Cine y literatura: El eterno debate

Por: Citlalli Vargas Contreras (@rimbaudienne_)
Desde los inicios del cine, la literatura le ha servido a éste como fuente de narraciones e historias que contar, lo cual ha generado debates y controversias sobre la manera en la que el séptimo arte adapta a la literatura.
Entendemos una adaptación cinematográfica como el trabajo de un guionista que toma una obra literaria ya existente (dígase novela, cuento, poesía, novela gráfica, obra teatral, etc.), y la transforma en material para un filme. En alemán existe incluso el término “Literaturverfilmung”, que no deja lugar a ninguna ambigüedad posible sobre la adaptación de un medio literario a un medio cinematográfico.
Cualquiera que haya leído una obra literaria sabe que las palabras también crean imágenes que, si bien están en nuestra mente, nos ayudan a entender e interpretar mejor aquello que estamos leyendo. No obstante, dichas imágenes mentales dependen completamente de cada persona, sus experiencias y estímulos, por lo que la visión que tenga cada lector de una misma obra va a ser diferente incluso a la del mismo autor. Es justamente allí donde empieza la gran controversia de las adaptaciones cinematográficas.
En 1981, Helmut Kreuzer desarrolló una tipología de adaptaciones:
• Aneignung: la película toma la materia prima literaria -figuras, argumento, etc.- (Where the wild things are, 2009; The Selfish Giant, 2013)
• Dokumentation: filmación de una escenificación teatral. (Abolición de la Propiedad, 2013, Anna Karenina, 2012)
• Illustration: el paso a imágenes de la obra literaria, con diálogos casi al pie de la letra; pueden incluso usar de la voz en off para el narrador omnisciente literario. (Fight Club, 1999; 300, 2006)
• Transformation: entendida como interpretación, conservando el sentido del original literario. Se crea una obra nueva, pero análoga. (Howl’s Moving Castle, 2004; Gone With The Wind, 1936)
La mayoría de las adaptaciones cinematográficas recaen en el primer y en el último tipo de los que enlista Kreuzer. Dentro de esta relación, la literatura y el cine no son agentes aislados. No sólo su estilo narrativo es totalmente diferente, mucho dependerá también de la interpretación del guionista y del director, qué consideran importante de la obra y qué creen que se pueda cambiar para hacerlo más viable en la narrativa cinematográfica sin perder la esencia de lo que a ellos les transmite la obra literaria.
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Ejemplo claro de esto es Stanley Kubrick, quien tuvo problemas con Stephen King por The Shining (1980). De acuerdo con el autor, la visión que tenía el director sobre la narración era demasiado fría: “Es una película hermosa, visualmente hablando, pero es como un bello Cadillac sin motor”.
Entre tantas críticas, King señaló, en una entrevista a IndieWire, la forma en la que Kubrick había definido a dos de los protagonistas: Jack y Wendy Torrance. En el caso del primero, decía que dentro de la película él no tenía ningún arco narrativo, sólo vemos como “se vuelve cada vez más loco”, a diferencia de la novela donde “es un tipo que lucha para mantener su cordura y al final la pierde”. Por otra parte, menciona el escritor, “Wendy es uno de los personajes más misóginos en la historia del cine”.
Aun con ello, no muchos se atreverían a decir que la cinta de Kubrick es “mala”. Hay gente que incluso atribuye el enojo de King a que el director supo contar mejor su propia historia.
Por otra parte está la adaptación en forma de trilogía que dirgiera Peter Jackson de la famosa novela de J.R.R. Tolkien, The Hobbit. Si bien las tres cintas de The Lord of the Rings (2001-2003) habían recibido en su mayoría reseñas positivas, la saga de Bilbo Baggins fue duramente criticada, principalmente por alargar en tres películas la trama de un solo libro de apenas 300 páginas aproximadamente. Esto causó que se le agregaran a la historia personajes y situaciones que no formaban parte de la narración de Tolkien, todo con el fin de incrementar en lo posible los beneficios de la franquicia.
En el caso de las novelas gráficas, cuyas adaptaciones están muy en boga, sucede que, a pesar de que ya contienen el elemento visual y puede ser sólo extrapolado con ligeras variaciones, como es el caso de Sin City (2005), hay guionistas y directores que en pro de la continuidad entre películas y el desarrollo de las historias de cada personaje, prefieren tomar sólo los elementos muy básicos de las narraciones, como los títulos, las historias de origen de los personajes o viñetas muy características del cómic (como sucede con las adaptaciones de Marvel y DC).
Cabe considerar que la otra parte de la relación cine-literatura está, por supuesto, en los espectadores. Cuando amas una obra literaria y esperas con ansias la adaptación cinematográfica para ver materializadas en una pantalla las imágenes que tu mente definió, suele decepcionar que se pasen por alto detalles que tú considerabas de vital importancia para la narrativa, o por el contrario, que añadan elementos que no te hacen ningún sentido. No obstante, el cine y la literatura pueden funcionar como dos caras de una misma moneda, y que es posible que exista más de una manera de contar una historia.
Es claro que el debate jamás terminará, pero eso no debería detenernos de poder disfrutar las adaptaciones cinematográficas, comprendiendo que ambos medios tienen formas diferentes de contar una misma historia y que no por eso debería demeritarse su valor como producto cultural.
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