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Cuando Harry y Sally desconocieron el amor frente a sus narices

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Por: Citlalli Vargas Contreras (@rimbauddienne_ )

Comedias románticas hay por montones, pero no todas se caracterizan por la profundidad, no sólo en mensaje sino en la manera de retratar tan naturalmente y sin demasiados elementos mágicos la realidad, para trascender por generaciones. Lo hemos visto con las cintas de Woody Allen, con algunas películas protagonizadas por Audrey Hepburn, en fin… Entre tantas se halla Cuando Harry encontró a Sally. 

Esta cinta de 1989 cuenta la historia de Sally Albright (Meg Ryan), una chica recién egresada de la Universidad de Chicago que viaja a Nueva York para buscar mejores oportunidades como periodista, y quien se ofrece para darle aventón a Harry Burns (Billy Crystal), novio de su amiga Amanda. Durante el camino, ambos descubren que son polos opuestos y, sin embargo existe (siguiendo, por supuesto, los principios del magnetismo), cierta atracción.

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Con el fin de hacer la situación un poco menos incómoda, Sally ofrece su amistad a Harry, quien se niega bajo la premisa de que los hombres no pueden ser amigos de las mujeres porque siempre surge algo sexual que lo arruina todo. Así, al finalizar su viaje, se despiden de la manera más fría, deseándose una buena vida.

La verdadera acción comienza cuando a lo largo de los años y en repetidas ocasiones, ambos vuelven a encontrarse en diferentes fases de su vida, siendo el último encuentro un rompeaguas en su relación, resignándose a convertirse en amigos y acompañarse en los momentos difíciles. Esta situación le dará la razón a Sally pero el tiempo se encargará de hacerle justicia también a Harry.

De acuerdo, es cine, y en las comedias románticas casi por antonomasia el amor siempre triunfa, pero el mérito de la película es mostrar lo que a más de uno seguro le ha sucedido, lo ha mantenido confundido por cientos de noches sin dormir, y hasta lo ha convertido en poeta o en músico en esos insomnios.

El brillante guión de Nora Ephron presenta una serie de escenas memorables como el recordado orgasmo fingido de Ryan en un restaurante, y aquella donde están viendo Casablanca al mismo tiempo que conversan por teléfono. A través de estos episodios, se realiza un análisis de las múltiples formas de relacionarse entre un hombre y una mujer: desde conocerse, el coqueteo, el rechazo, la indiferencia total, hasta una amistad más profunda que incluso raya en ser más que eso, pero que no cruza la línea a la siguiente etapa. Pero sobretodo, da cuenta de cómo el deseo puede ser tan fuerte y sobrevive a la distancia y tiempo, y si se anda con suerte, se convertirá en un amor que tarda, pero al llegar rompe esquemas. En este caso, ambos eran los únicos que no notaban cuán enamorados estaban el uno del otro.

Si se coloca al tema en términos un poco más científicos, este tipo de situaciones nos trasladan al entrelazamiento cuántico del que habló Einstein (y que a Eve y Adam de Sólo los amantes sobreviven les encantaba recordar): dos partículas, no importa a la distancia a la que estén, así sean años luz, están unidas por una fuerza tan grande que, si se afecta o altera a una, tendrá una reacción paralela en la otra.

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Los diálogos entre los personajes son de vital importancia: no sólo denotan la buena química que existió entre Ryan y Crystal, muestran la evolución de sus personajes al paso de los años. Ejemplo de esto, y regresando a Casablanca, cuando Harry y Sally recién se conocen, ella dice que preferiría irse con Victor Laszlo a quedarse con el pobre Humphrey Bogart. Después de varios años y rupturas emocionales, ella cambia de parecer.

Y qué decir del pequeño discurso de Harry al final de la película, cuando le declara a Sally que está enamorado de detalles que pueden parecer nimios, pero que son únicos porque son parte de la personalidad de la mujer a la que ama.

El soundtrack es otro aspecto bien pensado y logrado de la cinta de Reiner: las claras diferencias de personalidad de los protagonistas bien nos suenan a Let’s Call The Whole Thing Off, interpretada por Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, mientras que la última declaración de amor está perfectamente musicalizada con It had to be you en la voz de Frank Sinatra.

En fin, Cuando Harry encontró a Sally es una película entrañable, y aunque no todos hayan pasado por una situación igual o similar, es fácil identificarse con alguno de los personajes o las situaciones, logrando uno de los principales propósitos del cine y del arte en general: hacer sentir al espectador.

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