Black Adam: un antihéroe convertido en mesías | Crítica

Black Adam es un entretenido rescate del DCEU y (principalmente) el SnyderVerse, ya que cada pelea evoca descaradamente a Zack Snyder, aunque el resultado final se aproxima más a Liga de la Justicia (2017) de Joss Whedon que al corte del director de 2021.
Por: Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)
Tras pasar milenios en cautiverio, Black Adam (Dwayne Johnson) es liberado por Adrianna Tomaz (Sarah Shahi), arqueóloga que busca una poderosa reliquia en el desierto. Los pobladores de Khandaj ven el retorno del antihéroe como una oportunidad para independizarse de Intergang, organización criminal que gobierna la colonia. Ante la amenaza, la Justice Society es enviada para capturar al ex “campeón” del mago Shazam, escuadrón conformado por Dr. Fate (Pierce Brosnan), Hawkman (Aldis Hodge), Cyclone (Quintessa Swindell) y Atom Smasher (Noah Centineo).
Ya sea Marvel o DC, la moralidad de los superhéroes es un serio problema en las principales franquicias. Los guionistas han esquivado conflictos éticos sobre la “heroicidad” y sus repercusiones, transformando a los antihéroes en comic reliefs o villanos circunstanciales (avatares de otra entidad), porque poseer una maldad consciente complicaría su posterior redención.
Disney llevó la fórmula al extremo, atreviéndose a deconstruir personajes tan perversos como Maléfica o Cruella de Vil. Pese a la decepción con Doctor Strange en el Multiverso de la Locura (2022), la conversión malévola de Wanda fue una acertada adaptación de su destructiva villanía en los cómics, apenas justificada por el Darkhold. Que existan seguidores de la Scarlet Witch “oscura”, Deadpool o The Punisher (Netflix) ejemplifica el potencial de héroes saltándose la ley.
Black Adam se mueve por rumbo similar, al ser fácilmente corrompido mediante su sed de venganza. La condición de “mesías” (otorgada por el pueblo) crea paradojas sobre su rol “libertador”, que requiere un obligado derramamiento de sangre para derrocar al régimen opresor; es decir, la impulsiva furia del antihéroe está respaldada mediante consenso social.
Ligeramente influenciada por el contexto político en The Boys (Prime Video) y Watchmen (HBO Max), la Justice Society aparece como embajadora estadounidense para sofocar la posible revolución contra el conveniente Estado fallido, arribo repudiado por los “khandajanos”. Black Adam no despierta repartiendo golpes a lo loco, como Superman en Liga de la Justicia (2017), su ira está bien dirigida hacia los invasores extranjeros.
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En cierto momento, Hawkman menciona que el objetivo es restaurar la “paz” interrumpida (cuando el país lleva 27 años de ocupación), evidenciando su indiferencia y poca empatía hacia el conflicto local. La rivalidad entre el escuadrón “americano” y Black Adam es una edulcorada lectura sobre el actual imperialismo, con inusual protagonismo de “los ciudadanos”.
Debido a su condición canónica, causa extrañeza tanto detalle en el latente estallido social contra un sistema desigual preservado desde tiempos faraónicos, subtexto anarquista más vinculado a The Batman (2022) o Joker (2019). Incluso, la insinuada alianza entre Amanda Waller con la Justice League podría ser un futuro motivo discordante entre “el campeón” y Superman, convertido en involuntario peón del mal.
No obstante, aunque el contexto sea potente, el desarrollo narrativo tiene varias flaquezas. Con la intención de crear una wakandiana disputa monárquica, la pelea por el trono de Ahk-Ton se siente un innecesario colofón para cumplir con la marvelita tradición de buscar piedras, cuando la misión para detener al protagonista ya resultaba suficiente. La cruzada por la corona de Eternium va perdiendo importancia hasta desvanecerse entre tanto giro de tuerca al origen de Black Adam. Hasta cinco plot twists conforman un argumento que abusa del reveal para mantener el suspenso, introducir al villano oculto y justificar la batalla final, la cual apresura en minutos la aparición del demoníaco Sabbac.
La película está llena de altibajos, a veces revive esperanzas de un digno DCEU para después caer en los peores clichés del género. Pierce Brosnan es un gran fichaje, pero su personaje tiene el poder con más agujeros argumentales en la historia del cine: predecir el futuro. Si los hechos pueden alterarse, ¿por qué incluir tantas escenas de Hawkman anticipando su muerte? Otros momentos gratuitos son meras exhibiciones de CGI, horas en el departamento de diseño que pudieron ahorrarse para mejorar el acabado de elementos descuidados, como el aspecto de Sabbac.
El ensamble de personajes en Black Adam también es irregular, consecuencia de la incongruente mezcla de tonos; por momentos, Black Adam parece más un genérico filme social concursando en Un Certain Regard y no cine de acción. Se entiende la introducción de la familia Tomaz, que más tarde podrían convertirse en Isis y Osiris, pero su participación es el forzado intento por humanizar la inexpresiva presencia de Dwayne Johnson, objetivo no alcanzado. La ingrata interpretación de los actores tampoco ayuda mucho a levantar el interés por la rebelión contra los invasores.
En contraste, tenemos la presentación de la Justice Society, un grupo de héroes “no populares” que se convierte en el corazón emotivo del filme, dando un vistazo a escenarios alternativos sin la Justice League. Pese a existir lógicas asociaciones con personajes de Marvel, la excelente selección de cast convierte a dicho cuarteto en prometedor precedente para un par de películas en solitario.
Si bien no es la mejor película de superhéroes (Bohemian Rhapsody mira de cerca su montaje), Black Adam es un entretenido rescate del DCEU y (principalmente) el SnyderVerse, ya que cada pelea evoca descaradamente a Zack Snyder, aunque el resultado final se aproxima más a Liga de la Justicia (2017) de Joss Whedon que al corte del director de 2021. Sin embargo, como cualquier película con Dwayne Johnson, es garantía de un buen rato en la sala de cine.
Tráiler Black Adam
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