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Hace 23 años así recibió la crítica a ‘Amores perros’

La versión restaurada de ‘Amores perros’ se estrenará en Netflix

Año 2000, el cine mexicano está por experimentar un cambio. En la pantalla grande se presenta Amores perros, largometraje dirigido por el entonces novel Alejandro González Iñárritu. El filme aboga por una narrativa intrincada que tiene como protagonistas a Gael García Bernal, Vanessa Bauche, Emilio Echevarría y Goya Toledo, quienes representan a personajes de diferentes estratos sociales en tragedia permanente que interactúan entre sí en la Ciudad de México.

El Festival de Cannes, los premios BAFTA y los premios Oscar fueron tan sólo algunos certámenes en los que esta cinta recibió nominaciones. Pasadas tres décadas, la película es considerada un parteaguas dentro de la escena fílmica nacional.

Así recibió la crítica a Amores Perros 

La crítica hacía Amores perros tuvo opiniones encontradas. En su crítica para Letras Libres, el crítico mexicano Gustavo García ahondó en la “pretensión sociológica” de la película; esto al abordar una visión panorámica de “la Ciudad de México en tiempos de crisis”. En ese sentido, dijo que tras la precisión del detalle social se esconde una lectura de clase: “los miserables carecen de toda capacidad de discernimiento, de toda calidad moral para salir de su hoyo”. Para este especialista, Iñárritu dejaba ver la influencia de Arturo Ripstein, cineasta que ha retratado la tragedia de las personas miserables.

En términos estructurales, para el crítico mexicano fallecido en 2013 el filme de Iñárritu no sobrevivía del todo “a las astucias narrativas de Arriaga y los prodigios fotográficos de Rodrigo Prieto”. Incluso, dijo que se trataba de la película de un director que vertía todos sus recursos “creando la ilusión de una pieza redondeada” por si no podía volver a filmar. El comentario fue a propósito de la fugaz carrera de algunos directores en la industria del cine mexicano.

Gustavo García también escribió que la película carecía de ritmo, y que el hermano de Octavio era el mejor personaje por su ironía. Sobre la historia de Daniel y Valeria afirmó que era estúpida, “¿por qué no llaman a una casa dedicada a la instalación de duela para rescatar al perro y se quitan de tragedias?)”. 

Por su parte, Carlos Bonfil (columnista de La Jornada) también coincidió en que Amores perros abrevaba del cine de Ripstein. La diferencia es que este crítico consideraba que Iñárritu se distinguía del director de El Castillo de la pureza (1973) por hacer un buen contacto con el público, el cual era “atribuible en parte a la calidez que exhiben los personajes, a la generosidad y vitalidad artística del director, y a un punto de vista sólido”.

Bonfil también sostuvo que el éxito de la cinta se debía a un campaña publicitaria eficaz, la cual no escatimó en recursos. Aun así, el crítico destacó virtudes de la película, como su “afinada observación de las emociones humanas”.

La referencia en la cinta de Iñárritu a directores extranjeros, de Kiesloswski a Tarantino a Tsai Ming Liang, no es sólo un recurso fácil, sino la manera de volver interesante, entendible y atractivo para espectadores de distintos niveles sociales, y de exigencias crecientes, un cine nacional. 

Carlos Bonfil 

amores perros

En el ámbito internacional, Elvis Mitchell (crítico del The New York Times) consideró que Amores perros tenía una “textura novedosa”, producto del trabajo de un director que poseía el control del medio audiovisual. El crítico también afirmó que la película podría ser “una de las primeras películas que salen desde que Buñuel trabajó allí…”. Tal era la celebración en esta crítica, que incluso su autor la consideró como “el primer clásico de la nueva década, con secuencias que probablemente se abrirán camino en la historia”.

Para el periódico San Francisco Chronicle, el largometraje no sólo tenía un punto de encuentro con Buñuel, sino también con el cine de Quentin Tarantino. Esta similitud cinematográfica se justificaba con la secuencia inicial, en donde Octavio (Gael García Bernal) huye a toda velocidad por las calles de la Ciudad de México. Lo único que distinguía a estos dos directores, según el crítico Wesley Morris, es que el autor de Amores perros presentaba “elementos humanistas” creíbles que creaban un “melodrama existencialista”.

Finalmente recordamos la crítica de Roger Ebert, quien afirmó que Iñárritu demostraba tener un talento innato: 

Se puede sentir la pasión de González Iñárritu mientras se sumerge en el melodrama, la coincidencia, la sensación y la violencia. Sus personajes no son los tótems blandos y amorales de tanta violencia moderna de Hollywood, sino personas con sentimientos y motivos. Quieren amor, dinero y venganza. No solo aman a sus perros sino que dependen desesperadamente de ellos…

Amores perros no deja de ser un título imprescindible para los estudiosos del cine mexicano y para todas aquellas personas que buscan entender cómo se ha formado nuestro cine, el cual está en una búsqueda constante de identidad para reafirmar y construir su industria.

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