MEN: el folk horror sobre masculinidad tóxica de Alex Garland | Crítica

Posterior al suicidio de su esposo, Harper (Jessie Buckley) renta una casa en el campo para alejarse del mundo y superar la trágica separación. Durante su retiro, la mujer denuncia el acoso de un hombre desnudo (Rory Kinnear), pero los habitantes de la comunidad (todos con el rostro de Kinnear) no responden al llamado de auxilio, todo lo contrario, parecen sumarse al hostigamiento colectivo contra ella.
Si bien la violencia gráfica es motivo de escándalo, la tibia recepción de Anticristo (2009), ¡Madre! (2017) o El sacrificio del ciervo sagrado (2017) se debe más a la rocambolesca fantasía alegórica de sus relatos, denostados como autorales intentos fallidos por desconcertar al espectador. Men va por el mismo camino. La nueva película de Alex Garland es un cuento encriptado sobre la violencia de género, en respuesta a una personal necesidad literaria de sustituir la legibilidad inmediata por recursos poéticos demasiado ambiguos.
En términos generales, el universo de Men está inspirado en la figura del “Hombre Verde” (los relieves con cabezas foliadas vomitando hojas), iconografía tradicional del folclore medieval anglosajón y “logo” de varios pubs en Gran Bretaña. La mitología alrededor del ornamento arquitectónico es debatible, debido a su naturaleza tambaleante entre el paganismo y la cristiandad, pero siempre dentro del imaginario colectivo relacionado con la fertilidad y resurrección. El horror corporal hacia el final del filme, con la aparición de dicha criatura, es una relectura “moderna” de símbolos tradicionales, corriente estilística liderada por obras de Ari Aster y Robert Eggers. Pese a lucir arbitraria la propuesta estética del director británico, todo se mueve en torno de la cultura popular del “viejo” mundo occidental.
Aunque la ciencia ficción pareciera el hilo conductor de la obra de Garland, Men viene a confirmar que mayor es su interés por las relaciones afectivas, debido a que en su filmografía se abordan lazos emocionales desde el holograma mental, con entidades no “humanas” idealizadas a partir de recuerdos, como el alien con rostro de Oscar Isaac (Aniquilación, 2018), la inteligencia artificial rebelde de Ex-Máquina (2014) o el más allá virtual de Devs. Mientras las protagonistas de Aniquilación y Devs comienzan con la desaparición de sus respectivas parejas, buscando respuesta a sus partidas, Harper intenta olvidar la muerte de su esposo, quien tomó una solución extrema para lo que debió ser un divorcio en buenos términos. Ese punto es muy importante, porque se puede interpretar al exilio campestre como una continuación de la pesadilla matrimonial previa al trágico evento.
Dentro de la estética gótica contemporánea, como El Babadook (2014) o las series de Mike Flanagan para Netflix, el dolor se manifiesta en forma de entidad siniestra alimentada por sentimientos oscuros. Aun cuando se trata de un duelo mal superado, la estadía veraniega de Harper también está siendo motivada por la “culpa” y es ahí donde los diferentes Rory Kinnear sirven de manifestación simbólicas de los diferentes horrores conyugales, basados en pura ideología patriarcal. ¿Recuerdas cómo se odió a Summer de 500 días con ella (2009) sólo por decirle “no” a Tom? Bueno, pues Men ahonda sobre la exigencia social de tolerar el patetismo masculino por el simple hecho de ser “buenas personas”.
El “Hombre Verde” es una metáfora de la masculinidad tóxica, quien usa el chantaje emocional como último recurso contra la “crueldad” femenina y su indiferencia al dolor patriarcal. Según el director, dicha batalla se ha librado a lo largo de la historia y no es “moda pasajera” resultante del #MeToo: “es el tipo de cosas de las que mis padres podrían haber hablado en la década de 70s”, menciona. La violencia psicológica no sólo se queda en la lectura unívoca del hombre aliado deconstruido, la riqueza simbólica convierte a este thriller surrealista (con aires confesos de la Hammer) en una caja de sorpresas inquietantes y hasta humorísticas.
El espacio físico es importante en la curva ascendente del suspenso, pues constituye otra entidad con vida propia. Muy en la línea del gótico literario, la casa (rodeada de vidrios y expuesta al exterior) tiene el rol de siniestro paraíso, con regencia directa del dios más retorcido y misógino posible. Es comprensible el desconcierto de la audiencia, debido a las altas exigencias para cualquier película con mínimas notas de horror, pero su particular premisa le da la oportunidad de alcanzar (en un futuro) el título de película de culto, similar a la progresiva revalorización de ¡Madre! Por el momento, sólo le queda sobrellevar las críticas negativas de los primeros visionados.
Men se estrena en México el 15 de diciembre.
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