“Lo que importa es que tengas claro qué quieres contar”: lecciones de una joven realizadora mexicana

Fotografía destacada: Carlos Vera (Versoca)
Por: Karla León (@klls_luu)
El cine documental es un instrumento que visibiliza. Representa un espacio ideal para contar las historias de nuestra cotidianidad, pero también, aquellas que percibimos ajenas, irreales o alejadas de nuestro entorno. Dentro del contexto mexicano, documentalistas como Tatiana Huezo, Betzabé García o Luciana Kaplan se han inclinado por dirigir proyectos sobre problemáticas sociales que, de una u otra forma, conmueven, preocupan e indignan.
Ante el reciente panorama del cine documental una nueva ola de jóvenes realizadores busca narrar, bajo sus propios términos, historias que ofrezcan una nueva mirada cinematográfica hacia realidades poco evidentes y relegadas. Así nació Esperanza (2019), un corto documental que surgió dentro de las aulas y que ha ido encontrando lugar en la selección oficial de diversos festivales. También ya está disponible en una de las plataformas de streaming más importantes del país.
Alexa Valdez (directora y editora), Yael Rooftho (productor y sonidista) y Gabriela Larracoechea (fotógrafa y editora), lograron adentrarse en la vida de Esperanza, una joven indígena de Oaxaca cuya situación económica la orilló a migrar a Querétaro para dedicarse a la venta ambulante de prendas artesanales y, de esta forma, cubrir los gastos de su educación universitaria.
“Yo quería hacer un documental sobre los niños que vemos en los semáforos y que están trabajando un lunes a las diez de la mañana, cuando deberían estar estudiando. Es algo que realmente me preocupa. Yo quería entender si ellos estaban conscientes de que debían estudiar, si lo querían, si lo tenían a su disposición o si tan siquiera era viable”, comenta Alexa, quien comparte en entrevista los obstáculos que vivió para consolidar su proyecto.
“Jenny Margain, mi profesora de documental, me dijo: ‘Está muy bien tu idea, pero necesitas un sujeto y sin un sujeto, tú no tienes historia’. En ese momento me planteé conocer a alguien. Me fui al centro de Querétaro y Esperanza fue la primera persona a la que me acerqué, le dije lo que tenía en mente, platicamos, nos conocimos y, al final, me dijo que estudiaba Derecho en la Universidad de Oaxaca, que ya no tenía para pagar la escuela y que por eso se encontraba aquí”.
Con una narrativa envolvente que apela a la tranquilidad de su protagonista, una fotografía que juega entre la cercanía y la distancia, así como un diseño sonoro que complementa el emblemático ambiente del lugar, Alexa encontró un espacio ideal para hablar sobre la voluntad y, además, adentrarse a temas mucho más profundos, entre ellos, las circunstancias y el contexto cultural en el que se desarrollan las niñas y adolescentes de algunas comunidades en Oaxaca.
“Aquí no hablamos de impedimentos. Esperanza es una mujer poderosa, inteligente y con los pies en la tierra; ella sabía que estudiar la iba a ayudar a tomar un rumbo diferente. Cuando me habló sobre su infancia, me di cuenta de que el documental ya no sólo hablaba de la educación y de la voluntad de una mujer, sino del contexto de nuestro país. Pensarías que casar a una niña a los 13 años sólo pasa en otros países, pero está pasando aquí, a la vuelta de la esquina. Ella demuestra la valentía de decir adiós a lo que los demás crean y formar tu propio destino”, afirma Alexa.
Entre la inspiración y la privacidad
La magia del documental surge en la postproducción, etapa en la que se unen las piezas adecuadas para darle vida y sentido a la historia, asimismo, se toma aún más conciencia de la importancia de hacerle justicia a la voz de quienes brindan sus memorias y sus pensamientos. Para Alexa, adentrarse en la cotidianidad de Esperanza le permitió ponerse en sus zapatos y, de esta forma, impregnar su visión cinematográfica con su esencia.
