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‘¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret’: de autodescubrimiento e inseguridades

'¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret': de autodescubrimiento e inseguridades

¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret, la adaptación de la novela homónima de Judy Blume, llega esta semana a cines de México.

En una escena de Mi vida a los diecisiete (2016), Nadine (Hailee Steinfeld) –en un intento  desesperado por establecer una conexión con alguien– reflexiona sobre la necesidad  humana de sentirse importante en la vida. Mientras justifica su falta de amigos por tener  gustos y pensamientos distintos a los de los demás, su profesor (Woody  Harrelson) la interrumpe para decir que quizá simplemente a nadie le cae bien. Lo que funciona en primera instancia como recurso cómico, la directora y guionista Kelly Freimon Craig lo aprovecha más adelante para cerrar el arco narrativo de su personaje en una conversación seria con su hermano. Entonces, la cineasta planteaba el tratamiento serio del  dolor adolescente y la comedia como catalizador como una de las principales inquietudes  de su cine.  

En 2018, dos años después de estrenar su ópera prima, Freimon Craig buscaba inspiración entre los libros de su biblioteca. Nada particularmente se sentía urgente para adaptarlo en la  pantalla grande; en su lugar, se encontraba con buenas ideas que posiblemente a algún otro cineasta le interesaría más realizar. No fue hasta que releyó la exitosa novela Are You  There God? It´s me, Margaret (1970), de Judy Blume, que regresó el sentido de urgencia de llevar una historia a la pantalla grande.  

En la película homónima, Margaret (Abby Ryder Fortson) es la protagonista que llega a casa después de pasar el verano en un campamento. No pasan ni cinco minutos cuando se enfrenta a la noticia de que sus padres, Barbara (Rachel McAdams) y Herb (Benny Safdie), han decidido mudarse de Nueva York a los suburbios de Nueva Jersey. Está justo al otro lado del río, como señala Herb, pero Margaret se angustia porque deberá hacer nuevos amigos y separarse de su abuela (Kathy Bates), con quien siempre ha tenido una relación muy cercana. La noticia obliga a Margaret a acercarse a Dios por primera vez con una petición: evitar que suceda la mudanza o que, por lo menos, no sea tan desastrosa.  

La franqueza en los libros de Blume es algo que Freimon Craig ha elogiado en más de una  ocasión; “la sensación que me da su trabajo es que siempre es honesta. Siempre dice la verdad”, dijo en una entrevista para el podcast de IndieWire. Y, precisamente, el valor central de su película es la honestidad para retratar el sentir de Margaret: los celos, la inseguridad y  las preocupaciones que no tendría que pasar una niña de 11 añosIndependientemente de cómo haya funcionado nuestra pubertad, ¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret retrata la sensación de no experimentar más el mundo de la manera libre e inocente que lo hacíamos cuando éramos pequeños.  

En ese sentido destaca la relación que Magaret tiene con Nancy Wheeler (Elle Graham), la primera vecina con la que tiene contacto cuando llega a Nueva Jersey. Los minutos que pasa con ella son los que la  llevan a cuestionarse temas relacionados a su cuerpo preadolescente y preocupaciones anticipadas sobre el amor.  

'¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret': de autodescubrimiento e inseguridades
¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret

Por otra parte, las pinceladas más personales de Freimon Craig están en el tratamiento del sentido de  pertenencia, de las ‘reglas’ que hay que seguir para lograr entrar a un grupo de amigos. Es en la resolución donde Fremon Craig hace algo diferente con respecto a su obra pasada. Quizá Nadine, personaje de su primera película, hubiera preferido alejarse y distanciarse  del mundo antes que seguir los requisitos de sus nuevas amigas. Contrariamente, en ¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret hay un esfuerzo desmesurado por querer hacer todo a la  perfección: Margaret es invitada al ‘grupo exclusivo’ de amigas y no duda en seguir las  órdenes; le pide a su madre un sostén sólo para descubrir que es horrible usarlo y miente  cuando le preguntan sobre el niño que le gusta sólo porque a nadie más le parece atractivo. 

Cuando se trata de abordar a los adultos en el mundo de Margaret, la película maneja con  inteligencia e ingenio sus arcos: ¿podrá Sylvia, su abuela, superar su soledad?, ¿puede  Barbara ser feliz como ama de casa? Ocasionalmente estos personajes marcan la pauta para el sentimentalismo sin caer en lo simplista o condescendiente. Los adultos funcionan para capturar adecuadamente todo el miedo y anhelo que viene con ese salto desde la infancia. 

Un aspecto en el que Freimon Craig se sintió cómoda explorando, fue el desarrollo del personaje de la madre de Margaret, Barbara Simon, a quien se le retrata como una mujer obligada a tomar sus propias decisiones sobre los valores familiares. Sus escenas  individuales son las más llamativas porque en ellas radica una transición similar a la de su hija: la del autodescubrimiento. Si bien Craig dijo en repetidas ocasiones que elegir a Abby Ryder Fortson era una obviedad, se necesitó la ayuda de Rachel McAdams para dar  vida a Barbara. Su interpretación cálida se siente en sintonía con el estado de ánimo general  de esta película. 

No fue coincidencia expandir los deseos y preocupaciones de Barbara: mientras filmaba Mi vida a los diecisiete, Freimon Craig tuvo que ver crecer a su hijo  de dos años a través de una pantalla. Luego de rodar su ópera prima, se dedicó durante un tiempo a ser madre de tiempo completo. El sentimiento de culpa por no alimentar su otra  pasión (la realización cinematográfica) la invadió, y algo de esa sensación está presente en la interpretación de Rachel McAdams.  

Llama la atención observar a Barbara tomar rápidamente un lienzo y un pincel para retratar un ave que se paró inesperadamente frente a su casa. Pronto, su inspiración se interrumpe cuando los problemas relacionados a ser mamá tocan el timbre. Incluso, su conflicto sobre si buscar a personas de su pasado o no (que  sugiere el problema inherente cuando se habla de religión), resulta más interesante que ver cómo Margaret convive con sus amigas juzgonas.  

'¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret': de autodescubrimiento e inseguridades
¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret

Las torpezas en ¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret, aunque leves, están en su tratamiento a veces superficial de la religión como  actor para formar la identidad. Uno espera que haya una explicación más tangible de las  propias relaciones de Barbara y Herb con la religión, o que se profundice en la importancia  que ésta tiene en la vida de Margaret. Como tal, una escena de confrontación culminante entre ambos lados de la familia se siente como un paso en falso.  

A pesar de esto, Fremon Craig establece ingeniosamente un paralelismo entre las  restricciones de la religión y feminidad, el punto que une ambos temas es la mente limitada y prejuiciosa de las personas que se aferran a cumplir papeles establecidos: para ser ‘una  gran mujer’ debes forzosamente ocuparte de tener un cuerpo desarrollado en la  adolescencia; para ser una ‘buena persona’ debes de creer en Dios y, por consiguiente,  decidirte por una religión en particular.  

¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret posiciona a su protagonista como ente individual, y sirve como un espejo atemporal de la persona que solíamos ser. Cuestiona también la importancia que muchas veces se le otorga a la religión y a los estándares sociales. Finalmente, su narrativa simple pero emotiva funciona como un mensaje sobre encontrar nuestro lugar en el mundo. 

¿Estás ahí Dios? Soy yo, Margaret se estrena en cines de México el 7 de septiembre. 

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