Bruma: ¿y si hacemos una película en Berlín?

Martina (Sofía Espinosa) está embarazada; la despiden de su empleo. No tiene una buena relación con su madre y piensa terminar con su novio. La única solución que encuentra es viajar a Berlín para buscar a su padre que nunca ha visto.
Bruma (2019), la segunda colaboración entre Max Zunino y Sofía Espinosa, parte de esta situación. Una mujer que tras la noticia de su embarazo se cuestiona su vida, y con dicho pretexto inicia la búsqueda de su identidad a través de descubrir su pasado y qué será de su futuro. La densidad de estas preguntas se verá aligerada por un viaje sin mayores peripecias.
La atípica producción de Zunino surge más de un experimento de rodaje que de una inquietud narrativa. Al haber ganado una estadía en Berlín, decide, junto a Sofía, filmar en esa ciudad; aún no saben qué o cómo lo harán, pero tienen la intensión de vivir la experiencia. Las cosas corren a su favor y con un pequeño crew la película comienza a tener vida.
Esta manera de hacer cine, a la mumblecore, recurriendo a tus conocidos y a las herramientas inmediatas, le dio a la película dos vertientes. Por un lado, un ejercicio de reacción, como lo llama el mismo director, hacia los componentes del momento, y eso dotó de una naturalidad a su producto final. Bruma, pese a plantear una pregunta existencialista en su premisa, no se hunde en grandes dilemas, por el contrario, ronda las calles de Berlín con la ligereza de un viaje cualquiera. Por otro lado, la ausencia de una mayor preproducción en la escritura dio como resultado una historia con un conflicto estático que deriva en un clímax de menor intensidad y por lo tanto en una resolución mínima.
Se podría pensar que de un planteamiento como este surja una película íntima, mas no es así: a nivel dramático cae en ser una sencilla ventana en un fragmento de la vida de Martina. No hay grandes pretensiones discursivas puesto que eso no era la intención y es por ello que en pantalla se ve un personaje poco desarrollado de transformaciones sutiles. No obstante, el experimento de producción a nivel técnico sí logra su cometido. Aún con la poca preproducción destacan dos fortalezas: la actuación de Dieter Rita Scholl y la cinematografía de Christian Trieloff. Scholl complementa la historia y la actuación de Espinosa. Y el trabajo de Trieloff, con su experiencia en documentales, le otorgó a Bruma una fotografía cuidada y homogénea, aunque no contara con un equipo de iluminación o un trabajo previo en locación.
Zunino, uniendo las piezas adecuadas, consigue una producción sólida pero una narración débil. Bruma funciona más como un ejemplo de realización independiente que como una historia que aborde un cuestionamiento inabarcable como el quién soy o quién quiero ser.
Denise Roldán
Talents press FICG 2019. Por indecisa, soy locutora, guionista y cantante de karaoke. Pero siempre regreso a la escritura, ¡siempre!
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