Never Rarely Sometimes Always: vivir en tierra progre no es tan fácil

Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)
Autumn (Sidney Flanigan) está embarazada y desea abortar; recurre a la asistencia pública local (en Ellensboro, Pennsylvania), pero sólo encuentra personal provida que intenta persuadirla de no interrumpir la gestación. Con ayuda de su prima Skylar (Talia Ryder), compran dos boletos a Nueva York para visitar una clínica especializada profesional. Debido a problemas con el procedimiento, Autumn y Skylar deberán pasar dos noches en la ciudad. Sin dinero, comida, ni un lugar dónde hospedarse, las amigas vagarán por las calles y estaciones del metro en búsqueda de dinero para los boletos de regreso.
¿Recuerdan la conversación sobre el aborto cuando se estrenó 4 meses, 3 semanas, 2 días (Cristian Mungiu, 2007), ambientada en la opresiva era soviética? Pues las protagonistas de Never Rarely Sometimes Always (2020) son las mismas chicas de la película rumana viviendo en el Estados Unidos más progre. Sin embargo, aun con el “privilegio” geográfico de radicar en tal nación, las jóvenes no escapan de la violencia masculina, que va desde slut shaming hasta la agresión sexual. Aunque el discurso proaborto es el centro argumental, el elemento clave en la narración de Eliza Hittman es el contexto misógino y hostil que rodea a las jóvenes.
Mencioné la película de Mungiu porque existen algunos paralelismos, principalmente relacionados con la personalidad de Skylar. Como el personaje de Anamaria Marinca, la prima de Autumn accede a las solicitudes de los hombres a cambio de “beneficios” inmediatos, los cuales sirven para ayudar a su amiga. Aunque las consecuencias son distintas, las jóvenes experimentan cambios en su amistad tras la incómoda experiencia. Para las protagonistas, las palabras de apoyo no son de suficiente ayuda (apenas y conversan entre sí), pues la sororidad requiere de un compromiso más alto. Al final del filme, la audiencia no estará tan convencida si Autumn lleva la vida más difícil o es Skylar (de quien se sabe poco y demasiado se sugiere).
El logro de Hittman es abordar problemas sociales crudos sin caer en la pornografía emocional (como la violación de 4 meses, 3 semanas, 2 días). El fatalismo se cambia por la recreación precisa del camino largo y burocrático para acceder a una interrupción del embarazo legal. Para Autumn y Skylar, el gran obstáculo es la existencia de ideologías retrógradas dentro del sistema de salud; por ejemplo, la escena más frustrante del filme es aquella con una trabajadora social provida promocionando videos que criminalizan el aborto. El público de izquierda ha encontrado en este título una perspectiva optimista para las nuevas generaciones sobre la discusión, ya que no somete a juicios o debates el tema: ¡el aborto debe ser legal sí o sí! Incluso, la película va un poco más allá al exponer un caso de 18 semanas de embarazo, tentando la furia de los conservadores nacionales y extranjeros.
Never Rarely Sometimes Always tiene un perfil feminista directo y no es la típica película subjetiva (dirigida por hombres) con la puerta abierta a los opositores. “¿Nunca has deseado ser un hombre?”, pregunta Skylar a Autumn, marcando la perspectiva de género como imprescindible para entender la condición vulnerable de las protagonistas, quienes podrían ser el símil ficticio de cualquier chica en el mundo. En ese sentido, el estilo de la autora se asemeja bastante a otros directores sociales británicos de la “vieja” escuela (como Andrea Arnold, Clio Barnard o Ken Loach), convirtiendo los problemas de las calles en ficción atractiva y de alta calidad, con un ruidoso activismo a favor de los grupos desprotegidos.
Sobre los hechos del filme no se detallan antecedentes, basta con las mínimas acotaciones sugeridas entre líneas (en especial, la relacionada con el título). La refinada construcción de las escenas se basa en gestos y silencios, una mesura inteligente que realza la atmósfera sombría de esta atípica road movie (maravillosamente fotografiada por Hélène Louvart, la colaboradora habitual de Alice Rohrwacher). Similar a lo realizado en Beach Rats (2017), la realizadora se apega a los estándares del indie contemporáneo para dejar fluir los eventos con ligera naturalidad, sin inducir las emociones y opiniones del espectador.
Lamentablemente, a pesar de su éxito en la pasada Berlinale, la película fue una de las tantas afectadas por la actual crisis sanitaria. No obstante, tiene la suficiente valía artística para asegurarse un lugar entre lo mejor de este año. La mirada de Eliza Hittman se posa sobre el lado menos amable de Estados Unidos, donde los derechos de las mujeres sobre su cuerpo depende de la agenda política del momento.
Categorías