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The Death and Life of John F. Donovan: una tibia salida del clóset 

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Por: Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)

A Audrey (Thandie Newton), periodista de “temas serios”, se le encomienda entrevistar a Rupert (Ben Schnetzer), joven actor y autor de un libro sobre su infancia y el intercambio de cuitas con la difunta estrella noventera, John F. Donovan (Kit Harington). La película recorre la gloria y caída de una estrella en ascenso, mientras el pequeño Rupert (Jacob Tremblay) lidia con el bullying en la escuela y su desatenta madre (Natalie Portman en mood Anne Dorval).

The Death and Life of John F. Donovan (Xavier Dolan, 2019) ¿es tan mala como los críticos cuentan? Sí, por las prisas del “corte final”, resultó una entrega saturada de ideas incompletas y con la intensidad melodramática de una telenovela. Es verdad que no alcanza el nivel estridente de Sólo es el fin del mundo (2017) –aunque Tremblay parece estar en tachas toda la película–, pero no es un filme notable como Laurence Anyways (2012) o Mommy (2014).

El problema es que la trama y el montaje están al servicio de los toques autorales de Xavier Dolan. Por ejemplo, se pierden tres minutos en los créditos con el único objetivo de ver a Harington pavonearse entre sets y alfombras rojas al ritmo de Rolling in the Deep. La fama como fuerza destructora de la personalidad es el tema (o eso se intuye), pero no percibimos un descenso tan oscuro como se anticipa (¿muerte por sobredosis cuando no vemos a Donovan darse ni un solo pericazo en todo el filme, en serio?). Incluso, comedias ligeras como Notting Hill (1999) tienen un discurso más impetuoso sobre lo efímero y aniquilador que puede ser la farándula.   

El director intenta sacarnos las lágrimas a punta de cañón y desubicadas digresiones. Existe una discusión entre la periodista y Rupert adulto en la cual él exige que la corresponsal se tome en serio la historia de Donovan; no es una “tragedia de primer mundo”, dice el personaje (reclamo de Dolan hacia la crítica de Cannes). No obstante, los nudos de conflicto dramático (el acoso escolar del niño y el ostracismo de Donovan) carecen de la violencia suficiente para despertar las emociones del espectador.

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Parte del error es que los actores están disfrazados de los recurrentes arquetipos en las películas de Dolan: la maestra mesiánica, la madre en crisis, la periodista quisquillosa, el atractivo joven gay peleando contra el mundo… personajes que no han sufrido cambios desde la primera película (He matado a mi madre, 2009). Al no existir un universo verosímil –independiente del anecdotario narcisista de Xavier Dolan–, las relaciones y situaciones se sienten plásticas.

The Death and Life of John F. Donovan se asemeja a una película de Terrence Malick (en el mal sentido), con celebridades que hacen cameos en un comercial fashionista de dos horas (muy “bonito”, pero sin contenido). Las peleas y reconciliaciones, los secretos y mentiras, las risas en familia, y todos los momentos triviales (pero refrescantes), que caracterizan al cine de Dolan, son omitidos para ahondar en una salida del clóset que no es tan traumática como se presume.

De acuerdo con las sinopsis, la correspondencia entre John y Rupert es parte importante de la historia (basada en la experiencia de Dolan enviando cartas a DiCaprio); sin embargo, no escuchamos el contenido de ninguna maldita carta hasta el desenlace. El resultado evidente es que las dos historias se sienten distantes, en parte, porque los paralelismos entre ambas vidas, que el adulto Rupert menciona, no se ven en la pantalla.

Durante todo el largometraje, la narración de Ben Schnetzer tira “hilos” que jamás vuelven a usarse. A mitad de película dice que invitar a Will (hermano mayor de Donovan) al set de filmación era “sabotear casi todo lo que había construido” ¿Por qué darle tal relevancia a un personaje que no vuelve a salir hasta el final? Así, muchos monólogos o escenas anticipan el bombazo catártico que jamás llega.

Curiosamente, el desenlace de la película parece la conclusión de un relato “intenso”, un viaje más trascendental del que no fuimos testigos. De acuerdo con reportes de IndieWire, los productores aún esperan lograr distribuir el “corte del director” con cuatro horas de duración (que incluiría a la villana de Jessica Chastain). Hasta entonces, este primer corte es un compilado de preciosos planos sin ninguna novedad narrativa. Largometraje que se desbarranca en la ambiciosa intención de ser lo bastante cool para los espectadores millennials. 

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Crítica

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