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Háblame: un debut espeluznante sobre la pérdida | Crítica

Crítica de la película Háblame

Háblame (Talk to me), la introducción de los hermanos Philippou al mundo del cine, se une a los debuts espeluznantes como La bruja (Robert Eggers, 2015) y El despertar del diablo (Sam Raimi, 1981).

El primer largometraje de Danny y Michael Philippou se propone a espantar, y lo logra. Sus sustos son inesperados, efectivos, a veces violentos, y están ligados con revelaciones en la historia. Esos sustos son el legado de los videos de YouTube que hacían los directores de jóvenes en los que enfrentaban a franquicias como Halo contra Call of Duty. La oportunidad de ver su evolución de realizar videos virales a una película de gama internacional, además de ser uno de los puntos más fuertes de marketing de la cinta, termina siendo una de las virtudes más grandes de la película. Afortunadamente, los sustos son una parte de una historia sobre la pérdida y los horrores que vienen por obsesionarse con el pasado. 

Al estar abrumada por el aniversario de la muerte de su madre, Mia (Sophie Wilde) convence a su mejor amiga, Jade (Alexandra Jensen), de ir a una fiesta donde demostrarán el efecto que tiene una mano tiesa con cientos de frases escritas, un objeto “maldito” que permite interactuar con espíritus a quien la agarra y dice “háblame”. La mano es como una droga que aumenta los sentidos de quienes la usan, y para Mia una salida a su tormento emocional; pero no es hasta que esa conexión con el más allá afecta a alguien cercano a ella que se aviva su obsesión con la mano, poniendo en peligro a quienes más ama.

Las secuencias donde los personajes usan la mano son las que más se benefician de la dirección de los hermanos, quienes crean encuentros que se vuelven cada vez más bizarros e íntimos gracias al creativo uso de la cámara, efectos visuales bien posicionados, dobles de riesgo comprometidos, sonidos viscerales y maquillaje grotesco. Las actuaciones del elenco se distinguen por la credibilidad de sus expresiones más desconcertantes, creando una combinación de elementos que en momentos inquieta y que en otros perturba. La edición de Geoff Lamb (The Clearing, Riot) es otra característica que le da potencia a Háblame; los cortes rápidos y precisos de las secuencias donde Mia y su grupo de amigos usan la mano aumentan la sorpresa y el horror de los encuentros. Asimismo, la fotografía de Aaron McLisky (Poker Face) logra crear una atmósfera sombría cuyo impacto permanece hasta la última escena.

Lo que diferencia a Háblame de otras historias en las que un personaje obtiene lo que desea a costa de su efectos en su psicología, es la ejecución de las interacciones que Mia tiene con la mano, al igual que su desenlace esperado, y aun así lleno de tensión. La película incluye elementos psicológicos que recuerdan a los momentos más icónicos de Pesadilla en la Calle Elm (Wes Craven, 1984); he ahí el mérito que tiene el guion de Danny Philippou y Bill Hinzman: saben cuándo y dónde permitirle a Mia entender la naturaleza de la mano y los efectos que tiene en su psicología, sin ser derivativos, enlazando los eventos del filme con su tema.

Crítica de la película Háblame
Háblame, 2023

Mientras Mia cruza su prueba de fuego, Sophie interpreta con creces el papel de una chica consumida por la nostalgia y la duda. Además de sus espeluznantes sonrisas y expresiones de terror, los momentos en los que Mia muestra su ansiedad y culpa por lo que pasa a su alrededor es cuando la historia se siente más auténtica, y cuando Sophie brilla más. Al igual que ella también sobresalen Alexandra Jensen por sus miradas heridas, Joe Bird (Riley, hermano de Jade) con sus movimientos físicos que revelan su inseguridad adolescente y Miranda Otto (Sue, la madre de Jade), quien deja una gran impresión con su enojo y su preocupación reprimida. Tampoco hay que olvidar a Marcus Johnson (Max, el padre de Mia), de quien la protagonista se distanció por sentir que le oculta la verdad de la muerte de su madre. Él tiene una escena clave donde su vulnerabilidad permite que un personaje que siempre permaneció en la periferia sea el pilar emocional de la película.

Pero, a pesar de que la atmósfera y los sustos logran sumergir a la audiencia en la historia, hay componentes que por más diminutos que sean llegan a desbalancear el entramado. El ritmo se detiene a ratos para desarrollar las relaciones entre los involucrados y, aunque es beneficioso para la historia, los personajes fuera del círculo central no son tan completos como Mia, Riley o Jade. Además, elementos del relato terminan siendo piezas de un rompecabezas que no se puede terminar debido a la futura precuela que complementará lo que sabemos de la mano; aunque no es necesario explicar el origen de los monstruos u objetos embrujados para temerles, como Alien-el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) o Está detrás de ti (David Robert Mitchell, 2015) lo demuestran, tener ese conocimiento podría expandir la temática para resultar en una historia con un sabor más satisfactorio.

Estos detalles no quitan méritos para que Háblame siga siendo intensa y divertida. Una película de terror con un concepto bien ejecutado en la que los hermanos Philippou construyeron un sentimiento de impotencia ineludible. Una historia cuyo final es implacable contra quienes no dejan ir el pasado. 

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