“A veces las películas hablan más de quien las hace”: directora de ‘La mami’

Como parte de las actividades programadas de la onceava edición del Festival Internacional de Cine de la UNAM (FICUNAM) se exhibió La mami (2019), tercer largometraje documental de Laura Herrero Garvín. En una videollamada desde su tierra natal, España, la cineasta platicó con Zoom F.7 sobre el proceso creativo detrás del proyecto; el surgimiento de la idea, los personajes y su visión del quehacer cinematográfico.
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La historia relata la jornada laboral de Doña Olga dentro del cabaret Barba Azul, lugar fundado hace más de 60 años en la Ciudad de México. Dentro de sus instalaciones, ‘La mami’, se encarga de cuidar el baño de mujeres y también a las chicas que noche tras noche trabajan como pareja de baile o compañeras de tragos de los clientes, en su mayoría hombres, que llegan al salón. La cámara se interna en este espacio íntimo para mostrarnos la otra cara de la vida nocturna que las chicas siguen sin descansar.
LHG: Yo llegué al Barba Azul por casualidad, en una de las idas al baño las descubrí. Entendí lo importante que era ese espacio para que estas mujeres pudieran hacer su trabajo a gusto; tener un espacio de respiro, un espacio para hablar, para descansar. Y recuerdo cuando encontré el lugar, cuando encontré este espacio: me sentí atraída. No por el cabaret, ni por el modo de las ficheras. Me sentí más atraída por este espacio esencial para el mundo de estas mujeres que hoy trabajan ahí.
La cineasta comenzó a visitar a Olga con frecuencia para entablar un ambiente de confianza con ella y las chicas antes de plantear meses después el proyecto que tenía planeado.
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LHG: Entendí que sería un proceso muy largo de investigación, y cuando empecé a trabajar con ellas también definí las formas que podrían aparecer en la película, que esto creo que fue muy importante: entender que si no querían salir no iban a salir.
Había cuatro fases: no salir; salir sólo con voz, pero sin cuerpo; salir con voz y con cuerpo pero sin cara; y salir con todo. Como yo también manejé la cámara en el baño sabía cómo podía moverme y a quién tenía que grabar y a quién no. Así empecé a trabajar con ellas y eso funcionó muy bien, les dio mucha confianza. De hecho al principio sólo querían aparecer sólo cuatro y al final terminaron apareciendo un montón, se fueron animando.
El baño se encuentra en el segundo piso del bar, conectado por unas escaleras que dan hacia la pista de baile; ese cuarto pequeño funciona de locación principal para el desarrollo narrativo del documental, estrenado por primera vez en nuestro país en 2020 durante el Festival de Cine de Guadalajara (FICG).
La cineasta recalcó que durante la grabación del largometraje contrastó el ambiente del interior con el exterior; cuando las luces se encienden y empieza el espectáculo. Con el objetivo de definir a sus personajes a través de los diferentes espacios en los que se desenvuelven.
LHG: (…) en la pista de baile los colores son intensos, es el espacio de la competición, del lenguaje corporal; es el espacio más masculino, el único espacio en la película donde una voz canta esta música que tiene que ver con el amor romántico, con los celos, las tensiones, las pasiones, y ahí la cámara es mucho más subjetiva, se mimetiza.
En la parte de arriba reposamos y observamos este espacio que es más de colores suaves, más luminosos. Hay reflejos, todo se ve y es un espacio mucho más cálido. La cámara ahí está mucho más quieta; es el espacio de la palabra, del desahogarse, del ser ellas mismas.
Uno de los elementos más característicos del largometraje, producido por Laura Imperiale (Bosque de niebla, Mónica Álvarez Franco, 2017) se encuentra en la posición de la cámara, a la altura de los ojos de la protagonista. Su mirada es el reflejo de la experiencia, ella al igual que las chicas sufrió los desvelos y las borracheras obligadas; ahora sentada en un rincón, es quien las mira y acompaña cada noche.
La documentalista estrechó un puente entre el pasado y la actualidad; quería conectar la calma del baño (donde está Olga) con lo qué pasa en la pista de baile; Priscila fue ese punto de vista, una de las nuevas empleadas del Barba Azul.
LHG: En su primer día Priscila tiene mucho miedo, entonces bajamos con ella esa primera vez y fue maravilloso, súper revelador poder hacerlo de esa forma (…) porque al final la película tiene como centro a La mami, pero también tiene como centro a Priscila. Al final se convirtió en una película sobre un encuentro entre dos mujeres.
