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‘Thor: Amor y trueno’, más Waititi, menos heroísmo | Crítica

Thor: Amor y trueno crítica

Tras luchar con los Guardianes de la Galaxia, Thor (Chris Hemsworth) y Korg (Taika Waititi) regresan a la tierra para enfrentar la amenaza de Gorr (Christian Bale), un ser vengativo que viaja a través del universo asesinando dioses. Durante la batalla en Nuevo Asgard, el dios del trueno descubre que Jane Foster (Natalie Portman) es la nueva portadora del Mjolnir, lo cual la hace compartir los poderes de Thor. En compañía de Valquiria (Tessa Thompson), el vengador arma una expedición para recuperar a los niños asgardianos secuestrados por Gorr y solicitar el apoyo de Zeus (Russell Crowe) en la conformación de un ejército que derrote al “carnicero de dioses”. 

En la industria del cine, la falta de memoria siempre llevará al inminente fracaso de cualquier franquicia. Es bien sabido que el mayor error de X-Men: La batalla final (Brett Ratner, 2006) fue mezclar elementos de la potente saga Dark Phoenix con la subtrama de la cura mutante, arruinando el arco dramático de un importante evento en los cómics. Años después, en Doctor Strange en el Multiverso de la Locura (Sam Raimi, 2022) se cometió el mismo desatino al “adaptar” generalidades de Avengers Disassembled (el gran punto de ruptura para la agrupación) en una película menor del hechicero supremo, en lugar de concluir la fase 4 o 5 con Wanda Maximoff amenazando a todo el Multiverso, como varios insiders predecían. 

En Thor: Amor y trueno (2022) vuelve a suceder lo mismo. Mighty Thor y Gorr son reducidos a participaciones fugaces, sin oscuridad ni dramatismo, que sirven de prólogo a una etapa aún más infantil de Thor con su rol de padre de familia, como si no hubiera suficiente contenido pueril en el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM). Lejos están los días del público resentido por la patética aparición del Mandarín en Iron Man 3 (Shane Black, 2013), que obligó a reformular con el rostro de Tony Leung, mejorando notablemente el legado del personaje. Creadores y audiencia han entrado en una etapa de grave conformismo sobre el tratamiento de icónicos roles. ¿Por qué quedarse cortos teniendo un material de origen tan poderoso? En el filme hay momentos que despiertan interés, como las visitas a la Ciudad Omnipotencia o al Reino de las Sombras, pero nada de gran trascendencia visual o argumental, pues sólo son escenarios para desarrollar gags que amenicen la odisea.

Sin planeta lleno de dioses esclavizados o Jane Foster peleando varias batallas con el manto de Thor, las imágenes más emotivas de la película son las vinculadas a su título: el amor en el mismo rango sentimental de cualquier comedia romántica comercial. A diferencia de Thor: Ragnarok (Taika Waititi, 2017), en la nueva entrega existe una mejor mezcla entre el toque-Waititi y el UCM. En dicha película, la destrucción de Asgard fue opacada por la aventura en Sakaar, tan estridente que dejaba al Ragnarok como un trágico apocalipsis inconexo al humor teto del director neozelandés. Musicalizada con el rock mainstream de Guns N’ Roses, Thor: Amor y trueno centra la atención en el reencuentro de Jane y Thor, no de la forma más profunda, pero sí con la suficiente lógica para emocionarse con la despedida en Eternidad. 

Como lo señalan los críticos, la presencia de Gorr es lo mejor logrado de la película, y el prólogo le da la justificación necesaria para volver ambigua su calidad de “villano”, parecido a Killmonger (Michael B. Jordan) en Black Panther (Ryan Coogler, 2018). Lamentablemente, lo ilógico de sus acciones, como “asesinar” a algunos dioses cuando directamente puede ir por el Stormbreaker, restan terror a lo siniestro de la caracterización, que en Thor: God of Thunder se fundamentó en la satisfacción de torturar a las deidades o plantear en Thor la duda teológica que lo llevaría a convertirse en indigno de levantar el Mjolnir. En Thor: Amor y Trueno no existe un conflicto real y el desenlace optimista baja aún más las expectativas de una nueva aventura de Thor. 

En ese sentido, el UCM se acerca más a la anarquía canónica y superficial de Star Wars, donde todo gran evento pierde su valía a fuerza de contradicciones. Es cierto que el entretenimiento mainstream implica ligereza en el argumento, pero tanta simpleza en los conflictos y motivos de los personajes está ocasionando escenarios redundantes en el actuar heróico, disminuyendo las diferencias entre un filme y otro. A falta de rumbo definitivo para la siguiente saga, poca importancia tienen las películas individuales post Avengers: Endgame. En términos generales, Thor: Amor y trueno condensa de forma entretenida un episodio importante en el arco dramático del vengador, convirtiendo la oscuridad del papel en un carnaval de romance, expiación y mucha risa loca.

Tráiler Thor: Amor y trueno

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Irving Javier Martínez Ver todo

Licenciado en Comunicación. Redactor especializado en cine.

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