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Madres Paralelas: un relato íntimo sobre maternidad y memoria histórica

Madres Paralelas | Crítica

No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la historia humana se niega a callarse la boca

-Eduardo Galeano

Hablar sobre la filmografía de Pedro Almodóvar significa atender una visión en la que convergen escenarios multicolor, personajes complejos —en su mayoría femeninos— y narrativas que velan por construirse más allá de lo común. Ahora, después de Dolor y gloria (2019), el director manchego plasma una historia mucho más universal en Madres Paralelas (2021), película a la que le concede símbolos que van desde la sororidad e inclusión, hasta la búsqueda de la verdad, incluida la más dolorosa. Así, con un nuevo aire en su estilo cinematográfico, el realizador pone en pantalla un relato íntimo sobre maternidad y memoria histórica.

Una fotografía es el pretexto ideal para darle vida a esta cinta que, como parte de su sello, se vive como una novela clásica que juega entre la puesta en escena y las páginas de un libro. A lo largo de la trama, las imágenes, mostradas hasta en los rincones más pequeños de las habitaciones, evocan muerte y vida, pero también, pasado, presente y futuro; de esta forma, detrás de la lente, se nos presenta a Janis (Penélope Cruz), una fotógrafa editorial que se relaciona con un antropólogo forense (Israel Elejalde), a quien busca para intervenir una fosa de su pueblo y exhumar los cuerpos de algunos desaparecidos y víctimas de los falangistas, entre ellos, el de su abuelo.

Pronto, una elipsis nos lleva a una habitación de hospital que se compagina con la estética de los escenarios que ya hemos visto. En medio de contracciones y dolores de parto, Janis conoce a Ana (Milena Smit), una adolescente, víctima de abuso, cuyo panorama familiar incentiva su gran temor por la maternidad. Al cabo de unos minutos, sus realidades y contextos, claramente diferentes, las unen en su espera por traer al mundo una nueva vida. A estas escenas, se suman grandes figuras como Aitana Sánchez-Gijón y la icónica Rossy de Palma.

Pedro Almodóvar entrelaza líneas atemporales y toma la oportunidad para hablar sobre bondad, hermandad, lazos familiares, pérdidas y feminismo, movimiento al que nombra minuciosamente sobre una blusa que porta Penélope Cruz, quien, ante una calidez actoral, sostiene la trama de Madres Paralelas con un personaje cuyo carácter, sumamente seguro y aguerrido, flaquea solo en un par de ocasiones para demostrarnos lo complicada y dolorosa que puede ser la vida.

Madres paralelas Netflix febrero 2022

La maravillosa construcción de personajes funciona como un soporte más para entonar algunos momentos clave de la película. Ante el trágico porvenir, Janis representa resiliencia, Ana libertad y emancipación, Teresa (Aitana Sánchez-Gijón), su madre, derrama teatralidad y encarna a una mujer “antinatural”, muy al estilo de Olivia Colman en The Last Daughter (2021); mientras que Elena (Rossy de Palma), interpreta a una mujer fuerte y empoderada.

Así, el universo de Almodóvar desarrolla una carta de amor a la feminidad y a la maternidad, al mismo tiempo que expone las implicaciones físicas y emocionales, las preocupaciones, las andanzas y los infiernos, a los que recurre para hablar, como colación, sobre los desaparecidos y muertos del franquismo. Fiel a su estilo contestatario, Almodóvar lanza diálogos contundentes en contra del expresidente Mariano Rajoy, de la nula o poca importancia que le dan las instituciones a la memoria histórica; y del olvido, un mal colectivo que le sirve para confrontar a las nuevas generaciones sobre su posicionamiento ante la historia.

“Ya es hora de que te enteres en qué país vives”, suelta Janis y, con esta frase, derrumba un mundo entero y pone fin a una historia idealizada. De este modo, Madres Paralelas resulta una reflexión que nos invita a entender lo necesario e importante que es conocer la verdad, por más debilitante y cruda que esta pueda ser. A pesar de que la pérdida y las conexiones son una constante y Almodóvar asegura un espacio en el guion para atender tanto la temática de la maternidad, como el de la memoria histórica, su conexión se entrelaza solo en la última parte de la película, lo que debilita su conclusión.

La puesta en escena de Madres Paralelas se complementa con la virtuosidad sonora de Alberto Iglesias, cuyos acentos agregan tensión, desolación y esperanza. El impecable diseño de producción de Antxón Gómez y la inspiradora dirección de arte de Alejandra Loiseau, así como la fotografía maestra de José Luis Alcaine, quien nos regala primeros planos y planos detalle memorables, le imprimen a la película una intimidad única y entrañable.

Pedro Almodóvar construye una obra que, si bien, podría no considerarse uno de sus mejores filmes, sí apuesta por una resignificación y una muestra absoluta de la forma en la que solo él sabe cómo contar sus historias. Alejado de los antagonistas y la pesadumbre, el cineasta se desenvuelve entre la empatía de sus personajes y se aleja de los arrebatos emocionales. La calma es su razón de ser y, entonces, cuando parece que ya lo hemos visto todo, remata Madres Paralelas con una postal cruda que nos recuerda que, quizás, cualquier problema, por más tormentoso que sea, no se compara con la angustia y la incertidumbre de aquellos a los que decidieron callar.

Tras su estreno en el Festival de Venecia, Madres Paralelas ya se encuentra disponible en Netflix y compite en dos categorías de la 94° edición de los Premios Oscar: Mejor Actriz (Penélope Cruz) y Mejor Banda Sonora (Alberto Iglesias). Mientras todo esto ocurre, Almodóvar, el gran realizador manchego, ya trabaja en la preproducción de A Manual for Cleaning Women, una adaptación de “Manual para mujeres de la limpieza”, de Lucía Berlín, y su primer filme en inglés que, aseguran, será protagonizada por Cate Blanchet.

Tráiler de Madres paralelas 

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Karla León Ver todo

Escribo sobre cine, música e industrias creativas. Me gusta conocer, contar y crear historias.

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Instagram: @luu_lese

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