Hélène Delmaire, la artista detrás de ‘Retrato de una mujer en llamas’

Por: Citlalli Juárez (@citlallijuarez)
Cuando se le cuestionó a Céline Sciamma cómo nació la idea para Retrato de una mujer en llamas (2019), la directora francesa dijo que su deseo era relatar “las memorias de una historia de amor”. Fue así que escribió el romance prohibido entre Héloïse (Adèle Haenel), una mujer condenada a aceptar un matrimonio que no desea, y Marianne (Noémie Merlant), una artista contratada para pintar en secreto el retrato de la joven prometida.
La historia se desarrolla en el siglo XVIII, periodo de tiempo en el que las mujeres tuvieron una mayor participación en la pintura y la crítica de arte. Grandes artistas como Anne Vallayer – Coster, quien se convirtió en maestra de diseño y jefa del gabinete de pintura de la reina Maria Antonieta, alcanzaron la fama durante esta época.
Al desarrollar el personaje de Marianne, Sciamma seleccionó características de estas grandes pintoras y creó una mujer que reuniera la mayoría. Sin embargo, ella no quería que las obras de la película fueran imitaciones de los retratos de épocas pasadas. Fiel a su visión de realizar una película contemporánea en “su forma de contar la historia”, decidió buscar a una pintora que llenara de originalidad y proveyera de una mirada única a los retratos del filme.
Fue así que en su búsqueda encontró a Hélène Delmaire, una pintora del norte de Francia cuyo trabajo retrata la feminidad, la belleza, el silencio y la destrucción.

Nacida en 1987 en Lille, Delmaire creció en el seno de una gran familia, siendo la única mujer y la menor de cinco hijos. Sus primeros acercamientos con el arte fueron a través de los libros ilustrados de su padre, un profesor de historia medieval. Esos libros, en donde las imágenes de animales bizarros, leopardos multicolores e imaginería religiosa eran habituales, le mostraron un mundo que la cautivó y la acercaron al camino de la pintura.
Como si debiera cumplir con un cliché artístico, viajó a Florencia, Italia, para estudiar pintura. Ahí fue entrenada en técnicas clásicas; primero tuvo que dominar el carboncillo y el lápiz antes de poder tomar un pincel. Durante este periodo también mostró los primeros elementos de lo que se convertiría en su estilo propio. Después de graduarse, comenzó a tener exhibiciones en diferentes galerías del mundo; hasta el día de hoy sus exposiciones se han mostrado en Australia, Rusia, Estados Unidos y diversos sitios de Europa.
“Tengo una profunda necesidad por lo femenino.
Las voces femeninas deben ser escuchadas en el mundo”.
Como se aprecia en Retrato de una mujer en llamas, la mayoría de las obras de Delmaire se centran en las féminas como sujetos de retrato. Al crecer como la única mujer entre sus hermanos, desde pequeña se preguntó qué es lo que significa ser ‘niña’. Ahora, en su trabajo como artista, plantea cómo abrazar y reclamar la naturaleza femenina sin ser aplastada por una sociedad predominantemente masculina.

En una entrevista, la pintora declaró que el mundo necesita escuchar las voces femeninas. Asimismo, expresó la urgencia por construir una sociedad con un nuevo sistema de valores en donde se olvide la competitividad y se abandone la glorificación de la dominación, un sistema que no esté influenciado por la testosterona.
Sus obras satisfacen lo que ella llama ‘una necesidad por lo femenino’. Y es que Hélène demuestra que lo femenino no es una condición atada a un sexo o género, sino una manera de ver el mundo y una expresión de la delicadeza. Aun cuando los sujetos que retrata son hombres (muy contados, cabe mencionar), ella intencionalmente opta por pintar cuerpos andróginos con los cuales los límites entre lo masculino y lo femenino desaparezcan.
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Elementos y atributos generalmente asociados como debilidades, se muestran en sus cuadros como símbolos de poder. Las flores se presentan como ornamentos en los retratos de cuerpos desnudos y son el escudo de rostros anónimos; pero sobre todo adquieren fuerte poder simbólico al sugerir una figura clitoriana, tradicionalmente, la mayor alusión a la feminidad.


