lejos del salvaje progresismo americano, Europa es un Olimpo donde los aplausos no cesan y, por ende, pareciera que nada tuviera repercusiones, puesto que cineastas “cancelados” continúan siendo laureados (recordar el Premio César a Polanski, con Adèle Haenel abandonando la sala) o escritores condenables monetizan el odio social. Cobijada por ese clima de impunidad, Lydia Tár (aka Plácido Domingo) actúa con prepotencia en todos los ámbitos, ya sea amenazando a una niña en el colegio de su hija o moviendo a voluntad los hilos del conservatorio, decidiendo quién triunfa y quién no.
En el personaje de Blanchett reconocemos al abusador académico (no necesariamente adinerado), cuyo intelecto es usado para justificar sus excesos. Analizando a detalle, la película no condena tanto los actos (algunos se mantienen en la ambigüedad) como la consciencia de la protagonista sobre su comportamiento. Recordemos la escena de redención para el exhibicionista (Jackie Earle Haley) en Little Children, quien ejecuta su propio “castigo”, atormentado por la culpa y el acoso colectivo. En contraste, Lydia Tár jamás siente remordimiento (tiene varias oportunidades para hacerlo) hasta que se desata el escándalo y es expulsada del círculo de abusadores tapados.
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Quizás no sea tan explícita como In the Bedroom, pero la nueva visión de Todd Field incluye una cruda noción de justicia respecto a cómo (en el mundo real) “la naturaleza corruptora del poder” nunca es tan evidente, incluso para quien delinque. Haciendo aún más fino el trazo moral, el director robustece el perfil biográfico de Tár, incluyendo largas secuencias que muestran a la artista desnudando sus ideas y motivos en conversaciones (aparentemente) intrascendentes, como la escena sobre Johann Sebastian Bach.
La primera hora parece un reportaje de DW o France 24, exponiendo vida y obra de la directora musical, carente de cualquier filtro moral. Dicho punto equidistante nos permite ver a Lydia sin la unidimensional imagen del depredador. Similar a María Enders (Juliette Binoche) en Clouds of Sils Maria (2014), Blanchett interpreta a una insufrible artista ególatra que termina superada por el entorno, pero hacia quien podemos llegar a sentir mínima compasión; un personaje burdo, sin condenas ni apologías, que ejemplifica los efectos del poder ilimitado.
Sin embargo, el rasgo estético más destacado del filme es su sutil atmósfera sobrenatural y onírica, semejante a un actor omnipresente que incita a los personajes a cometer actos disruptivos; elementos desconcertantes parecidos al narrador y los árboles en Little Children o el puente de In the Bedroom. En Tár son anuncios funestos para Lydia que avivan su miedo a la miseria, como la vecina incómoda o la paranoia en espacios solitarios; algo parecido a cómo eventos triviales trastornan la perspectiva musical de la viuda en Tres Colores: Azul (1993) de Kieślowski, una de tantas influencias para Field. El logrado suspenso enigmático también embellece la sobria y elegante fotografía de Florian Hoffmeister, colaborador ocasional de Terence Davies.
Aunque Todd Field ha estado ausente por década y media (dedicado a la publicidad), el filme resulta la evolución orgánica de un realizador consumado, abordando temas de la forma más erudita y trascendental posible. Su tratamiento de la era post #MeToo muestra una madura perspectiva que tanto evade el berrinche conservador contra la “cancelación” como la impostada bandera aliada. Tár es algo que va más allá de una postura política; ficción explorando las consecuencias del ego desmedido con mayor autenticidad y objetividad (si eso es posible) que cualquier biopic o película de denuncia. Disfrute absoluto para melómanos y cinéfilos.
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