“Mi documental se forjó en postproducción. Cada día que filmaba se me ocurría una idea nueva, todo lo que decía Esperanza me sorprendía y siempre pasaba algo distinto. En su momento fui muy ingenua, yo aprendí en el transcurso; me cayó el veinte cuando estaba muy adentrada en lo que estábamos haciendo. Afortunadamente, nosotros fuimos muy apasionados al hacer el documental, teníamos mucha voluntad y lo hicimos con una visión clara, principalmente, porque te abren las puertas de su vida”.
Adentrados en el proceso de filmación, Alexa, Yael y Gabriela comenzaron a toparse con una serie de retos a los que hicieron frente para llevar el proyecto a buen término. “El reto más grande fue procurar no contar las cosas que Esperanza quería que fueran privadas. La grabábamos todo el día y sí había cosas que me indicó no mostrar por su familia. Fue difícil sentirme limitada como directora, había cosas que yo quería mostrar en el documental y que valían oro, pero hay que saber distinguir los límites entre contar una historia y la vida de una persona”, señala.

“También fue difícil entrar al lugar donde ella vive. No quería ser invasiva, quería que me tuviera confianza y eso se dio con el tiempo. Un día nos citó en una de las avenidas más transitadas de Querétaro, le dije que por el ruido no podía grabarla ahí, le propuse ir a su casa y surgió todo un tema porque temíamos que su arrendatario nos cachara y la corriera. Estábamos preocupados porque no sabíamos en qué nos estábamos metiendo”, afirma, al mismo tiempo que revela su método de trabajo.
“Estuvo muy difícil porque son tomas muy largas, podíamos pasar toda una tarde grabándola. Fue divertido hacer y deshacer el documental los primeros dos días, después, ya que teníamos una idea clara, recibíamos retroalimentación y volvíamos a cambiar. Aunque la postproducción se disfruta mucho porque concretas tu idea, tomas las riendas de lo que tienes y te pones a jugar con ellos. Transcribimos horas de entrevistas para ver qué nos funcionaba, descartamos material que nos gustaba mucho, pero que no tenía cabida. Fue un proceso de libertad y claridad”.
Un proyecto lleno de esperanza
“Este documental me abrió mucho los ojos y me ayudó a crecer”, señala Alexa, quien asegura que hoy, ante el reconocimiento, la conmoción y el alcance que tuvo Esperanza, encuentra una inspiración mucho más grande para consolidar más proyectos como realizadora. “Es la primera producción documental que hago y eso lo hace muy especial, lo hace real y tangible. Seguramente podríamos sacar una segunda parte, porque no es una historia que sólo pasó, al contrario, ha evolucionado”.
Tras un importante camino por algunos festivales, entre los que destaca la Selección Oficial Queretana del Festival Internacional de Cine Documental – DOQUMENTA y su proyección en plataformas de nivel nacional como Filminlatino y Cinépolis Klic, Alexa Valdez percibe estos espacios como amplificadores para seguir inspirando a las personas. “Cuando hice este documental no se trataba de mí, nunca se ha tratado de mí, se trata de la historia, de lo que quise contar, de demostrar que hay personas tan increíbles como Esperanza en el mundo”.
“Es muy especial que reciba atención y que las personas sepan que existen este tipo de realidades. El que se le estén dando estas oportunidades al documental, para reproducirse en muchos lugares, es muy grato, porque así se escucha tu voz; que las personas se tomen el tiempo de verlo es especial, de eso se tratan las historias, de tocar a la gente y crear una consecuencia positiva”, puntualiza.
Al respecto, y como parte de una serie de consejos, la joven documentalista recomienda el atrevimiento como el primer paso para llevar a cabo un proyecto documental. “No se detengan por nada, si tú tienes una meta y eres curioso hazlo. Ábrete puertas, pregunta, investiga, tiene sus retos, pero sólo en el camino. Lo más difícil es decidirse a hacerlo. Si se tiene la inquietud por contar algo, la mejor manera es adentrarte en ese mundo y apasionarte; la pasión no es algo que encuentras, la forjas y realmente se disfruta. Simplemente sal y hazlo, no importa la forma en cómo lo empieces, no importan los recursos, lo que importa es que tengas claro qué quieres contar y por qué. Encuentra un fin”, concluye Alexa Valdez.
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