Bros: amor gay para audiencia hetero | Crítica

Bros usa la etiqueta “gay” para comercializar el vehículo actoral de Billy Eichner, tan neurótico y narcisista como cualquier contenido suyo. No obstante, tampoco se debe caer en paranoia homofóbica que grita “inclusión forzada” a la menor provocación.
Bobby (Billy Eichner) y Aaron (Luke Macfarlane) comienzan a salir, aunque ambos temen al compromiso. La diferencia de personalidades complica la relación, ya que Aaron (abogado frustrado con su trabajo) es bastante heteronormado y no comparte las “intensas” ideas de Bobby, un exitoso podcaster y activista.
La deconstrucción de la heteronorma ha sido el tema de importantes películas contemporáneas. Weekend (2011) y God’s Own Country (2017) ya son clásicos románticos de nicho, con personajes liberados de la masculinidad tóxica mediante el amor. Dichas películas, dirigidas por realizadores LGBTQ+, ejemplifican el estado del cine queer post-Secreto en la montaña, donde el destino funesto ya no es parte de la narrativa. En ambos filmes, los prejuicios sólo se encuentran en la mente de los protagonistas, pues el entorno (en apariencia) es más inclusivo y tolerante.
Los creadores de Bros toman dicha “fórmula” y la convierten en rom-com, traduciendo la cultura gay a un lenguaje legible para cualquier audiencia. ¿Esto qué implica? Adaptar la trama a los tradicionales roles de “chico-conoce-chica”, donde Billy Eichner es Julia Roberts y Luke Macfarlane es Richard Gere. En el pasado, Nicholas Stoller (director) intentó filmar The Treasure Inside, parodia de Secreto en la Montaña (2005) que cuestionaba a actores heteros interpretando personajes homosexuales para ganar premios. La alianza con Eichner le permitió aterrizar varias ideas desde una voz crítica dentro del “ambiente gay”, con pedradas directas hacia la condescendencia en Queer Eye (Netflix), el oportunismo actoral de El Poder del Perro (2021) o la falsa inclusión de Hallmark Channel.
La película es para Billy Eichner el vertedero de ideas sobre la hipocresía y despropósitos en la industria del entretenimiento. Muy influenciado por Michaela Coel y Phoebe Waller-Bridge, crea un cliché en toda la regla (activista-gay-blanco-enojado) para tocar fondo en su reflexión sobre las contradicciones de vivir en círculos progresistas, donde (en ocasiones) él mismo contribuye al problema. Bobby grita: “soy demasiado gay para Aaron, pero muy hetero para ustedes”, condensando en una escena la idea general del filme. Además, Bros podría considerarse una extensión directa de Billy on the Street, con cameo de Debra Messing y “las lesbianas” sometiendo a Eichner en el piso.
Como en toda comedia producida por Judd Apatow, las convenciones del género son un distractor para hablar sobre el amor “moderno” fuera del estereotipo. Sin embargo, en Bros hay una diferencia. Al autoproclamarse “la primera comedia romántica gay de un importante estudio”, la producción sobreexplica a la audiencia “hetero” temas que el espectador LGBTQ+ entiende a la primera. En consecuencia, se siente más una película “sobre gais” y no “para gais”.
Desde la mítica Taxi al W.C. (1980), pasando por Almodóvar y Cheryl Dunye, hasta ese inusual coming-of-age llamado But I’m a Cheerleader (1999) o la ácida Sitcom (1998), el humor queer ha encontrado diversas formas de irreverencia que retan agresivamente al conservador gusto popular. La película de Stoller-Eichner apenas causa comezón; incluso, llega a pasarse de bufe contra otras minorías del abanico LGBTQ+. Es ingeniosa y divertida, pero en ocasiones replica la misma plumofobia que cuestiona, caricaturizando personajes fuera de la belleza grindera y glorificando la masculinidad blanca-cis; una vieja conversación que recuerda al surgimiento del New Queer Cinema en los 90.
Bros llega en mal tiempo para las comedias románticas, donde éxitos como Crazy Rich Asians (2018) son impredecibles. No obstante, entra a la competencia con pobres resultados en taquilla pero buen lote de momentos memorables. En la filmografía de Stoller, comparte similitudes con Eternamente comprometidos (2012), por su tono reflexivo sobre las relaciones monógamas y el miedo al compromiso. Más allá de la masculinidad tóxica, el conflicto real son las diferencias ideológicas entre los protagonistas, donde el férreo activismo de uno choca con el desinterés del otro. A nivel argumental, este Pigmalión contemporáneo es bastante inteligente en abordar tópicos poco frecuentes en el cine comercial, como la desigualdad profesional, el apego a la monogamia o las barreras de comunicación entre hombres.
El filme usa la etiqueta “gay” para comercializar el vehículo actoral de Billy Eichner, tan neurótico y narcisista como cualquier contenido suyo. No obstante, tampoco se debe caer en paranoia homofóbica que grita “inclusión forzada” a la menor provocación. A veces sobreestimamos el mercado LGBTQ+, sin considerar que una película con cast completamente queer y referencias sexuales por montones jamás podrá competir con el producto Disney del momento, por razones que escapan a la calidad fílmica. Pese a todo, Bros se defiende dignamente como un romance que nos hace soñar con ser la Emma Stone o el Ryan Gosling de alguien sin importar género u orientación, aunque sólo sea posible en la idílica burbuja neoyorkina.
Bros está en Cinépolis y Cinemex
Tráiler de Bros
Categorías