Seis películas para acercarte al cine sudamericano

Por: Rubí Sánchez (@rubynyu)
En los últimos años, el cine en Sudamérica ha logrado posicionarse en el gusto del público mundial: desde títulos multipremiados, éxitos comerciales, hasta el descubrimiento de directores únicos, quienes manifiestan una nueva mirada y temas propios de sus contextos.
Seis países del territorio sudamericano han sido los principales productores de películas que se han alejado de los estilos del cine tradicional: Chile, Colombia, Uruguay, Paraguay, Argentina y Brasil. Cada uno cuenta con una producción prolífica; el siguiente listado resume la primera década del 2000 y explora filmes que sentaron las bases para el cine que actualmente se produce en sus países.
Colombia
Directores como Ciro Guerra y Alejandro Landes comenzaron su carrera en este periodo, pero fue hasta 2015 y 2011 respectivamente cuando demostraron su estilo tan particular, el primero con El abrazo de la serpiente y el segundo con Porfirio.
Las cintas más exitosas de principio de la década ya auguraban la presencia que el crimen organizado tendría en el cine y la cultura pop de toda Latinoamérica, con historias como Rosario tijeras (Emilio Maillé, 2005) y María, llena eres de gracia (Joshua Marston, 2004).

Sin embargo, Perro come perro (2007) de Carlos Moreno es la que mejor revela la realidad vivida por los colombianos. El protagonista, Víctor Peñaralda (Marlon Moreno), intenta quedarse con el dinero de un atraco mientras busca desesperadamente a su esposa e hija. Las escenas en exteriores fueron grabadas en la ciudad de Cali, la cual hace un juego perfecto con el tono, al tiempo que sostiene la crudeza y lo sofocante de su fotografía. Lo esencial del filme es la sátira en referencia al título: refleja en los perros de la ciudad la realidad de los colombianos asolados por un contexto violento.

La ópera prima de Carlos Moreno, quien después realizó Todos tus muertos (2011), El cartel de los sapos (2012) y ¡Que viva la música! (2014), fue presentada en la Selección Oficial de Sundance 2008 y en el Festival de Cine de San Sebastián.
Uruguay
Al mismo tiempo, el cine en Uruguay vivió su gran boom con el trabajo de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, permitiendo el crecimiento de otros directores como Beatriz Flores Silva, Guillermo Casanova y Federico Veiroj, este último conocido por su más reciente película, Belmonte de 2018.
Whisky (2004) es un buen ejemplo de las convenciones que ha tomado el cine uruguayo, sin grandes pretensiones, pero con historias poderosas. El trabajo de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebell consiguió el reconocimiento de una industria ya asentada, al recibir los premios en la sección Un certain regard y del FIPRESCI en el Festival de Cine de Cannes.

Una historia apacible sobre amores tardíos. Mediante un trato entre el dueño de una fabrica de calcetines y su empleada más leal, buscan engañar al hermano del primero, haciéndose pasar por marido y mujer. La pareja formada por Jacobo (Andrés Pazos) y Marta (Mirella Pascual), logra un retrato agudo de las relaciones maduras. A ella dicho papel le valieron premios a Mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de Tokio y de Guadalajara.
La historia no necesita de grandes giros para sorprender y es más su tono sosegado lo que captura la atención del espectador. Su lado cómico se encuentra en las situaciones vividas por los protagonistas, quienes sin llegar a ser hilarantes, son muestra de una sensibilidad sencilla.
Chile
La nana (2009) de Sebastián Silva o los primeros trabajos de Pablo Larraín son apenas algunos antecedentes de lo que pudimos ver la década pasada, con temáticas más diversas. La memoria histórica es una de ellas, explorada en el cine de toda Sudamérica, pero especialmente Chile se distingue por películas que buscan no olvidar los eventos vividos como nación.
Machuca (2004) de Andrés Wood cumple ese objetivo a través de la experiencia de los niños Gonzalo Infante y Pedro Machuca, pertenecientes a diferentes clases sociales. Vivimos en la ciudad de Santiago los momentos antes del golpe de estado, mismo que acarrearía 17 años de dictadura.