Hélène ha confesado que su atracción por las mujeres se debe a que son lo más cercano a lo que quiere comunicar. Las mujeres de los cuadros de Delmaire son delicadas pero jamás indefensas, esconden su rostro pero muestran los rincones más íntimos de su cuerpo, son mujeres con la mirada desafiante. Para Delmaire las mujeres representan una complejidad incomprendida. Sus obras se inspiran en el trabajo de grandes artistas como Virgina Woolf o Silvia Plath, por mencionar algunas, donde la fragilidad y la fortaleza no son atributos que se repelen, sino que se complementan.
“La pintura es buena para la gente sin palabras como yo”.
Se dice que las pinturas son un reflejo de su artista, y para conocer un poco de la historia de Hélène Delmaire basta con observar sus obras para saber que el silencio es parte importante de su vida. La pintora francesa ha experimentado de primera mano la quietud en su trabajo como modelo, donde posa inmóvil y silente durante horas mientras extraños examinan cada centímetro de su cuerpo. No se puede negar que esa vivencia, su situación familiar y su experiencia como mujer han sumado a su capacidad para crear pinturas que retratan cuerpos y rostros que se pierden entre las sombras; pinturas con una aparente falta de voz. Aunque estas obras podrían fácilmente interpretarse como soledad, la intención de Delmaire es demostrar que en el silencio también hay paz y autodescubrimiento, que el silencio es liberador. Es aquí donde el trabajo de Hélène se enfrenta a una gran interrogante: ¿retrata sujetos u objetos?
Para Delmaire la respuesta es clara: no pinta objetos. Su propósito es retratar humanidad, independientemente del sexo o género de la persona a quien pinte; es precisamente el factor humano lo que desea destacar en sus obras. Es así que los símbolos que frecuentan sus óleos son todos intencionados y justificados, pues buscan que el espectador entienda que aun en silencio, aun sin rostro, existe una persona.
En Retrato de una mujer en llamas, Marianne se enfrenta a un problema similar. Se le encargó retratar a Héloïse como una futura esposa atractiva, como un objeto que inspire deseo. Al tratar de cumplir las instrucciones de su empleadora, se olvida de la verdadera esencia de la mujer que retrataba.
En una de las escenas más emocionales de la película, durante la revelación del primer cuadro de Héloïse, la joven confronta a la pintora preguntándole “¿esa soy yo? ¿es así como me ves?”. Marianne intenta justificar su retrato con las convenciones sociales, los ideales y lo que se espera de ella, pero Héloïse es incapaz de esconder su decepción, confirmando su mayor miedo como mujer prometida, el de convertirse en un objeto sin voz.


“La belleza no es perfección,
es la sublimación de lo imperfecto”.
Después de la discusión con Héloïse, en un ataque de rabia, Marianne destroza su creación. La mirada de la joven se pierde y con ella el último rastro de vida en el cuadro. Es probable que la concepción de esta escena haya acercado a Sciamma al trabajo de Delmaire, pues en su colección titulada Eyeless, todos sus sujetos carecen de mirada, de una manera similar al cuadro arruinado de Héloïse.
Estas pinturas son el producto del deseo por la destrucción, el resultado de ira reprimida y una manera de liberarla “mientras se expresa algo intangible”. Delmaire se considera a sí misma la persona que censura y a quien se ha censurado, el verdugo y la víctima de esta devastación.
Las obras de Hélène han sido interpretadas de diferentes maneras, cada una verdadera a su propia realidad. Se puede asumir que el descarte de los ojos, que comúnmente se conocen como “las ventanas del alma”, se deba a la imposibilidad para expresar ciertas cosas, desde el nivel personal hasta el social; la frustración de no poder conceptualizar emociones, sentimientos o pensamientos. Otra interpretación sería que esta censura emana de la necesidad de expresar la belleza en un sentido diferente al tradicional; una belleza que nace de la imperfección y los sentimientos más profundos de un artista, como la rabia, el enojo, la soledad y el amor.
Al final, lo que Hélène Delmaire nos demuestra a través de sus obras es que la feminidad y la vulnerabilidad son poderosas en sí mismas, que el silencio es liberador y que la belleza también nace de la destrucción.
Imágenes recuperadas de https://www.helenedelmaire.com/
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