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“Las limitaciones a veces son el detonante de la creatividad”: Fernanda Valadez

"Las limitaciones a veces son el detonante de la creatividad": Fernanda Valadez

En el marco del estreno de la ópera prima Sin señas particulares, el título nacional más premiado internacionalmente en el 2020, platicamos con su realizadora sobre el proceso de producción y dirección de la película, la visión del cine como fuerza colectiva y la importancia de las narrativas que señalen la aguda realidad del país.

La idea del largometraje comenzó luego de que la cineasta mexicana dirigió 400 maletas (2014), el segundo cortometraje de su filmografía: la historia sobre Magdalena, una madre que viaja hacia la frontera de los Estados Unidos en búsqueda de su hijo desaparecido. Aquella película, finalista para competir por el Oscar estudiantil en 2015, fue el punto de partida para ampliar la investigación a través de material periodístico y documental sobre personas desaparecidas y la lucha de sus familiares por encontrarlos.

Sin señas particulares acompaña a Magdalena en su camino desde Guanajuato hasta la frontera en búsqueda de su hijo, Jesús, quien lleva dos meses desaparecido desde que salió de su hogar para cruzar a los Estados Unidos junto a su mejor amigo, Rigo. En su viaje por carreteras y paisajes, cada vez más solitarios, se interna en un escenario dantesco que muestra la sanguinaria realidad dominada por el crimen organizado.

“Casi todo fue [grabado] en Guanajuato, en una comunidad que se llama Cajones. Lo que tuvimos que hacer, porque teníamos un presupuesto muy acotado, fue grabar a lo largo de distintas estaciones en la misma comunidad para que se sintiera que era un espacio distinto y en realidad sólo viajamos a la frontera para hacer las secuencias de la casa del migrante y el cruce fronterizo”, comparte la directora. 

Mientras Magdalena se encuentra más cerca de concluir su búsqueda por la verdad, los escenarios a los que se enfrenta son más ominosos. Por ejemplo, al llegar al pueblo de Ocampo, la protagonista y Miguel —un joven migrante con quien se encontró en el camino— son testigos de las ruinas y el abandono de un pueblo entero (casas abandonadas, trastes y ropa tirada, animales muertos por falta de alimento)  a causa del narcotráfico. Respecto a esta característica, Valadez expresa: “desde la escritura tratábamos que la película comenzara muy realista, que se sintiera casi como un documental y fuera trasformándose para que los paisajes pudieran expresar las emociones de los personajes”.

Tal expresividad se conjunta con la sutileza de los planos que la directora trabajó en conjunto con la directora de fotografía, Claudia Becerril (El viaje de Keta, 2018). La violencia se sugiere a lo largo del largometraje y en su lugar sólo escuchamos sonidos que provienen de algún lugar que está fuera del cuadro: el ruido de pasos o un grito de dolor luego de dispararse un arma. La decisión alcanza su punto máximo en una de las secuencias más poderosas de la cinta; el momento en el que Alberto Mateo, el único sobreviviente que viajaba en el mismo autobús que Jesús, le describe a Magdalena su encuentro con “el diablo”.

"Las limitaciones a veces son el detonante de la creatividad": Fernanda Valadez
Sin señas particulares

“En algún momento cuando yo le estaba dando una pasada a la escritura me empecé a ir hacia el otro lado, a sobredescribir la violencia. Lo leyó Astrid, porque trabajamos así: le doy una pasada, luego Astrid, luego lo leemos en voz alta, vamos ajustando a cuatro manos. Ella me hizo notar que era un error porque todo el planteamiento era desde la perspectiva emocional del personaje y fue ella quien tuvo la idea de decir ‘tenemos que utilizar figuras metafóricas para expresar la violencia, va a ser mejor’. Ya que tomamos la decisión y decidimos utilizar la figura del diablo fue que la escritura fluyó mucho mejor, fue una lluvia de ideas que de pronto se enriqueció y llevar eso al rodaje fue el reto que teníamos, que esa secuencia pudiera expresar la barbarie, la brutalidad pero al mismo tiempo el impacto de la violencia en las personas que la sufren y bueno. Eso fue la secuencia más retadora, creo, en términos de producción y realización”.

