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El compromiso de las sombras: un homenaje al duelo, la pérdida y la muerte | Entrevista

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Por: Karla León (@klls_luu)

Los mexicanos convivimos todo el tiempo con la muerte. Pocas culturas podrían comprender los vínculos y la manera en la que nos rodeamos de su esencia bajo múltiples contextos y escenarios. A la muerte se le celebra, se le sufre, se le venera, se le crean ritos y se le plasma en el arte; sin embargo, si miramos el trabajo de múltiples autores en torno a la pérdida de un ser querido, nunca podríamos reconocer un encuentro tan cercano, emotivo y personal, como lo es El compromiso de las sombras (2021), el primer largometraje documental de la realizadora Sandra Luz López Barroso.

El canto de la naturaleza nos acompaña. Evidentemente, el calor es imperceptible, pero aun así se siente en la piel con el piar de las aves y el grillar que se extiende entre los pastizales. Los árboles se imponen entre la maleza y, entre claroscuros, nos dan la bienvenida al pueblo de San Nicolás, una localidad en la región de la Costa Chica de Guerrero, en la que habita una comunidad afrodescendiente que convive entre historias y tradiciones. Pronto, se nos sitúa dentro de un hogar que vive una pérdida y hemos de acompañarlos en su duelo junto a Lizbeth, una mujer transexual que nos guía dentro de un novenario lleno de oraciones, canciones y música. 

Este es el retrato de El compromiso de las sombras, documental que abraza la despedida, la muerte y la figura de la mujer como exponente de la cultura y las tradiciones. “La realización de esta película tiene que ver con una pérdida importante en mi vida. Mi padre murió en marzo de 2016. Yo conocí a Lizbeth en el 2007 y fue así como me adentré en la Costa Chica de Guerrero, pero, realmente, mi acercamiento tiene que ver con la no despedida que tuve”, narra Sandra Luz en entrevista con ZoomF7.

Una semana después, la joven cineasta recibió un premio en DocuLab que le permitió “pitchar” un nuevo proyecto en Nueva York. En un primer momento, la documentalista se acercó a Maricarmen Merino, productora, amiga y compañera de generación del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), con quien comenzó a levantar el largometraje. “Durante el networking de Tribeca (y un taller en DocMontevideo) empecé a escribir lo que quería hacer con esta historia. Llega el 2017, y en una residencia de escritura documental, me doy cuenta de que quiero contar lo importante que es saber despedirnos de las personas que amamos cuando mueren”, señala. 

Con el apoyo de la Beca Ambulante para documentales sobre poblaciones y culturas afromexicanas, la realizadora le propuso el proyecto a Lizbeth, quien la introdujo con los familiares de algunos difuntos, entre ellos, los parientes de Don Gonzalo. “Me acerqué con Doña Adolfa, su esposa, para explicarle por qué estaba haciendo esta película, les contaba sobre la pérdida de mi padre y la importancia de poder retratar estos rituales que para mí son especiales y únicos”, cuenta Sandra Luz, quien detalla el proceso tan exhaustivo que resultó la filmación de El compromiso de las sombras. 

El ritual dura nueve días. Nos mantuvimos ahí todo el tiempo, convivimos con Doña Adolfa, comimos con ella y platicamos de Don Gonzalo. De alguna manera, fue conocerlo a través de su familia. En el cine documental pasan cosas muy lindas, que también tiene que ver con el cine que hago, y es esta forma tan íntima de abordar las historias”, reflexiona la realizadora. 

Los primeros momentos de El compromiso de la sombras son tan espontáneos como inverosímiles. Entre flores, veladoras, telas, piezas religiosas, cantos, oraciones y lágrimas que van y vienen, se nos permite experimentar el dolor por la muerte del hombre que se postra ante nosotros, y a quien contemplamos con cautela y respeto. A través de encuadres que nos convierten en un familiar, amigo o vecino más, aguardamos expectantes a las indicaciones de Lizbeth, quien nos lleva —a nosotros y a él— hasta la última morada. 

