Pantera Negra: Wakanda Por Siempre…en pro del Canon | Crítica

En Pantera Negra: Wakanda por Siempre Marvel quema una de sus últimas oportunidades para redimir a su universo cinematográfico. La intimidad es desplazada para poner la historia al servicio del canon y cuidar los nexos con otros proyectos, pero abandonando al que tienen enfrente.
Pantera Negra (2018) fue una inesperada victoria para Marvel Studios rumbo a la culminación de su saga del infinito. Lo que a primera vista era una película más, resultó ser la mina de oro que buscaban para dar una vuelta triunfal en la taquilla mundial y el pilar que necesitaban para sostener al UCM post-Avengers Endgame.
Todo se acomodó de manera perfecta: Chadwick Boseman tenía el peso para heredar el lugar de figura pivote de Tony Stark, Wakanda y sus habitantes encandilaron a sus fanáticos y su mitología daba la suficiente tela de donde cortar para más historias. Además, su rol cultural con las poblaciones afroamericanas —quienes acogieron la película como símbolo de fuerza— aseguraba a un público incondicional, y como cereza en el pastel, Pantera Negra le abrió las puertas a Marvel a un hecho que les dio credibilidad a los ojos de la industria: las ceremonias de premios.
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Una secuela era inminente y la casa de las ideas pronto comenzó a barajar opciones para superar con creces a su predecesora, pero un proyecto ya de por sí complicado se volvería imposible tras el repentino fallecimiento de Boseman a causa de una enfermedad que decidió mantener en secreto. Deseosos por cumplir con sus fechas, pero sin muchas ideas para continuar, Feige y compañía le pasaron la batuta del proyecto a Ryan Coogler —encargado de la primera entrega—, que totalmente devastado encontró en la pena una forma de resolver el rompecabezas.
Sin embargo, Pantera Negra: Wakanda por Siempre (2022) demuestra que ni siquiera la muerte es suficiente para detener a una maquinaria con intenciones de mercado, y que en territorio de “deadlines” no hay personajes sagrados o tratamientos justos, sino que sólo se cumple con el compromiso.
En esta segunda entrega se retoma al país ficticio y a sus gobernantes un año después del fallecimiento del Rey T’Challa, cuando sin aparente protección Wakanda está en la mira de las naciones más poderosas del mundo que quieren apropiarse de su material más preciado, el vibranium. Negado a ceder ante la presión, el Reino Africano da un ultimátum que provoca que las grandes potencias averiguen otras maneras de hacerse con el mineral, llevándolas accidentalmente a los pies de Talocan, una antigua civilización submarina gobernada por Namor, un dios que hará lo necesario para mantener su territorio a salvo.
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Aunque hay una conexión coherente entre el final de la primera entrega con el imprevisto deceso de su protagonista, la película falla al sentirse en su totalidad como una secuela, fundamentalmente, porque sus prioridades no están en el lugar indicado. Pantera Negra: Wakanda por Siempre tiene la desdicha de llegar para cerrar una etapa atropellada en su franquicia; a estas alturas resulta impermisible hacer algo medianamente introspectivo cuando se tiene que resolver el siguiente paso en un universo cinematográfico cada vez más desastroso.
La ineludible ausencia de su protagonista y el impacto que esta tiene al interior toma un papel secundario. Hacen efectivo el minuto de silencio, se le cede el inicio con un apresurado carpetazo al personaje, pero una vez terminado esto, se quita del camino para que el show pueda continuar. Así, una trama motivada por el duelo intercambia su lugar con la de un conflicto bélico que no termina de cuajar, y se fragmenta innecesariamente en subtramas que fatigan su ritmo en pro de enseñarnos los nuevos juguetes de la marca y las situaciones que serán exploradas en futuras producciones.
Los huecos se comen el tiempo que corresponde a la resolución de asuntos vitales, explicados entonces con diálogos verborréicos por personajes que, al mínimo suspiro, se descosen como hilo de media comentando —convenientemente— todo lo que debes de saber para seguir adelante con la historia.
Ahora bien, hay que reconocer la dedicación de Coogler para delinear los rasgos de sus protagonistas y de su antagonista como uno de los aspectos más valiosos del filme, particularmente en una saga que gusta de los héroes ridículamente bondadosos y de los villanos sin trasfondo. Ramonda y Shuri son el desahogo de un director en luto; el vehículo para expresar la negación por la pérdida de su amigo y el enfoque estoico de la tragedia como método de fortaleza. Estos sentimientos le dan la oportunidad de dimensionarlas como seres vivientes y no como meras propiedades intelectuales vacías.
El Namor de Tenoch Huerta es un antagonista racional y filosófico, con creencias firmemente aterrizadas en una cultura históricamente oprimida que perfilan a un monarca con razones inteligibles para su antiheróico comportamiento, al grado de tener mayor credibilidad en su discurso, que sus oponentes. A propósito, lo que refiere a la cultura maya y su adaptación a la pantalla es otro punto a resaltar, ya que cada elemento típico es cauteloso para representar sin caricaturizar o estereotipar, siempre desde el respeto para dar verosimilitud.
De lo demás, hay muy poco que salvar. Sus planos mejor trabajados están en los tráilers. La cámara graba movimientos fríos y sin intención que se montan uno sobre otro sin dar respiro. Cada tanto ofrece secuencias donde se arriesga a narrar con imágenes, como el asalto de los Tlalocanos al barco estadounidense, donde hay propuesta escénica e inventiva. Pero fuera de eso, predomina la planicidad.
En Pantera Negra: Wakanda por Siempre Marvel quema una de sus últimas oportunidades para redimir a su universo cinematográfico. La intimidad es desplazada para poner la historia al servicio del canon y cuidar los nexos con otros proyectos, pero abandonando al que tienen enfrente.
No es ni de cerca lo más catastrófico que hemos visto de Marvel (de hecho es el mejor producto de su fase cuatro), pero sí pone de manifiesto algo que se profetizaba desde hace años: el crepúsculo de una saga que ya no tiene más que contar, pero en la que hierven las ganas por lucrar hasta el último centavo con la gallina de los huevos de oro.
Tráiler de Pantera Negra: Wakanda Por Siempre
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