Sin señas particulares fue de las últimas películas en estrenarse con el sello del estímulo fiscal del Foprocine, programa suspendido a partir del 2020, sin embargo, el apoyo que recibió no fue el esperado, y el equipo tuvo que enfrentarse a nuevos retos durante la producción. Según la realizadora, ya que debieron cambiar el rumbo de la dirección por falta de capital, concluyeron que era mejor utilizar de manera sistemática el recurso fuera de campo para reducir tomas.

“Por un lado, las limitaciones a veces son el detonante de la creatividad, tener poco presupuesto nos obligó a tener que rediseñar la manera en la que íbamos a filmar; usar una cámara muy chiquita para que no se requiriera tanta gente asistiendo a Claudia, porque ella es una mujer orquesta”. Además, la cineasta subraya que con la experiencia previa en Los días más oscuras de nosotras (Astrid Rondero, 2020) y en sus anteriores cortometrajes, ya tenían la “maña” para producir con menos dinero.

“Y por último el apoyo de toda la gente de Guanajuato, que si eso lo contamos en dinero, es una película de mucho más presupuesto; el hospedaje, la comida que nos dio mi familia, coches que nos prestaron, locaciones que no nos cobraron. Eso nos hace reflexionar que sí podemos pensar esquemas de producción menos caros, pero tampoco tanto”.

Hacia el desenlace de Sin señas particulares se revela un giro en la trama que quizá recuerde el tema que aborda el documental La libertad del diablo (Everardo González, 2017), durante la secuencia las sutilezas dejan de serlo y dan paso a la tragedia.

“Eso está desde la idea del cortometraje. Creo que era una de las cosas que más claras teníamos, y creo que en ese final es donde está un poco la reflexión final de la película de este vorágine de violencia que hace que a veces la separación entre víctimas y perpetradores sea un terreno muy pantanoso porque los perpetradores muchas veces han sido víctimas de la violencia”.

La participación de las mujeres en el cine mexicano

Sin señas particulares destaca, además de los elementos narrativos, de dirección y producción, por el equipo que hay detrás: Claudia Becerril en la fotografía, Clarice Jensen en la música, Susan Korda en la edición (junto a Astrid y Fernanda), Dalia Reyes al frente de la dirección de arte y Aura Genio en el departamento de continuidad. Con respecto a este equipo conformado por mujeres, la cineasta considera que es importante que dentro de la industria haya cada vez más inclusión de género, de diversidad sexual, de orígenes sociales y étnicos, pero también es relevante contemplar el trabajo en conjunto para lograr la consolidación de una película.

“Creo que todavía esos son retos del cine mexicano. En el caso de nosotras que muchas somos mujeres, muchas de nosotras de diversidad sexual, creo que lo que hemos entendido que en equipo somos más fuertes y es un poco trabajar en contra de la expectativa de lo que importa es el director; en nuestro caso creo que entendemos muy bien que lo que importa es el proyecto y entonces es así como que nos vamos cambiando sombreros, a veces yo produzco, a veces realizo otra labor y el hecho es que como equipo creativo vamos impulsando proyectos que nos interesan y nos apasionan”, comparte Valadez. 

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y la Cuenta Satélite de la Cultura de México, retomados por el Anuario de Cinematografía, la participación de la mujeres estuvo entre el  38 y 41 % entre los que se menciona el nombre de Tatiana Huezo, Issa López, Paz Alicia, Carolina Rivas, por mencionar algunas. De ese porcentaje, el 30 % representa el trabajo de directoras, seguido del 39 % en guion, 56 % en producción y un 21 % en cinematografía.

“Como mujeres es muy importante porque tenemos menos espacio, y nos hemos ido reclamando, eso es muy positivo pero todavía hay una brecha muy grande por recorrer en términos de estadística (…). Tenemos mucho camino por delante y es importante que lo recorramos juntas”.

Sin señas particulares y el contexto actual 

Por último, Fernanda Valadez menciona la importancia de ver y reflexionar alrededor de títulos que aborden la situación de inseguridad que se vive en el país por encima de otras obras que resalten o idealicen la figura del narcotraficante o de la violencia en nuestro país:

“A lo largo de tantos años violencia que hemos vivido en México y de noticias sobre la violencia puede ser que nos hayamos desensibilizado, y por otro lado las cifras y las estadísticas nos arrojan este impacto emocional de las víctimas, que creo que tratamos de hacer en Sin señas particulares, de acercarnos a esta realidad de manera muy personal, humana por decirlo de alguna manera, vinculándonos con ella como si fuera de nuestros familiares o de alguien cercano porque creo que al final esto es algo que nos impacta a todos”.

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