Una película de policías: la dirección de Ruizpalacios alcanza su punto más creativo

En Güeros (2014) y Museo (2018) su director mantiene una particular forma de retomar hechos reales, con los cuales nos lleva a historias de callejones sin salida propias de la rebeldía en la juventud. Pero quizá lo más destacado, y el encanto que une a ambas, es cómo Alonso Ruizpalacios se apropia de ellos —una huelga de la UNAM y el gran robo al Museo Nacional de Antropología e Historia— incluso desde la comedia para priorizar y hablar de estos temas que le interesan. Así es como tenemos que Museo no es sólo una entrega sobre el robo del siglo, y Güeros, mucho menos, es una película sobre la conocida gran huelga. Son más historias sobre la insolencia, la desvergüenza y la amistad.
Hay quienes gustan y quienes no de la manera en la que Ruizpalacios se adueña de los hechos y los moldea, pero no hay duda que desde Güeros se presentó como un director arriesgado, poco comprometido con lo que debe ser y que se divierte. En esto, el cineasta se parece un poco a los personajes de dichas películas. Un ejemplo es cómo juega con elementos como la exactitud de la temporalidad; en Güeros alguien se puede sentir en 1999, pero también 2014, sin embargo, la mezcla irreverente entre el día a día de una huelga, el roadtrip de un grupo de amigos y la búsqueda de un genial rockero sobrepasa a ese tipo de detalles.
En Una película de policías (2021) el director deja claro que con descaro y maestría puede tomar los elementos cinematográficos para jugar con la forma y entregar algo inolvidable. En este más reciente trabajo evoluciona en las convenciones de sus dos anteriores largometrajes y logra un equilibrio entre la historia propia de un par de personajes y una película sobre un tema social. Tenemos a un par de policías que en su juventud deciden meterse por diferentes razones a esta profesión, y que juntos enfrentan sus obstáculos, pero también tenemos una película sobre la policía de la Ciudad de México. Una película de policías es ambas cosas y desde ahí empieza su genialidad.
Sugerir que este trabajo es tal o cual es difícil, porque sorprende cuando más se cree que ya entendimos las reglas del camino y sabemos a dónde pretende llegar. Se trata de un documental con una peculiar creatividad que nos recuerda la importancia de cada departamento que hace al cine, especialmente la actuación y el montaje, este a cargo de Yibran Asuad, que recibió el Oso de Plata a la contribución artística en la Berlinale y quien anteriormente ganó el Ariel a Mejor Edición con Fernando Frías por Ya no estoy aquí. En los protagonistas, Raúl Briones (Montoya) y Mónica del Carmen (Teresa) interpretan en toda la extensión de la palabra; muestran una preparación extraordinaria (quienes ya vieron la película coincidirán en que no exagero) y literalmente se apropian de los personajes. Da gusto verlos juntos de nuevo después de Asfixia (Kenya Márquez, 2019) que desafortunadamente no le hace justicia a la fuerza que puede alcanzar esta pareja en pantalla.
En cuanto al montaje, en una época en la que el cine más visto en las pantallas se sirve de la edición para favorecer un ritmo “entretenido”, pero muchas veces es más una intención efectista, llega una película que no está peleada con ser entretenida y tomarse el tiempo en su puesta en cámara y recurrir al montaje más puro para hilar un tema impactante desde un ángulo que no estamos acostumbrados. Una película de policías nos enfrenta desde ahí porque se aleja de las preguntas y respuestas más obvias como ¿son malos o buenos los policías? En su lugar, nos mete a un problema sistémico desde la historia de personas que a diario lo viven, y que también lo construyen con las decisiones que van tomando. Al entregar un retrato completo de ambos personajes, más que decir que ser policía es bueno o malo, nos muestra los posibles porqués de los comportamientos; entrega una cartografía merecedora de estudio para avanzar en soluciones de un sistema policial lleno de grietas, cuyas consecuencias se ven en el día a día de la sociedad.
Y aunque en Una película de policías vemos al director en su versión más seria por el tema, y al más arriesgado con un sólido documental impresionante, también lo encontramos en su faceta más sensible al mostrar un lado humano poco visto. Sin embargo, ahí sigue el Ruizpalacios que no abandona la comedia, la diversión y las historias de amor. Es una película que no está peleada con nada, y un director que tampoco lo está con nada, cuya seguridad en su experimentación es digna de aplaudir.
Una película de policías está disponible en cine mexicanos y llegará a Netflix el 5 de noviembre.
Ve aquí nuestro análisis de Una película de policías
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