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Cats: una razón más para odiar a los musicales

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Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)

Una gata llamada Victoria (Francesca Hayward) es abandonada por su ama en un callejón. Tras bailar y cantar con sus nuevos amigos felinos (la tribu jelical), es invitada a participar en la celebración para elegir al gato ganador del viaje al Edén Sideral (tierra donde podrá renacer). Los 110 minutos de metraje son un The X Factor gatuno para elegir al minino con la mejor voz.  

El desastre de Cats (2019) se pronosticaba desde el anuncio de su producción. En Jersey Girl (Kevin Smith, 2004) es el único musical conocido en la provincia y hoy es considerado ejemplo clásico de lo kitsch en la cultura pop. La obra lleva, desde su origen en Broadway, el estigma de entretenimiento clasemediero –como el Cirque du Soleil: espectáculos básicos que compensan con rimbombancia el alto costo de las entradas–. Además, al adaptar obras de Andrew Lloyd Webber y pasajes bíblicos siempre existe una alta posibilidad de filmar basuras inolvidables.

Por si fuera poco, el género no se encuentra en su mejor momento: la película con las mejores críticas (La La Land, 2016) ni siquiera es un musical en sentido estricto, y En el Bosque (Rob Marshall, 2014) o El gran showman (Michael Gracey, 2017) funcionaron por dirigirse al target millennial. Tras el relativo éxito de Les Miserables (2012), los productores decidieron confiar a ciegas en Tom Hopper para adaptar Cats; sin embargo, no es lo mismo un drama de época que un viaje psicotrópico con gatos antropomorfos.

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Los problemas de esta adaptación inician desde la partitura, la cual no sufrió cambios para el siglo XXI. El largometraje está atrapado en el mal gusto de los 80, con ese jazz ecléctico y desproporcionado que aún sobrevive en viejos clásicos como All that jazz (Bob Fosse, 1979). Al rancio soundtrack no se le dio homogeneización, reescritura sonora que habría ayudado a no parecer karaoke de gatos siniestros. Dentro del despropósito auditivo de Cats, los coros son lo peor (repetitivos y chirriantes); pasada la media hora, terminas odiando todas las variaciones de la palabra “jélico”.   

El colmo de la extravagancia es el grotesco baile a la luz de la luna (de excesiva duración, por arriba de los tres minutos). ¿Recuerdan esos horribles números musicales que montaba la Academia para presentar las nominaciones a Mejor vestuario y Mejor banda sonora? Pues así de ridículas y desfasadas llegan a ser las coreografías. Momentos de pena ajena son los bailes de Skimbleshanks (maldito Gosling por revivir el tap) y Jennyanydots (Rebel Wilson), danzas de eufóricos gatos sin importar lo desagradable de sus movimientos y lo notorio de la green screen.

La mala calidad del CGI ha sido lo más criticado desde el lanzamiento del trailer; no obstante, esto habría pasado a segundo orden con un mejor trabajo narrativo. Aunque la inexistencia de historia funciona en el teatro (debido a las limitaciones del medio), el cine comercial exige un desarrollo argumental, mínimamente, complejo (por muy lírica y poética que sea la obra).

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Cuando Jennifer Hudson canta su segundo Memory, no existe motivo dramático que nos saque las lágrimas (o, por lo menos, nos despierte en la butaca). La producción se preocupó tanto por los personajes secundarios (Swift, Corden y todas las celebridades taquilleras), que la redención final de Grizabella (el clímax de la película) termina importando a la audiencia de poco a nada. El musical daba para una fábula animalesca de grandes proporciones –como Watership Down (Martin Rosen, John Hubley, 1978)–, pero se queda en una aburrida y mediocre experiencia de mal gusto.

Tom Hopper siempre ha presumido de su perfil como director comercial (cumplidor con el público encomendado por los productores). Al carecer de una mínima apropiación artística del musical, el realizador sólo trasladó al cine cada elemento teatral sin cuestionar la compatibilidad entre lenguajes (muchos momentos debieron ser descartados en preproducción). La falta de cambios en el guión final ocasionó situaciones absurdas y soluciones express (como la liberación de los gatos cautivos en el barco o el final del villano).

Con director oscarizado y un elenco estelar, Cats tendrá un lugar especial entre los mayores fracasos de la década que termina. En una entrevista para Observer, el realizador mencionó sobre el filme: “muestra una parte de mi imaginación, mi perspectiva del mundo”. Si lo anterior fuera cierto, podríamos estar ante la creación más personal de Hooper. ¿Te gustaría ver más cosas de su autoría? Al menos, la película satisface el morbo de quienes gustan del cine raro (en la línea de Eraserhead o Videodrome). Un proyecto que jamás debió recibir luz verde. 

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