El largometraje, que también se estrenó en la décima quinta edición de Ambulante en Casa, configura la imagen–sin criticar el mundo que retrata– que el cine mexicano creó en la pantalla grande hacia finales en los años 70 con la figura de las mujeres que realizan este oficio.
En una de las secuencias de Bellas de noche (Miguel M. Delgado, 1975), precursora del género denominado de ficheras, los personajes de ‘la muñeca’ (Mabel Luna), ‘Cora’ (Judith Velasco Herrera) y Norma (Elsa Benn) se reúnen en el baño del Pirulí para decidir el destino del ‘Vaselinas’ (Lalo ‘el Mimo’). Sin embargo, la cámara no interviene, prefiere esperar afuera en un plano fijo; el silencio y la calma de esas cuatro paredes no funcionan con las características populacheras que buscaba proyectar el cine de la época.
El lente de La mami explora la realidad que el cine de antaño se niega a mostrar; a través de sus contrastes enseña que en un mismo lugar coexisten ambos universos:
Priscila puede estar preocupada arriba porque no tiene para pagar el alquiler y las medicinas de su hijo y abajo tiene que estar sonriente, o bueno, Carmen [su nombre real] está arriba y Priscila abajo; tiene que estar feliz para agradar a los clientes y sacar más dinero. Arriba puede decir “ay, estoy cansada” pero, cuando sale por esa puerta y bajas esas escaleras se tiene que poner la careta de la mujer de la noche; ser simpática, alivianada, y agradar porque ese es su negocio, ese es su oficio. El acompañar, pasar momentos buenos, dar buenas pláticas.
Hacía el final del documental hay un plano secuencia que muestra a Olga bajando por primera vez a la pista de baile. La escena de cierre, de acuerdo con la cineasta, no estaba contemplada en el primer corte de la película, pero al final supo que tenía que “sacarla del baño” aunque sólo fuese una vez. Respecto al simbolismo de la toma, Garvín, prefiere dejarlo a la imaginación del espectador.
LHG: Hay una cosa abierta ahí que me gusta; si baja a cuidarlas o baja a despedirse de Priscila o quizá baja a recordar lo que ella vivió. No sabes a qué baja pero baja. (…)
Parecía importante homenajearla de alguna manera. ‘La mami’ al final, en la película, es una mujer incrustada en el baño; su ropa es del mismo color del baño, su tono de piel; está en el último rincón del cabaret. Y para mí, hacerla bajar las escaleras que bajó Priscila, que tiene el mismo valor de plano se me hacía como un homenaje, otro espejeo. Hay mucho simbolismo alrededor de esa toma para mí.
Laura Herrero ha filmado gran parte de sus cortos y largometrajes documental en nuestro país (El remolino, 2016) o (¿Me vas a gritar?, 2018). Además, ha participado en el colectivo La sandía digital, organización feminista que se enfoca en producciones audiovisuales con perspectiva de género. En México ha impartido talleres documentales en Ambulante y MICGénero.
LGH: Para mí hacer documental es una forma de dialogar con el mundo y de entenderlo. Hacer un documental, siéndote muy honesta, cuesta mucho mucho trabajo; me duele la espalda todavía de esa película [La mami] y de todas las que he hecho (riéndose). Acabo agotada.
Y sin embargo continúa explorando temas que muevan parte de su mundo, que le hagan reinterpretar a través de su visión la realidad que los involucrados están viviendo:
LGH: A veces las películas hablan más de quien las hace, que quién está delante de la cámara porque al final la mirada que define está detrás de la cámara. Entonces es importante responsabilizarte de lo que haces y para mí el documental tiene que ver con esto; mi forma de ver el mundo tiene que ver con la forma de entender a la humanidad. Por eso todas mis pelis tienen que ver mucho con el romper morales, el trasgredir, el internar ser más libres.
Hay que entender el documental, palabras de la joven cineasta, como una manera de mirar el mundo; de entender el proceso subjetivo entre la persona que mira y el personaje que es observado: “Es importante el cómo te relacionas con lo que tienes delante, cómo lo respetas”.
LGH: Hay muchas películas brutales que yo he visto en mi vida, pero que sabes que no han sido buena gente con los que tienen delante y eso se ve en la película. O sea tú lo ves y dices: cinematográficamente esto es un nivel muy ‘heavy’, pero humanamente no tanto. Y bueno, a mí me apetece hacer películas que tengan que ver con lo humano y que me hagan crecer también como mujer.
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