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‘Tenet’: la tradicional y conservadora lucha entre el bien y el mal

tenet christopher nolan

denise roldan

¡Ah, Tenet! ¿Qué más podría agregar sobre ella? Han dicho que la última película de Nolan es: vistosa, incomprensible, salvadora del cine en salas, grandilocuente, rebuscada, densa, de sentir y no pensar, impresionante, convencional, escapista, palindrómica, fría, viciada, virtuosa, despersonalizada, vertiginosa, muy a la James Bond, ambiciosa, espectacular, entretenimiento intelectual, explicativa, conservadora…

Yo quiero retomar este último adjetivo porque más allá de conservar las convenciones de las películas de espías, Tenet, quizá el único mega estreno del 2020 en cines durante la pandemia, se soporta en una premisa muy antigua: el bueno contra el malo; el bueno visto como Estados Unidos, los malos, los rusos. O pudo haber sido los asiáticos, los latinos, los de medio oriente, personas de la zona geográfica que elijan y que siempre se han representado como antagónicos de los héroes anglosajones. No es noticia nueva el conflicto interminable, y más marcado en los últimos años, entre Estados Unidos y Rusia o China, pero el cine, pese a que se nutre de la realidad, también tiene las posibilidades de ser más inventivo.

Retomo este punto porque sin interesarme en desarrollar si la película es un gran espectáculo técnico teórico sobre el tiempo, o una gran pirotécnica fría y vacía, hago hincapié en que Tenet sigue construida sobre esta base, más que vista y vendida, del estadounidense mesiánico, y el otro, la amenaza; ambos desarrollados con muy pocos matices. De Washington, el protagonista, de nombre y de función, conocemos que está dispuesto a ponerse en riesgo por el heroísmo puro y la parte sentimental del hijo y la madre; de Sator, el villano, apenas dejan ver sus motivaciones destructivas a la Thanos. No sé si a los demás, pero a mí me cansa que se quiera vender una y otra vez un discurso salvador nacionalista desde un cine de entretenimiento. En este siglo XXI, buscando una sociedad de empatía global, de nueva cuenta la cinematografía hollywoodense se empecina en establecer, desde la ligereza del blockbuster, ya sea manejado como intelectual o básico o tendencioso, quién es el villano y quién el héroe.

Ahora, de su referencia directa, las películas de espías, que suelen estar en el llamado género de acción, no soy una gran conocedora. Si recurro a James Bond como modelo de ese cine diría que lo que me aleja de estas producciones es lo predecibles que son en cuanto al desarrollo de su narración, aunque, posiblemente, no en su ejecución, como las persecuciones o las peleas. En ese predecir radica para mí la poca tensión generada. ¿Cómo voy a crear suspenso, si sé que mi héroe, el de siempre, podrá con todos los obstáculos?

Quienes se adentren en estas narraciones desarrollarán otros elementos orquestadores de tensión. Lo que rescato de las películas que se trabajan en este tono de los golpes y los balazos interminables es que esos golpes y balazos sean la superficie de un entramado más humano. Como en el caso de Léon (no de espías, pero sí de acción) el encontronazo entre lo bueno y lo malo está atravesado por el vínculo emocional, del que ustedes quieran, fraternal o amoroso, entre los protagonistas. Eso provoca que en cada batalla que ellos libren haya algo en juego. Aunque en Tenet peligraba la humanidad misma, por una inminente tercera Guerra Mundial, nunca lo vimos o lo sentimos (pues nos dijeron que es una película para sentir) porque ese peligro quedó sepultado debajo de toda la espectacularidad y el adorno temporal.

Era mucho peso para un sólo filme, por más de quién fuera su director, atribuirle el regreso del público a las salas, pero siempre se valora que las películas, ya sea pre o postpandemia, se aventuren un poco para que sea una novedad el asistir a un cine. De nueva cuenta, apelo al arriesgue, de los directores y los estudios más consagrados, sin embargo, paradójicamente, quien tenga más dinero en sus presupuestos, poco querrá atreverse a nuevas fórmulas. No veo problema en una continuidad de temas, en el caso de Nolan, el tiempo, en el caso de las historias heroicas, la lucha entre el bien y el mal; incluso no me molesta una continuidad de mecanismos y artilugios a gran escala, como las secuencias entrecruzadas en momentos críticos de las tramas del director inglés o sus explosiones de aviones tamaño real, siempre y cuando lo anterior se trabaje con miras a la exploración y renovación. En particular, los tratamientos de las historias del bien contra el mal merecen una reformulación fuera de los pronunciamientos más conservadores sobre cuáles son los motivos para ese enfrentamiento de fuerzas benignas y malignas y quiénes o qué son las representaciones de esas fuerzas.

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Crítica

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