The Northman: la película de Eggers más separada de su estilo | Crítica

The Northman (El hombre del norte) es un espécimen en peligro de extinción. Se trata de un blockbuster que no adapta alguna franquicia previa rentable, no lo respaldan miles de fans expectantes a ver a sus personajes favoritos en la gran pantalla. En cambio, se basa directamente en una épica vikinga de la Gesta Danorum, cuya historia reinterpretó Shakespeare al escribir Hamlet, quien a su vez inspiraría decenas de relatos modernos. La nueva película del director Robert Eggers es más cercana a las ambiciosas producciones de la segunda mitad del siglo XX (Ben Hur o Spartacus) con la particularidad de poseer una sombría y seductora personalidad.
En La bruja, Eggers indagó en la relación entre la feminidad y lo prohibido, valiéndose del folclor de Nueva Inglaterra del siglo 17. En El faro jugó con la penitencia en un escenario claustrofóbico. Por estos temas íntimos, sumergidos en universos fantásticos, el cineasta estadounidense ha sido celebrado; no sorprende desde este apartado que uno de sus nuevos aliados sea el escritor y poeta islandés Sjón, recurrente colaborador de Björk y coescritor en Lamb. Sin embargo, El hombre del Norte retoma los lugares comunes de las producciones relacionadas a la cultura vikinga, y las aspiraciones del cineasta y su equipo quedan algo desdibujadas para dar paso a la espectacularidad de grandes proporciones.
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A fin de cuentas, Regency Enterprises y otras productoras del filme no estuvieron dispuestas a arriesgar alrededor de 90 millones de dólares para que las inquietudes del director se alejaran demasiado de las convenciones populares sobre los antiguos guerreros nórdicos. En distintas entrevistas, Eggers ha dejado ver cierta decepción ante su última obra, en The Guardian incluso la describió como una “macho movie”. Si bien los elementos estéticos del cineasta están en un buen terreno, sus inquietudes filosóficas no tienen cabida y se notan desplazadas.
La épica está configurada con un tono que pareciera aguardar a los acontecimientos un giro existencial, pero esto no sucede, incluso cuando uno de los pilares de nuestro héroe Amleth (Alexander Skarsgård) es destruido, su objetivo tambalea y la película advierte una fuerte crisis en la travesía, pero inmediatamente entra la convención del interés amoroso para reencaminar el cauce de la historia.
La críptica indagación en los conflictos íntimos de los personajes que vimos en sus películas pasadas ha sido reemplazada con una aventura más digerible pese a su visceralidad, en la cual el desarrollo de sus personajes lo llevan las mujeres. Olga (Anya Taylor Joy) figura como la aliada del héroe y la reina Gudrún (Nicole Kidman) como la madre, ambas hacen un interesante juego de similitudes y contrastes, comparten espíritu insubordinado y mente maquiavélica que recuerdan a Lady Macbeth y Yocasta. Sus participaciones son enigmáticas y de gran peso significativo en la historia, pero quedan hasta cierto punto eclipsadas por el show barbárico.
Aunque es en el tratamiento de la magia donde es más reconocible la firma de Eggers, pues se traslada orgánicamente de lo convencional a lo místico y no pierde fuerza ninguno de los dos elementos. Esta satisfactoria integración convierte de una recreación de época a una reinterpretación cultural, en la que la fantasía yace en cada rincón, aunque no se anuncie. Recuerda un poco a la exploración del mundo que diseñó David Lowery y compañía para El caballero verde, aunque con ambiciones encaminadas a rumbos distintos.
Se trata entonces de la película de Eggers que más se separa de su estilo. Esto no significa que el filme se una simple copia y pega de los grandes estudios. De hecho, resulta brillante en su montaje ágil pero tenso, cuyos cortes no son necesariamente rápidos, sin embargo el caos contenido en varios encuadres roza con lo enloquecedor. Si bien, este salvaje ritmo podría nacer de las peticiones del estudio, es necesario señalar la sensibilidad de su editora Louise Ford, aliada de Eggers desde su debut en los largometrajes. Ford concadena las escenas con cierto misticismo y las deja fluir al ritmo de la banda sonora, compuesta en esta ocasión por Sebastian Gainsborough y Robin Carolan (otro colaborador habitual de Björk).
Con todo y el choque de intereses, El hombre del norte es una épica redonda y terriblemente divertida, que aunque llena de convenciones, brillan por su particular personalidad. En este sentido, se trata de una gran producción que cada vez es más probable que desaparezca, pues si bien los vikingos suelen tener títulos rentables, este primer fin de semana no ha sido muy gratificante en su taquilla, muy seguramente por su estreno a la par de Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore. Otra confirmación de que el blockbuster cada vez depende más de elementos fuera de la película misma.
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