Seis imperdibles documentales dirigidos por mujeres

Las miradas femeninas y feministas en el mundo cinematográfico documental nacen como una voz crítica que luchan por visibilizar y cambiar los estereotipos que se han mantenido tanto dentro como fuera de la pantalla. A través de sus inquietudes sobre la memoria, la representación, la familia, la soledad, la maternidad y en general la sociedad, nos invitan a ampliar la conversación a partir de nuestras propias reflexiones.
Esta selección de largometrajes (la mayoría disponibles gratuitamente) es una breve muestra del talento de cineastas que, detrás de la cámara, desde sus distintas visiones ubicadas en diferentes puntos geográficos y temporales del mundo, han descifrado parte de su realidad. Desde Colombia hasta Bélgica, el eco de sus historias puede que retumben en algunas o algunos de nosotros.
Baño de vida (Dalia Reyes, México, 2016)
Actualmente, los baños públicos en la Ciudad de México son parte del recuerdo histórico de nuestra arquitectura urbana; un espacio comunitario para compartir con desconocidos –el ritual que ahora se ha convertido en un momento íntimo y personal– popular en los años 30 y que aún hace cuatro años sobrevivían los últimos lugares destinados a esta actividad. Dalia Reyes, cineasta egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), revitaliza estos espacios en paulatina decadencia a través de las historias de Felipe, Juana y Jose, personajes que ocupan el agua y vapor no sólo como ritual corpóreo de limpieza, sino como momento catártico para exfoliar los recuerdos impregnados en su piel.
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La cámara de la documentalista– ganadora del Premio Pantalla de Cristal por Mejor Fotografía a cargo de Claudia Becerril Bulos– captura la atmósfera confidencial que aguardan los cuartos albergados por los interlocutores, cuya desnudez literal y metafórica, los impulsa a revelar sus secretos en medio de pequeñas conversaciones sobre sus sueños, desilusiones, abusos, pérdidas, y desamores.
Amazona (Clare Weiskopf y Nicolás Van Hemelryck, Colombia, 2017)
La trama de Amazona, Opera prima documental, surca de manera natural entre los caudales del recuerdo y del autodescubrimiento. Lo que en un principio se dibuja como el retrato de la figura materna (tan enigmática para Weiskopf) a través de la memoria de las fotografías y videos de su infancia, se convierte en un viaje lleno de inquietudes y sabiduría dentro de la selva colombiana entre madre e hija donde se cuestiona la maternidad, sus sacrificios y el costo muchas veces de la libertad: “¿Se puede ser libre cuando se es madre?”. Cuestionamientos que van entretejiendo los hilos de la película conforme se van formulando.
Aunque la perspectiva del documental se asemeje a la de un reportaje noticioso, sin muchos elementos cinematográficos que jueguen en pantalla, la interpretación que la directora hace de su realidad es la clave que le permite contagiarnos de todas esas reflexiones que al finalizar el largometraje quedan en el aire que nos invitan a adoptarlas.
Los Espigadores y la espigadora (Agnès Varda, Francia, 2000)
Una de las muchas maravillas que se observan dentro del quehacer documental es el encuentro esporádico que surge entre quienes se hallan detrás de la cámara y las pequeñas historias protagonistas, relación que pareciera construirse de manera espontánea. Agnès Varda, mejor que nadie, ocupa esa sensibilidad alimentada por la curiosidad y la empatía, para ir de espigador en espigador explorando los múltiples significados que resultan de aquella práctica para cada uno de los personajes involucrados como también para ella misma.
Su reflexión trastoca los sectores sociales y culturales; en este último se crea una metáfora entre los artefactos que muchos consideran desechables y cualquier tipo de arte, incluyendo el cinematográfico. Pues al igual que los espigadores, los cineastas recolectan imágenes que quizá no resulten relevantes a primera vista y, sin embargo encuentran en lo insignificante la materia prima que les servirá para construir una nueva obra.
No es por gusto (María del Carmen de Lara Rangel y María Eugenia Tamez, México, 1981)
Primer trabajo como estudiante del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) retrato de un grupo de mujeres habitantes de la Ciudad de México –antes conocida como Distrito Federal– que ante la falta de oportunidades laborales, las carencias económicas y la presión de sostener un hogar siendo madres solteras, deciden ejercer la prostitución. Su profesión, a pesar de no considerarse criminal, está condenada al rechazo moral dentro de la sociedad gobernada en ese entonces por los valores conservadores y caducos de “el Margarato”.
Como futura cineasta reconocida, Maricarmen, desde sus primeros pasos como cineasta independiente y posteriormente como integrante del Colectivo Cine Mujer, se distingue por la importancia de representar a las mujeres de manera digna en la pantalla grande y romper con los roles expuestos en películas sobre ficheras, populares en esos años, y cambiarlos por una imagen más cercana a la realidad; mujeres que trabajan todos los días sin una estabilidad salarial, sin seguro ni prestaciones y además, que arriesgan la salud y su vida para sobrevivir.
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Enmienda XIII (13th) (Ava DuVernay, Estados Unidos, 2016)
Ante la elección presidencial en los Estados Unidos, es pertinente e importante retomar las reflexiones que surgen a lo largo del documental, en el cual con ayuda de activistas y académicos se abordan cronológicamente los hechos históricos donde se ha criminalizado a la comunidad afroamericana con ayuda de reformas propuestas por el gobierno en turno con el mero propósito de deshumanizar y encarcelarlos, muchas veces, sin motivo alguno.
El racismo y la marginación han sido parte de Donald Trump, ideología que le ha valido un considerable número de seguidores que han alimentado la campaña en contra de las minorías raciales que llegan al país. El documental es el recordatorio de un proceso histórico inmerso en un bucle cruel e infinito dominado por las esferas del poder más conservadoras de una nación.
Là-bas (Down there) (Chantal Akerman, Bélgica, 2006)
La cámara se mantiene inmóvil en dirección al exterior de un departamento; captura el balcón de los vecinos y parte del paisaje de Tel Aviv. El plano es fijo. La cineasta nos invita a reflexionar mirando a través de la ventana así como ella lo hacía de pequeña en su natal Bélgica, mientras otros niños jugaban. Esas cuatro paredes, refugiadas en el silencio, le sirven para pensar en la nada y en el todo. Sin ver el rostro, reconocemos su voz fuera de campo.
El plano sigue fijo, sus imágenes retratan el exterior como muestra del presente pero el discurso fluye de manera contraria; la memoria avanza hacia el pasado a veces de manera discontinua. La ventana que siempre vemos en el documental, para Akerman, se convierte en un puente hacia el recuerdo familiar.
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