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Bestia: ficción que articula memoria | Crítica

BESTIA HUGO COVARRUBIAS

Por: Bastián González M.

La animación chilena extrapoló su condición de “género” hasta convertirse en tendencia dentro de la creciente industria nacional, captando la atención de los medios y circuitos de distribución internacionales. El hito contemporáneo que abrió aquella veta fue Historia de un oso (2014), que consagró su participación en la ceremonia de la Academia de Hollywood con la estatuilla a Mejor Cortometraje. Sin embargo, a ojos de este crítico, lo que cambió las tornas y remeció las aguas fue el nacimiento de La casa Lobo (2018, León & Cociña), un filme excelente, poseedor de decisiones magistrales tales como la combinación de géneros, representaciones mediante el guion y los materiales de sucesos históricos, sumada la capacidad de revelar el proceso de creación de la obra misma en pantalla, articulando un discurso político y un llamado de atención desde el arte. Posteriormente, en 2021, emergieron dos nuevos cortometrajes animados mediante stop motion: Los Huesos (León & Cociña) ganador en Venecia, y aquel que nos convoca, Bestia (Hugo Covarrubias), nominado a Mejor Cortometraje Animado en los Oscar 2022.

El cortometraje inicia con una escena de su personaje principal en un avión. Posee una fractura en el rostro. Su propuesta estética apela a mostrar sin palabras la historia de Ingrid Olderök, conocida como “la mujer de los perros”, agente perteneciente a la DINA durante el régimen dictatorial de Augusto Pinochet. Parte de su entrenamiento consistía en tácticas de tortura contra quienes fuesen opositores al régimen. A partir de esto, la película cimenta la mixtura de temporalidades que constituirán el relato, pasando por diferentes etapas dentro de la vida de Olderök y su perro. Es interesante narrar la historia desde la visión de un personaje cuyos actos son deplorables, y plasmar que sus cuestionamientos son como los de cualquier otro humano sujeto a estándares y cánones sociales; salvando las obvias distancias éticas.

El cotidiano es parte importante del metraje al establecer una rutina fuera de lo común. La tortura afecta los cuerpos sobre los que se practican estos actos, pero también genera heridas en quien los ejerce. La repetición de un suceso hasta el hartazgo para completar una misión encomendada con la finalidad de “salvar la nación” no sólo genera repulsión, sino insensibilidad. Su monstruosidad deviene en soledad y praxis lejanas al común denominador. Los mismos actos de tortura con índole sexual para los que entrena al perro los practica en sí misma. 

Bestia es también una búsqueda de la antagonista, no por redención (que tampoco buscó en vida), sino por no sumirse ni enfrentar las consecuencias de los atroces actos que profería. Esto, como es de esperar, lleva a una espiral de decadencia psicológica, donde a efectos de la ficción, los propios espacios personales de la bestia se convierten en su cámara de tortura. Las secuelas físicas vienen dadas por estos malestares al integrar cada esfera de su vida en el trabajo, porque “eso es lo que hace una patriota”. La plasticidad en los escenarios es capaz de demostrar esto de manera consistente y alberga la interioridad de un personaje implacable; su composición de cerámica y tela aportan a la fragilidad de la carne, incluso en seres de tintes villanescos. En esta película el diseño de producción es crucial para construir la narrativa. Fotográficamente cumple con su objetivo y condensa mediante la luz la atmósfera que la historia necesita, en la cual las sombras representan el horror de los centros de tortura y la luz encubre las huellas de estos hechos que ocurrían en barrios residenciales con aval de las instituciones para salvaguardar valores del mundo occidental en tiempos de la guerra fría. El equipo del filme dialoga bien, crea un mundo consistente, vivo, perverso y donde todo aporta a la construcción de una obra homogénea, que respeta el contexto.  

El cortometraje es inteligente al no caer en la sobreexposición, dosificando el fuera de campo para narrar.  Pero no está exenta de errores, pues también cae en lugares comunes, aunque no acaban por ensuciar la experiencia final. La película es fundamentalmente figurativa, y esto es un acierto, pues permite empatizar con lo que sucede en pantalla sin importar la perspectiva situada de quien especta. La predilección por un relato lejano a lo voz-céntrico es, en mi opinión, lo que permite que el relato impacte sin importar el país donde se exhiba. El diseño sonoro y la selección de pistas diegéticas para las sesiones de tortura se ajustan a la realidad de aquellos tiempos. 

Bestia: el cortometraje animado chileno nominado al Oscar 2022

La película también nos ayuda a cuestionar cuál es el rol de quienes forman parte de instituciones en tiempos de crisis para naciones completas; sus 15 minutos procuran contener parte de esta derruida memoria. La carne que Ingrid troza para su perro es similar a lo que ella ejerce sobre las voluntades y cuerpos, de la misma forma funciona el trato que el aparato militar realiza con la mente de quienes dispone para practicar la tortura. La imperceptibilidad de una herida no la hace menos letal, sino más difícil de tratar. Ingrid es una persona rota, engranaje de una dictadura que sólo se encargó de resguardarla para callar su testimonio, en un acuerdo tácito de conveniencia; tú no hablas y yo no tengo flancos por los que puedan atacar.

El caso de Chile es crucial para comprender la condición humana, pues aún en su lógica neoliberal intenta sopesar estas pérdidas con dinero (acceso a becas, compensaciones monetarias, etc.), fracasando y demostrando que no hay manera de sanar las heridas a menos que se posea memoria activa/crítica, mucho menos si se deja a los ejecutores en completa impunidad. El cortometraje no saldará estas deudas, pero su mera existencia es testimonio para el mundo y un retrato para las futuras generaciones de lo que la humanidad puede hacer en periodos de crisis sin escrúpulo alguno. En ese sentido, Bestia habla de un país que procura reflexionar sobre su condición, y que el dolor ha de ser curado, no importa cuánto tiempo transcurra. Las heridas visibles en el rostro de Ingrid son también las de una nación que, a casi 50 años de estos sucesos, todavía carga con la crueldad de este periodo. Aún no se sabe de la ubicación de los cuerpos. Aún el poder lo concentran parte de quienes avalaron estos actos.

Bestia llega en un momento crucial para Chile, en el que multitud de cambios se llevan a cabo en aras de reconfigurar la forma en que entendemos nuestra pertenencia a este territorio y nuestra relación con los pares. La idiosincrasia que se intenta constituir toma como base aquella herencia cultural de la que se proviene y la cual se resquebraja en la búsqueda de nuevas formas de expresión. Ningún proceso será concluyente, sólo abrirá más preguntas y habrá que estar en constante reinvención. El cine jamás se eximirá de estas discusiones y, afortunadamente, constituirá parte del imaginario para las futuras generaciones, a las que obras como Bestia marcarán hito, no por sus imperfecciones, ni por los laureles y premios, sino por sus intentos de comprender esta herida que se cierne sobre todas y todos. Ardua es la tarea de reconstruir a partir de la ruptura los aberrantes sucesos ocurridos durante la dictadura. Bestia es ficción que articula memoria. 

Bestia está disponible en renta aquí

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