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‘Fue la mano de Dios’ y la necesidad de contar historias

Fue la mano de Dios y la necesidad de contar historias

Por: Iván Guzmán

En 2014, la película La gran belleza ganaba el Oscar a Mejor Película en Lengua Extranjera. Paolo Sorrentino, un director relativamente novel en ese momento, recibió la estatuilla y agradeció a sus influencias, entre las que enlistó a Fellini y a Diego Armando Maradona. Más tarde, el director italiano aclararía que el futbolista argentino le salvó la vida, y es justamente esta anécdota la que da el eje narrativo a Fue la mano de Dios (È stata la mano di Dio).

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En esta nueva entrega asistimos al coming of age de Fabietto Schisa, un joven napolitano. Los sucesos tienen lugar en la década de los 80, tiempo en el que Maradona llegó a jugar al Napoli, un pequeño equipo local que, además, es por el que hincha nuestro protagonista. En este sentido, la película se une a la tendencia del cine autobiográfico que ha tenido cierta relevancia en recientes producciones cinematográficas; sólo por citar a un par podemos poner de ejemplo a Roma de Alfonso Cuarón y a Belfast de Kenneth Branagh. Quizá, la diferencia es que Fue la mano de Dios se trata de un coming of age en el cual se ve retratada una de las transiciones más complejas que puede sufrir el ser humano, que va más allá de dejar de idealizar a los padres y descubrirlos como todo un abanico de virtudes, defectos y contradicciones, además del proceso que supone el aceptar que tus padres ya no están contigo. Asimismo, en el proceso del protagonista encontramos el encuentro con una vocación, la idea de madurez que se muestra en forma contraria a la de su hermano, quien no termina por definir cuál será el rumbo de su vida.

Fue la mano de Dios y la necesidad de contar historias

Fue la mano de Dios está plagada de secuencias que deambulan entre lo real y lo onírico, entre ellas la intromisión del director Antonio Capuano quien, citemos aquí toda la ascendencia Italiana posible, funge como un Alfredo de Tornatore o como un Virgilio de Dante, quien no sólo lo guía para salir del infierno por el que está atravesando, sino que le muestra el camino hacia el paraíso. Sorrentino deja de manifiesto la importancia de Nápoles como un actante más de su película, pues la historia se nutre de sus paisajes, de sus personajes y sus leyendas, como es el caso de “El monjecito” o la misma caverna donde tiene lugar su “renacimiento” tras una larga conversación con Capuano. En entrevista para El País, Sorrentino dijo que “Los hechos no son todos reales. Las emociones, sí”.

En cuanto a la construcción de la película, Sorrentino se permite alejarse de su estilo con el afán de contar su historia, casi podría decirse, de manera terapéutica. Quizá sea por esto que el ritmo se rompe tan abruptamente tras la secuencia de la experiencia traumática que sufre el protagonista. Esta ruptura del ritmo podría tratarse de un paralelismo con la propia vida del Fabietto, quien tras el suceso sufre una especie de letargo que sólo quiebra mediante el consejo de Capuano.

La música fue bellamente seleccionada y funciona a la perfección con las situaciones que enmarca, como las remembranzas de Fabietto de su familia compartiendo una vespa o los encuentros fortuitos en las calles con personajes irreconocibles, su primer encuentro con la realización cinematográfica —la cual admira como quien acaba de encontrar el eslabón perdido— así como el descubrimiento del deseo y ímpetu sexual encarnado en la tía Patrizia.

Suena a lugar común afirmar que Fue la mano de Dios es la película más personal del director, sin embargo, resultaría difícil describirla de otra manera. Se trata de una obra con una belleza muy particular, pero que no encaja con los estándares del autor (y su estilo tampoco planea hacerlo), pues tal como lo enuncia Fabietto tras la interrogante de Capuano: él tiene una historia que contar.

La importancia de Maradona en Fue la mano de Dios 

Para entender la relevancia de Maradona en el contexto de Fue la mano de Dios, habría que mencionar que el futbolista fue siempre visto como un jugador del y por el pueblo, venido de los arrabales de Argentina y que logró no sólo conquistar cuanto campeonato se propuso, sino ser fuente de inspiración para muchos de sus seguidores. Fue siempre un personaje de izquierdas, con un retrato de “El Che”  tatuado en el brazo y quien llevó una venganza contra los ingleses tras la derrota de las Malvinas, en contraposición de Pelé, a quien hasta hoy se le reprocha haber guardado silencio durante la dictadura militar brasileña pese a su influencia política. Por todo lo anterior, Maradona llegó a ser considerado por muchos como un Dios (polémica siempre incluida) y Sorrentino no fue la excepción, pues él asegura que Maradona como si de un Dios se tratase, fue quien le salvó la vida.

Fue la mano de Dios está disponible en Netflix 

Ve aquí el trailer de Fue la mano de Dios

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