En las grandes urbes de México, los rituales en torno a la muerte se han convertido en actos impersonales, fríos y aislados. Ante la crisis del sector funerario, ocasionado por las miles de muertes que ocurren en el país, el distanciamiento ha sido cada vez más notorio y necesario. Hace cinco años, Sandra Luz notó esta misma indiferencia. “Yo nací en la ciudad de Oaxaca y estudié la universidad en la Ciudad de México. Cuando mi padre murió, se sintió un ambiente lejano y poco sensible. En la funeraria había muchos cuartos y muchos difuntos, una cosa muy fría. Yo pensaba: ‘esto no es un funeral’. Cuando pude vivir este novenario, un levante sombra como le llaman en la Costa Chica, fue sumamente conmovedor para mí y me dio mucho consuelo. Sentí que yo necesitaba eso para despedirme”, dice la cineasta, al mismo tiempo que explica la importancia de contar estas historias. 

“San Nicolás es un pueblo muy pequeño y Liz es la encargada de todo. Es la funeraria, la ambulancia, el ministerio público, la cura —ríe —. Tiene que cumplir con un montón de roles que también rompen con los estereotipos o nuestros imaginarios sobre los espacios que deben ocupar las personas. Desde el principio, nunca me interesó hablar sobre su identidad y de cómo consiguió ser Lizbeth, sino, más bien, de cómo toda la comunidad la quiere y la respeta profundamente. Lo que hace me parece un servicio de profundo amor por su pueblo”, indica. 

Cine de, para y por mujeres

Durante la preproducción, Sandra Luz decidió sumar al proyecto a un pequeño crew conformado, en su mayoría, por mujeres, entre ellas, Karla Bukantz, Maricarmen Merino, Lucrecia Gutiérrez Maupomé, Bruna Haddad e Isis Puente, con quien compartió la filmación de El compromiso de las sombras. “El rodaje lo realizamos Isis y yo, y nos ayudaron muchas personas entrañables de la comunidad en la producción. Fue pesado”, describe la cineasta, quien se enfrentó a un rodaje lleno de altibajos emocionales al que, pronto, logró sobreponerse. 

“Yo me sentí muy drenada emocional y mentalmente. Ser directora y fotógrafa fue un gran reto, estoy muy contenta con el trabajo, pero no sé si volvería a hacerlo – ríe –. La decisión de que estuviera en ambos roles se tomó durante el desarrollo. El duelo que estaba viviendo me estaba atravesando a mí y era importante que se reflejara, a través de mi mirada; fue un momento complejo, principalmente, a nivel ético. Cuando Don Gonzalo murió, fuimos con Lizbeth, hablamos con la señora Adolfa, nos permitió grabar y cuando estábamos ahí y puse la cámara, me dije: ‘¿por qué, cómo llegué aquí?’. Se trataba de una persona que no conocía, en un lugar en el que había un dolor insondable. Mi proceso se trató de no violentar la intimidad y de respetarla profundamente, a pesar de que estaba invadiendo un momento muy personal.

Recuerdo que, cuando salimos del cuarto, tuve que tomar mucha agua, estaba muy descolocada. Isis fue una gran aliada, no solo como sonidista y colorista, sino, también, como contención emocional y creo que eso es bien importante en un equipo de trabajo. Ella fue la que me recordó en todo momento lo importante que era contar esta historia y así pude salir adelante. Me permitió abrazar el proyecto y me contuvo todos los días, desde las grabaciones, hasta el momento en el que nos sentábamos a ver el material, a escucharlo y a pensar a nivel cinematográfico. Esto me ayudó a la realización tan compleja de esta cinta”, relata Sandra Luz. 

El compromiso de las sombras no solo es el resultado de la visión cinematográfica de la realizadora. Adicionalmente, y conforme avanzamos en cada una de las etapas del novenario, las mujeres se convierten en las protagonistas de la trama y, junto con Lizbeth, se muestran como líderes y grandes exponentes de sus tradiciones y de su cultura. “Lo de las mujeres es hermoso”, señala la joven cineasta, mientras charlamos fervientemente sobre el papel tan importante que tiene la figura femenina dentro de esta narrativa. 

“Lizbeth creció bajo la enseñanza de cuatro maestras, actualmente sólo viven Elida y Eufrosina. Liz comenzó a realizar estos ritos desde hace más de diez años, y estas cuatro mujeres le autorizaron y le dieron la batuta; por lo que me cuentan, nadie más quiso aprender sobre esto en el pueblo, solo Liz estaba ahí. Ancestralmente, es un ritual que se enseña y realiza por mujeres, por eso es bien interesante el papel de Liz y lo que significa en la comunidad. Aquí, todas las mujeres están siempre al frente, los hombres, regularmente, están hasta atrás en los funerales y en las caminatas, son los que cargan, los que mueven, entierran, los que ponen la arena y todo eso, pero, al final, las mujeres siempre son las que se quedan, ellos acompañan en la penumbra y en la periferia”, puntualiza. 