Presentada en el Festival Internacional de Cine de Vancouver y el Festival de Cine de Bogotá, Machuca es una historia sobre la amistad y el descubrimiento personal por medio del encuentro con los otros. Es un filme entrañable, duro y que no permite olvidar.
Paraguay
El cine de Paraguay que hemos visto en nuestras salas ha sido poco, pero trabajos como el de Juan Carlos Maneglia junto a Tana Schémbori en 7 cajas, así como Las herederas (Marcelo Martinessi, 2018) nos permiten observar dos vertientes en la industria. La primera con problemas sociales como punto de partida, mientras la segunda se decanta por tonos sobrios y contemplativos.
Una cinta que logró juntar ambos elementos es Hamaca Paraguaya (2006) escrita y dirigida por Paz Encina. Se diferencia a las demás por ser hablada en una lengua indígena y haber ganado el Premio FIPRESCI en Un certain regard del Festival de Cannes.

Hablada en guaraní, uno de los dos idiomas oficiales de Paraguay, la historia sigue a una pareja de ancianos que viven los últimos momentos de la Guerra del Chaco, misma librada entre Paraguay y Bolivia, enfrentamiento al cual su hijo fue llamado a luchar.
Con apenas 75 minutos de duración, es un ejercicio poético sobre una añoranza no permitida. Dos personajes, pocas locaciones, planos largos y diálogos cotidianos construyen la identidad de un pueblo asolado por las diferencias sociales.
Argentina
El cine argentino tiene bases contundentes para que su industria sea una de las más fuertes en el continente. Se trata de un sistema que conjunta el cine de autor y el comercial de manera afortunada, de ahí que Lucrecia Martel y Lisandro Alonso tengan un lugar esencial con su cine tan característico.
No obstante, existen otras producciones que lograron posicionar la industria argentina desde otro enfoque. La dupla entre el director Juan José Campanella y el actor Ricardo Marín ha conseguido gran parte del éxito y consolidación de esta industria. Desde su primera cinta juntos en 1999, sus trabajos permiten un vistazo al tipo de producciones en Argentina. Si bien El secreto de sus ojos es la más conocida, es El hijo de la novia (2001) la cual nos permite vislumbrar el camino tomado por el cine: historias inteligentes que no están peleadas con el humor.

Nominada al Oscar a la Mejor Película Extranjera, manifiesta el autodescubrimiento de Rafael Belvedere de 40 años, a raíz del deseo de su padre de casarse con su madre por la iglesia, a pesar de que ella padece Alzheimer. Un ejercicio lleno de ternura hecho con la seriedad necesaria para abordar temas polémicos.
Brasil
El cine brasileño en sus diversas formas, desde el Cinema Novo, pasando por el cine b y hasta el trabajo actual de directores como Kleber Mendonça Filho, Petra Costa, Gabriel Mascaro hasta Daniel Ribeiro, ha presentado una mirada diferente a temáticas clásicas.
En la década de los 2000 fue relevante el trabajo de Daniela Thomas con Walter Salles en Linha de Passe (2008) y de Cao Hamburge en El año en que mis padres se fueron de vacaciones (2006). Sin embargo, la película brasileña más celebrada y conocida en el mundo fue Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, Kátia Lund, 2002).

Basada en una historia real, presenciamos los intentos de Buscapé para alejarse de la violencia de las favelas, mientras narra la guerra que provocan dos bandas que se enfrentan por el territorio llamado Ciudad de Dios.
Se convirtió en un fenómeno que acrecentó la fama del cine brasileño, narrada de forma no lineal, con un excelente fotografía estrambótica y delirante, sedujo a las audiencias nacionales y extranjeras con una cinematografía excepcional.
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