Fauna: perdidos en la representación

Por: Carlos Carrizales
En su texto Crítica a la Comunicación, el autor Lucien Sfez apunta que la idea de representar, es decir, de presentar nuevamente algo, salvaguarda la integridad del sujeto y el objeto; ambos son objetivos, reales, y están separados. Hay algo en medio, un canal o una técnica, que asegura que el sujeto pueda referir al objeto, rehacerlo tal como lo ve o lo quiere ver, pero, en principio, ambos siguen estando ahí. En Fauna (Nicolás Peredo, 2020), este esquema se trastoca: primero, la representación se vuelve tan fascinante, tan atractiva, que embelesa a los sujetos. Luego, los abarca en sí. En el fondo, yace algo oscuro: la relación misma que se tiene con la violencia.
Una pareja de actores, Luisa (Luisa Pardo) y Paco (Francisco Barreiro), llegan de visita al alejado y quieto pueblito minero donde viven los padres de ella (Teresita Sánchez y José Rodríguez). A la cita se presenta también el hermano de Luisa, Gabino (Gabino Rodríguez), con solo un ramo de flores y un libro. Tras una tarde de interacción diluida e incómoda, a medio camino entre lo absurdo y la tensión, Gabino le contará a Luisa de qué trata el pequeño viejo libro que trae. Se abre así otra realidad, la de la historia del libro: utilizando a los mismos actores, pero en diferentes papeles, se cuenta ahora el relato de un hombre que llega al pueblo buscando a un tal Rosendo Mendieta, y que en la espera por el encuentro se topa casualmente con una mujer que le pide ayuda para rescatar a su hermana de una relación violenta. Involucrando personas desaparecidas, algún cacique local y crimen organizado, las dos partes de la película se amalgaman insospechadamente, fundiendo una en la otra en un juego de espejos que se reflejan su propia imagen.
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En la primera mitad (la que se centra en la reunión familiar), una escena condensa los primeros quiebres con el esquema representativo. El atractivo principal que el padre y Gabino encuentran en Paco es que salió en Narcos: México (2018), la serie de Netflix, aunque no dijo nada. Primer acto de confusión, del mundo de este lado de la pantalla, a la historia: Francisco Barreiro, intérprete de Paco, efectivamente salió en la serie y, efectivamente, no tuvo ningún diálogo. Además de funcionar como gag referencial a la carrera del actor, comienza el juego al hacer que su biografía coincida con la del personaje; el dato vale tanto afuera de la pantalla como adentro, en una operación doble: la primera referencia es de la historia hacia sí misma, la segunda, de la película Fauna al mundo factual. Pero sigue.
Poco les importa que no haya dicho una sola línea en sus breves apariciones, le piden que actúe. “A ver, hazle”, pide el papá. Ante lo insípido de sólo hacer miradas y gestos, reproduce en cuerpo y voz un diálogo que en la serie dice Diego Luna al final de la primera temporada. En su evocación de poderío ilícito, de unión de fuerzas mal habidas, de pronto Paco ya no es él: es uno de los narcos de la tele. Y para sus interlocutores aquellos son mucho más interesantes que el hombre que está enfrente de ellos, quien es novio de su hija y de su hermana. Ahí reside su atractivo y, quizás, su única conexión con ellos: su poder de representar, de ponerles en frente nuevamente aquello que ya se ha visto; primero, en una pantalla y, antes de eso, en la vida real, pues conocen a la hija de un desaparecido, Rosendo Mendieta. Es decir, conviven con el crimen. El crimen sucede en el país, después Netflix hace una serie de los criminales y, por último, Paco representa un personaje de esa serie. En tanto hace su labor de representar, lo miran. Si deja de hacerlo no hay nada que comentar.
La representación es entonces, por sí misma, motivo de embelesamiento. Por eso Luisa está tan angustiada porque no actúa bien, ya que ese poder de encantamiento se le escapa. Y en una sociedad fragmentada, cuyos referentes ya no cumplen la labor de cohesionar, el representar o actuar tienen el poder de garantizar la objetividad… o de simularla. Lo que la película de Pereda pone de relieve en ese momento es el triunfo de la reconstrucción, la conexión sólo lograda a través del “hacerle como si”; representar como acto de re-conocer el mundo y, aún más, como único acto de soportar el mundo y de convivir entre sí. Sin mayor cohesión con lo que se tiene enfrente se opta por celebrar el canal. Se prefiriere el mapa sobre el paisaje.
