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La realidad virtual, ¿el futuro del cine?

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Por: Miguel Sandoval

La popularización de las cámaras digitales y el surgimiento del CGI definieron la realización cinematográfica global durante el comienzo del siglo XXI. En años recientes, por otra parte, la realidad virtual ha apuntado hacia horizontes de interacción que llevarían al público a contribuir en un nuevo nivel con el desarrollo de las historias. ¿Pero qué tan viable es actualmente esta apuesta?

El término ‘virtual reality’ se atribuye al informático Jaron Lanier, quien en los 80 fundó la compañía VPL Research para explorar los alcances y aplicaciones de una idea que benefició, sobre todo, a la industria de los videojuegos; el joven visionario, además, ofreció al mercado herramientas de simulación médica y de diseño de automóviles. Hoy los usos de la realidad virtual continúan expandiéndose gracias a innovaciones académicas y turísticas, entre otras, provenientes de diversas compañías.

En el campo del cine, uno de los primeros directores que implementó esta tecnología fue James Cameron en Avatar (2009): al previsualizar sets y actores caracterizados mediante una combinación entre realidad virtual y CGI, cada escena pudo ejecutarse en su versión casi definitiva, lo cual permitió al cineasta tener mayor control sobre su universo. Otros nombres citados por el portal Back To The Movies son Kathryn Bigelow con el cortometraje documental The Protectors y Alejandro G. Inárritu con la instalación Carne y Arena, ambas propuestas del 2017.

Por otro lado, quizás el recuerdo más emblemático en esta materia sea Ready Player One (2018) de Steven Spielberg, cuya premisa narra la travesía de miles de jugadores alrededor del mundo en una contienda virtual que se extiende horas y días. Tal uso tecnológico para el cine en lo real, sin embargo, es todavía imposible debido a varias circunstancias:

En primer lugar, de acuerdo a los datos más recientes (arrojados por The Hollywood Reporter) la experiencia visual prolongada supondría un costo muy elevado de realización. Se estima que un sólo minuto costaría 10 mil dólares, ya que la perspectiva de 360° con que funcionan los dispositivos de realidad virtual, requiere un software meticuloso para unir todas las piezas de un mismo escenario; se considerarían aparte los costes de producción.

Seguidamente, Oculus, compañía pionera en la creación de dichos dispositivos, recomienda utilizarlos no más de media hora –con descansos de 10 a 15 minutos entre cada empleo–, dado que una exposición alargada provocaría daños a la vista; esta advertencia representa una limitante para la habitual duración de 90 minutos de las películas.

Aunado a lo anterior, quizás el problema fundamental siga fuera del mapa. Tal como expone el portal de tecnología State Of VR, el mayor reto al que se enfrentarían los directores de cine, es la ruptura de las convenciones y modos de trabajo: la puesta en cámara, el corte y el montaje, serían abandonados en pos de una experiencia visual total. Bajo este paradigma: ¿cómo pensar el cine sin escalas de planos?, ¿cómo pensar el cine sin el ritmo del montaje?; en resumen, ¿cómo pensar el cine sin las características que lo han definido?

Del mismo modo, manipular las narrativas sería un ejercicio impráctico, debido a que ante la ausencia de una estructura para delimitar el número de escenas, las propuestas tornarían en despropósito. Probablemente a estas alturas haya que prestar atención a las historias interactivas diseñadas para consolas de videojuegos, las cuales permiten al usuario tomar las riendas que lo llevarán a un final diferente según sus elecciones.

Aquí grandes títulos de historias interactivas.

Con todo, el futuro del cine podría cambiar en las próximas décadas gracias a la realidad virtual. Las funciones en grandes salas verían una disminución del público que preferiría una experiencia inmersiva, mientras interactúa con otros a la distancia, semejante a lo que hoy ocurre con la plataforma de streaming Netflix y su extensión Netflix Party. A poco más de 100 años de existencia del séptimo arte, una nueva revolución visual asoma y prepara –aunque lentamente– el terreno para la generación de autores que romperían las reglas del quehacer cinematográfico contemporáneo.

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