El documental sobre Billie Eilish: un coming of age bajo el reflector

Por: Edgardo Ávalos
Billie Eilish: The wold’s a little blurry es un documental dirigido por el ganador del Emmy R.J. Cutler, director con una larga trayectoria en televisión que nos cuenta el exitoso ascenso de Billie Eilish, una adolescente hija de un matrimonio de artistas con éxito moderado que se convirtió en superestrella. La joven pasó de componer y grabar canciones desde la habitación de su hermano Finneas (su principal colaborador y productor) a ser un éxito viral y ganar prácticamente todos los Grammys a los que fue nominada con su disco debut. Así, Billie se fue convirtiendo en quien es quizá la principal representante mediática de la generación centennial, al menos musicalmente hablando.
Es evidente que la producción de Apple TV está dirigida especialmente a los fanáticos de la cantante, sin embargo, el documental condensa todos los highlights de su exitosa y joven carrera para quienes no sepan absolutamente nada de ella, lo cual brinda acceso privilegiado al proceso creativo de Billie; con su hermano componiendo lo que sería su disco debut, momentos íntimos de la relación familiar con sus padres en su modesta casa en Los Ángeles y también de la caótica vida de una artista a lo largo de una gira mundial, así como en presentaciones tan importantes como la de Coachella.
Aunque en una primera impresión podría parecer un material de promoción más, como es el caso de Back Pink: Light Up The Sky (Dir. Caroline Suh, 2020) de Netflix, el documental de Emmy R.J. Cutler brilla por las sutilezas y la lectura entre líneas. La presencia constante y amorosa de los padres de Billie —muchas veces en segundo plano— acompañándola tanto a entrevistas con los medios como al tramite de su licencia para conducir, hace de la película un coming-of-age bajo los reflectores. Las preocupaciones de Billie al sentirse observada por sus fans, la relación con su ausente novio “Q”, su fanatismo y admiración por Justin Bieber, sus cambios de ánimo explosivos y sus comentarios imprudentes dichos desde la inmadurez, me recordaron en la primera mitad de la película más a un Lady Bird (Dir. Greta Gerwig, 2017) que a un Miss Americana (Dir. Lana Wilson, 2020) protagonizado por Taylor Swift, gracias a la presencia
amorosa de los padres de Billie, quienes deben lidiar con la crianza y el desprendimiento de su hija al crecer y, al mismo tiempo, protegerla y contenerla para que no se derrumbe por las exigencias y presiones de una vida de superestrella en ascenso.
Billie Eilish: The wold’s a little blurry logra transmitir efectivamente una sensación inspiracional del “sueño americano”, pero cojea en dos aspectos:
El primer problema es la elección del punto de vista. En ningún momento el documental nos sugiere quiénes están detrás de la cámara. Hay partes que la misma artista o su familia graban y hasta rompen la cuarta pared, pero, también hay material en el que alguien ajeno entrevista a los participantes y donde se nota —por la estética y composición— que lo que vemos fue grabado por un equipo de camarógrafos (en los créditos suman 18 en este departamento), por lo cual el sentimiento bien logrado de intimidad se rompe varias veces. Por momentos, desconocer desde qué ojos observamos puede ser desorientador.
El segundo aspecto es la elección del hilo conductor. Me parece que se forzó una idea original de abarcar absolutamente toda la historia de Billie en orden cronológico para convertir la entrega de los Grammys en el momento climático, o tal vez hubo presión de utilizar absolutamente todo el material grabado. Quizá los Grammys sí son el momento más importante al revisar la carrera de la artista, pero, en cuanto al material capturado y de la emotividad construida en la primera hora y media (la película dura dos horas y veinte minutos), el momento con mayor energía es su presentación en Coachella contrastando genialmente con la escena de Billie recibiendo unos últimos consejos de su padre previos a conducir por primera vez sola en carretera. Al pensar en la película como el coming of age que se sugería, hubiera sido un excelente final el acompañar al papá de Billie viendo orgulloso y temeroso a su hija partir, dado que la licencia para conducir en la cultura estadounidense es un ritual hacia la independencia. De hecho, pareciera que la película termina en este punto, pero no, continúa y sólo se siente repetitiva; somos testigos nuevamente de Billie en presentaciones, dando autógrafos y entrevistas durante su gira mundial, por lo que el documental cansa y empieza a sentirse sin rumbo, aunque no aburre. Sólo se recupera levemente cuando obtiene los mencionados premios, pero no sorprende este último logro.
Aunque Billie Eilish: The wold’s a little blurry es efectivo por lo que promete y entrega a un público cautivo como son los fans de la artista, pudo haber sido una película mucho más memorable si se hubiera concretado la construcción a sus personajes por lo que hacen pantalla. El material estaba, pero faltó oficio o libertad para armar las piezas de este rompecabezas.
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