Mas, ¿con qué herramientas se recrea la realidad? ¿Qué repertorio de ideas validan esa recreación? Pereda lo tiene claro: ideas celebratorias sobre el crimen y los criminales. Ya no sabemos cómo hablar de la violencia y del crimen organizado fuera de los referentes en que se han erigido las poderosas, omnipresentes y espectacularizadas representaciones de Netflix y similares. Pensamos la violencia y a sus perpetradores como los han pensado las industrias culturales que nos rodean, tal vez porque ya no sabemos cómo actuar en contra de ello y por eso nos cautivan sus imágenes.
Pero Fauna va más allá. Cuando convierte la trama del libro en el nuevo escenario, pasa del encantador mundo de la representación, ese que aún con un repertorio conceptual trasnochado distinguía al observador de lo observado (y que celebraba la preposición “con”), al mundo de la confusión. La operación es contundente por lo que implica: crea al doble. Mismos actores, mismos rostros con otros nombres, objetivos y ocupaciones. Lo que en la primera parte de la película no es más que un relato en un librito, engulle la realidad en la segunda parte. Entonces, la representación creada crea, y crea nada más y nada menos que la nueva realidad. Este camino confunde, amalgama, rompe la jerarquía sujeto-objeto y vuelve a los personajes huevo y gallina, ¿cuál fue primero? ¿Cuándo actúan: cuando son familia? ¿Gabino es el que busca a Rosendo Mendieta o es el hijo taimado que llega con unas flores? ¿Laura es Fauna, su hermana Flora o es Laura nomás, la deficiente aspirante a actriz? ¿Quién crea al otro? ¿Cuál es el cuento?
Una posible respuesta, la que parece sugerir el final, es que por la representación la realidad es. Esa es la idea contemporánea sobre la violencia y el crimen: que son y pasan como en las historias. La referencia les da su propia sustancia. La percepción del mundo del narco es más parecida a lo que las grandes industrias culturales nos han contado que es, que a lo que cuentan otras voces, las que no están reflejadas en posters estilizados ni tienen diálogos de final de temporada. Incapaces ya de abordar la violencia o de resistirla, nos fundimos con las historias que sobre ella se han contado: esa es la nueva relación.
La película expone, en primer lugar, a individuos que actúan o buscan actuar, que quieren representar otros objetos/sujetos con los que comparten el mundo. Pero en el hechizo de hacerlo y verlo se pierden, confundiéndose con lo actuado hasta que se convierten en él. Y sus dobles hablan por ellos en adelante, hasta el final de la película. Nos quedamos adentro del relato hasta que la voz en off de Gabino (quien cuenta la trama del libro) le susurra algo al oído a su hermana, algo que no escuchamos, como para mantener a raya ese mundo que ya no veremos de nuevo porque la historia de Fauna y su hermana y de este hombre que busca a Rosendo Mendieta (el siempre desaparecido, aunque por motivos distintos en una y otra parte del relato) perfectamente puede pasar por la nueva realidad.
Entre menos atención se presta a lo que de referencia con lo real tienen las representaciones, mayor es su poder de convencimiento, de simulacro. No sólo el delito y la actitud ventajosa han dejado de ser novedad hasta infiltrarse en las relaciones e intercambios cotidianos (como cuando el papá de Laura le revende con sobre precio una caja de cigarros a Paco, sin saber quién es en ese momento, aprovechándose de que compró las últimas), sino que ahora, presentados por medios y narrativas espectacularizadas, abarcan en sus representaciones la relación misma de la sociedad con la violencia, infiltrando la consciencia social para sustituir su cruda realidad por su artificial referencia.
Fauna nos confronta con la confusión de ver algo y serlo o, más exactamente, de “hacer como si” se fuera. No obstante, muestra, sin perder su humor seco, que una sociedad que ya no soporta su realidad puede rendirse ante las historias que se cuenta sobre ella; imitándola, reconstruyéndola, pero poniéndole nuevos nombres a rostros conocidos, a lugares visitados, a historias sufridas. Prefiriéndolas para perderse en ellas .
Fauna, distribuida por Interior XIII, e estrena en cines de México el 23 de junio.
✨Les compartimos el circuito de estreno de 𝐅𝐀𝐔𝐍𝐀🕶️, de Nicolás Pereda.
Estamos muy, muy emocionadxs por su llegada a cines. Gracias por tanto cariño. ¿A dónde irán a verla? 🔥
𝐅𝐀𝐔𝐍𝐀🕶️ en 🇲🇽 pic.twitter.com/wEp21N8XvM
— INTERIOR XIII (@InteriorXIII) June 22, 2022
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