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Deadpool: P#*o el que lo lea

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Una deslumbrante campaña de publicidad preparó la venida del antihéroe más afamado del mundo Marvel, empleando el vulgar carisma del rojo para capturar al espectador. Se usaron frases comunes y modismos de cada región del orbe, el efecto atrajo una taquilla romperécords para Fox, distribuidora del proyecto. ¿Es Deadpool la gran obra superheróica que todo el mundo esperaba? No. Es el chick flick más engañoso que tendrán la oportunidad de ver.

El filme tiene un acierto fundamental que pocos han aprovechado: extrae al personaje tal cual se presenta en el cómic-rompimiento de la cuarta pared incluido-, Wade Wilson es un ser que transgrede la moral típica del estadounidense promedio y pone en tela de juicio los medios y fines del héroe tradicional. Hasta aquí la innovación, que para ser estrictos, tampoco resulta sorprendente teniendo en cuenta adaptaciones como Watchmen (Snyder, 2009).

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Pasemos a la estructura, alabada por un sinfín de críticos por mostrarse de manera fragmentada. En realidad, la cinta contiene la trama clásica del chick flick posmoderno; pensemos en la odiada e imitada Summer de 500 días con ella (Webb, 2009) pero en el caso que nos atañe habría que añadir violencia, sangre, disparos, un par de mutantes y el humor de Scary movie (Wayans, 2000). ¡Listo! tenemos la “impresionante” narrativa. Que revoluciona el género, pero no precisamente el de super héroes.

Una vez que mis queridos lectores machos pelo en pecho-lomo plateado-huevos cromados han descubierto que aplaudieron Diario de una pasión (Cassavetes, 2004) disfrazada con spándex rojo pasemos a los efectos especiales. Destaca la secuencia inicial, poderoso arranque plagiado del lenguaje visual heredado del videojuego, con crítica en los créditos incluida. A partir de ahí, una secuencia de acción memorable en un puente que servirá de “McGuffin” para potenciar el segundo acto. Sin embargo, no todo es perfección, a veces se nota a leguas el uso de pantalla verde lo cual aleja ligeramente de los acontecimientos.

Las interpretaciones cumplen, los mejores instantes de Ryan Reynolds los ofrece enmascarado, ya que el histrión posee un nulo registro, su rostro es simple y sencillamente incapaz de matizar entre la tristeza y la felicidad, digamos que el actor padece del síndrome de Cage (falla actoral nacida a partir de las actuaciones de Nicolas Cage). Además, los productores siguen apelando a la amnesia del público, me refiero en concreto a Colossus, personaje cuyo diseño cambiaron y a quien le otorgan una personalidad bidimensional con un acento cliché ruso. ¡Gracias! Un mutante más arruinado.

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El rescate de la dama bidimensional en peligro es el motor aristotélico de la película, pero para llegar ahí, se debe mencionar la ágil edición durante las trepidantes secuencias de batalla, pero en lo demás lamentablemente tampoco se distingue del resto de filmes de Marvel, los actos parten del ya conocido origen del héroe, el suplicio que implica la transformación y el inevitable triunfo. Quizá pudieron tomar la oportunidad para saltar aquella paja, pero decidieron darse el gusto… una vez más.

El diseño de producción es impecable al igual que la fotografía, la cual se desprende completamente del look habitual en producciones como X-Men o Avengers. El maquillaje del antihéroe ha mejorado con respecto a su primera aparición en celuloide.

En conclusión, Deadpool es una entretenida mescolanza que se licúa tomando como punto de partida el humor físico, las comedias de enredo y un poco de poder mutante, digno de un fin de semana palomero pero que dista de refrescar algo o como algunos comentan, volverse en un ícono, quizá para el millenial lo sea, pero recordemos que éste… olvida pronto.

Gerardo Herrera

Guionista, cofundador y editor de Zoom F7

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