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Gummo: la América de Harmony Korine

Gummo: la América de Harmony Korine

Hay dos creencias generalizadas acerca del cine. Primero, que sólo cuenta historias, para así llevarnos de A a Z. Después, que la imagen debe obedecer al embellecimiento y exaltación estética de la vida. Si a eso nos limitaramos, Gummo (Harmony Korine, 1997) estaría fuera de las películas dignas de apreciar; sin embargo, a más de dos décadas de su estreno sigue atrayendo por su singularidad. Filmada en Nashville, Tennessee, es considerada una obra de culto.

Para la realización de este collage de momentos en la vida de una comunidad arrasada por un tornado, el director californiano visitó hogares de su ciudad de origen en busca de tomas que le resultaran familiares, invitó a excompañeros de su escuela a actuar y grabó a gente en Nashville durante un día cualquiera. Apegado a una visión realista, y a pesar de existir un guion que planteaba las situaciones previamente, Korine le pidió a sus intérpretes participar sin instrucciones precisas, dirigiendo sólo en algunos casos y, mayormente, dejándolos moverse por las locaciones. Ello bajo la impronta de un retrato fidedigno de Nashville, donde, efectivamente, al momento de filmación y según Korine, había un entorno de prostitución y casas sumidas en total desorden. 

Es así que Gummo muestra el olvido gubernamental de aquella ciudad, el estilo de vida de un pueblo sucio, violento y ensimismado que toma por destino estas características. El único hilo conductor (alineado con las tramas tradicionales) es el de dos chicos que cazan gatos para venderlos a un restaurante de comida china, actividad que, dicho sea de paso, los conecta con otros personajes de aparición regular. Un grupo de chicas obsesionadas con el tamaño de sus pechos, un joven que cuida de su abuela conectada a un respirador, un padre que prostituye a su hija son algunos de los personajes con los que Korine pretende ilustrar la Nashville de los noventa, apoyándose en una estética indulgente, con black metal e imaginario satánico, en medio de peleas con sillas, travestismo y consumo de solventes, entre otras manifestaciones que contradicen el sueño americano.

Gummo: la América de Harmony Korine
Gummo (Harmony Korine, 1997)

Quería hacer la primera gran película americana sobre América”, le dijo el director a IndieWire en 1997. Korine admitió no encontrar en Hollywood a sus héroes, sino en autores como Alan Clarke (y sus personajes deambulantes) y en Werner Herzog (y su frenética y resiliente forma de filmar), quien, curiosamente, entrevistó a Korine en el Festival de Cine de Telluride, donde abordó más detalles de la producción de Gummo. “En lo que respecta al diseño de producción, se trató de sacar cosas (de las casas) para hacerlo más limpio”. Refirió también que algunos miembros del crew pidieron trajes blancos antiradiación para trabajar en la suciedad, hecho que al cineasta y al cinefotógrafo Jean Yves Escoffier causó molestia, y a lo que respondieron presentándose con traje de baño y sandalias. El caos del montaje puede leerse como un indicio de pretensión, aunque también como el resultado de unos personajes y una visión nihilista de un director interesado a nivel íntimo en el desastre.

Acerca de este punto, Gummo es una obra profundamente nihilista, marcada solamente por algunos atisbos de ternura (como el de un beso en la mejilla), pero en general por la incoherencia, la paternidad irresponsable y la angustia adolescente como bien destaca el análisis de La Filmoteca Maldita. Son los adolescentes y los jóvenes los protagonistas que mejor abrazan la inestabilidad de su entorno, en edades de por sí proclives a la rebeldía y provocación.

Posiblemente por ello es por lo que la cinta continúa vigente, porque enlaza con el deseo de provocar de una audiencia joven, con los pensamientos de la juventud que se enciman unos sobre otros y que tienden a lo absurdo y a la fragmentación confusa al igual que el filme. Simultáneamente, corre por el trabajo de Korine la tradición literaria del gótico sureño, más centrada en los ambientes decadentes y en la condición moral de sus personajes que en la linealidad per se. 

Solomon (Jacob Reynolds) fue elegido por el director debido a la singularidad de su cara, ya que “sabía que de cualquier manera que lo filmara sería emocionante”. Por otra parte, Tummler (Nick Sutton) fue escogido tras su aparición en un programa televisivo de sobrevivientes a la inhalación de pintura. Chloë Sevigny, con quien Korine trabajó en Kids (Larry Clark, 1995) también protagoniza el filme, además de fungir como diseñadora de vestuario.

Ganadora del KNF Award del Festival de Cine de Rotterdam, Gummo es considerada una rareza, políticamente incorrecta y éticamente cuestionable por su explotación de la podredumbre de algunos sectores vulnerables, a la vez que se estima como un filme que pone al descubierto la otra América, también verdadera y de la que tenemos un ejemplo más reciente en Red Rocket (Sean Baker, 2021).

La filmografía de Harmony Korine consta de siete largometrajes como director, entre los que destacan Julien Donkey-Boy (1999), Mister Lonely (2007) y Spring Breakers (2012). Su proyecto más reciente, presentado en el Festival Internacional de Cine de Venecia, es Aggro Dr1ft , una película de aspecto futurista sobre un asesino interpretado por Jordi Mollà. 

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Miguel Sandoval Ver todo

Me gustan las películas de Éric Rohmer y de Robert Bresson. Escribo en un intento por expresar lo inexpresable.

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