Titixe: buscar entre la tierra y escarbar en el pasado

Por: Cuauhtémoc Juárez Pillado (@cuaupillado)
“Más que tierra eres cielo, campo nuestro.”
Oliverio Girondo
Son las seis de la mañana. Un hombre permanece de pie al lado de un sembradío, se cubre con un gabán y su sombrero; el gélido aire pega en su rostro. Observa el extenso paisaje mientras el sol ilumina lentamente la tierra y el rocío huye escurriéndose entre la hojarasca.
Este idilio propio de los cerros y las praderas se nos antoja más cuando lo contrastamos con la rutina ajetreada de las grandes ciudades. Sin embargo, la vida en el campo no es fácil: es dura, es pesada e insatisfactoria en muchísimas ocasiones.
Tal ambivalencia y rigidez de la vida del campo, desde la siembra hasta la cosecha, es mostrada en Titixe (2018), de la directora mexicana Tania Hernández Velasco. Este documental no sólo es su primer largometraje, sino el retorno a las raíces familiares de la realizadora y sus intentos sinceros por conectar nuevamente con un ser querido.
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Titixe es una historia cada vez más habitual en las familias campesinas. Don Vale, el patriarca de la familia Velasco, ha fallecido y se llevó consigo toda la experiencia y conocimientos para trabajar el campo. Su sabiduría iba de padres a hijos, pero las nuevas generaciones no quisieron seguir esa vida y optaron por una existencia menos difícil en las ciudades. Tania, la directora y nieta de Don Vale, nos confiesa la tristeza de su abuelo por tal ruptura. Ante las intenciones de su abuela de vender el terreno, la cineasta junto a su madre (quien invierte todos sus ahorros para comprar frijol) intentarán una última siembra para convencerla de preservar la parcela y continuar el legado de quien fue el primero de la familia en hacerse de un terreno propio.
Grabado en el municipio de Guadalupe Victoria, estado de Puebla, el documental que Tania también fotografió, editó y produjo, es una propuesta visual muy personal, íntima. A través de planos generales nos introduce en el terreno de su abuelo, ahonda en la historia del pueblo y nos regala imágenes de las praderas poblanas, tan extensas que a lo lejos se borra el horizonte; la tierra y el cielo se unen en bellos atardeceres.
A la hora de abordar a la familia Velasco, la directora no tiene miedo de cerrar los encuadres para meternos de lleno a la historia. Hay un uso bastante justificado del close up y del plano detalle, los cuales enfatizan mucho en los miembros de la familia Velasco y también en los elementos que integran el sembradío de frijol (que van desde una pequeña mata hasta una abeja o una flor), haciendo de éstos un recurso bastante narrativo.
La dirección de Tania se preocupa por dejarnos bien claro el peso histórico que tiene la propiedad y su influencia en la vida de la familia. Los momentos alegres que ocurren durante la película son producto de su nexo con el terreno y lo que han obtenido de éste gracias al trabajo duro. Los recuerdos son inevitables y la relación de la familia con el abuelo queda plasmada a cuadro de una manera efectiva, desde los cuentos y las moralejas hasta los éxitos de antaño como Flor de capomo, un clásico norteño que hicieron famoso grupos como Los cadetes de Linares o Carlos y José. Estas pistas se complementan con la música original de Jorge Bolado, apacible y evocadora, que no desentonan con la mística del documental.
A las dos subtramas que corren de manera paralela (la enfocada en el campo y la de la familia) les funciona el ritmo mesurado del documental y la edición que, a manera de elipsis, ayuda al espectador a dimensionar el paso del tiempo y cómo éste afecta directamente en el crecimiento del sembradío.
Titixe también expone los grandes problemas económicos y sociales del campo mexicano, afectado gravemente tanto por los movimientos migratorios como por las políticas gubernamentales de las últimas décadas. Ahí, en Puebla, una población cercana a los 6.3 millones, más de 3.9 millones viven en pobreza (Excélsior, 2018); que el 64% de los poblanos se encuentren en estas condiciones indica una falla en las condiciones que aseguran el bienestar humano.
La baja producción agrícola, la mala paga y las pérdidas económicas de los productores han provocado que la gente abandone la práctica agraria y venda sus parcelas para obtener un ingreso más inmediato. El cambio climático también ha modificado su estilo de vida y les ha complicado todavía más la producción de los cultivos; incluso el método antiguo usado por los pobladores para predecir el clima, las cabañuelas, ya no es del todo funcional ante la incertidumbre de las estaciones.
El guaje a las orillas del terreno permanece como un testigo de todas estas alegrías y tristezas. Plantado años atrás por los abuelos para dar sombra, éste es el referente más cercano del legado de Don Vale e incluso funciona como un símil de la situación del campo: al árbol en algún momento le machetearon parte del tronco y se empezó a secar… pero aún así la familia Velasco guarda la esperanza de que éste vuelva a retoñar quitándole algunas ramas.
Y es que, a pesar de todo, aún cabe espacio para la esperanza. A medida que el documental avanza, la familia está consciente que a partir del resultado de la cosecha deben tomar una decisión; saben que ésta determinará el futuro del terreno, pero quizá no el futuro de la familia Velasco ni el de sus descendientes.
Y en eso consiste el titixe (o pepena en náhuatl): buscar lo que queda de la cosecha y que a simple vista no se puede encontrar. Es el proceso de escarbar en el pasado y encontrar los elementos que lo conectan con el futuro. Titixe no sólo es el reencuentro de Tania y su madre con un pasado que las une y las reconforta, es también un registro para las futuras generaciones que deseen escarbar entre el polvo del legado y descubrir pedacitos de historia que aporten a su propia existencia. Pedacitos de un campo que muere lentamente pero que aún se niega a extinguirse del todo.
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