Más allá de El compromiso de las sombras

Sandra Luz abre su alma y apuesta por un cine sumamente personal, que destaca por el sentido humano, la visibilización y la sensibilidad por lo cotidiano. Si atendemos su trayectoria como cineasta, podremos notar que ninguna de estas cualidades ha sido fortuita. Cuando era adolescente, aguardaba impaciente la llegada de la gira Ambulante a Oaxaca; años más tarde y con estudios previos en antropología, tomó la decisión de estudiar cine en el CCC, lugar en el que encontró a grandes referentes de la industria, quienes la guiaron para forjar sus propios procesos creativos, entre ellos, Luciana Kaplan, Tatiana Huezo, Everardo González, Lucía Gajá y Lucrecia Gutiérrez, con quien tuvo la fortuna de editar El compromiso de las sombras

“De unos años para acá, el cine documental ha crecido con muchísima fuerza. Se han creado espacios y esfuerzos muy valiosos como Ambulante o DocsMx y un montón de festivales que han surgido, particularmente, para estas producciones. Aún así, me llama la atención la forma tan diferente en la que hombres y mujeres nos aproximamos a la realidad. Ahora, estoy editando la película que filmó un amigo en la Costa Chica, su protagonista es masculino, sin embargo, cuando retrata a las mujeres, a mí me parece sumamente violento e invasivo. En mi caso, reviso mi trabajo y mis aproximaciones son desde lo femenino, me interesa acercarme a ellas, retratarlas, que haya más miradas femeninas en el cine documental y que seamos cada vez más visibles. Por eso, la decisión de formar un crew de mujeres, para visibilizar y generar lazos de trabajo en la industria”, expone. 

No es la primera vez que la Costa Chica funge como cuna creativa para Sandra Luz. En 2014, mientras cursaba su cuarto año en el CCC, retomó una investigación que inició doce años atrás durante sus estudios en antropología. Artemio (2017) no solo fue el resultado de su tesis universitaria, sino la puerta de entrada a El Compromiso de las sombras. Ahora, con una trayectoria tan prometedora y virtuosa como ella misma, la cineasta se enfrenta a nuevos retos cinematográficos en los que buscará capturar todo aquello que, posiblemente, pueda desaparecer. 

“En el 2004, conocí a Catalina Noyola Bruno, la bisabuela de Artemio. Yo hice un trabajo de investigación antropológica con ella y digamos que compartió conmigo los dos últimos años de su vida. En ese momento era antropóloga y me encantaba la investigación sobre el son de artesa. Doña Cata era bailarina y cantora de este son – que ya no existe en San Nicolás –, ella no sabía leer ni escribir, así que me narró toda su vida, desde su infancia. Tenía muchos deseos de ser escuchada y yo tenía muchas ganas de escuchar, así que, como antropóloga e intuitivamente, tomé una cámara de video para recopilar sus memorias, no con la intención de hacer una película, pero pensé que si no grababa eso, ella iba a morir y nadie más lo escucharía. 

Doña Cata muere en el 2007 y es ahí donde conozco a Lizbeth y, más tarde a Coco Zárate (la mamá de Artemio). Yo creo que Doña Cata me regaló historias que nunca imaginé, ella es la raíz de todo esto, por eso, mi conexión con el cine documental tiene que ver más con las personas, que con los temas; no es que yo los busque, sino que las conexiones que tengo son tan significativas en mi vida que me atraviesan y me generan la necesidad de contar estas historias, en este universo tan particular. Tengo horas de grabación sobre la vida de Doña Cata, no solo se trata de la memoria de una persona, es la de un pueblo, la de una región y es una gran responsabilidad. Creo que el cine tiene que ver con eso, con poder capturar y preservar la memoria de un pueblo y de la humanidad, incluso, es nuestra memoria colectiva. Eso es un poco del porqué hago el cine que dirijo”, detalla. 

“Esta película fue, emocionalmente, muy demandante”, nos dice la cineasta, quien ya visualiza a la Costa Chica de Guerrero, como un nuevo escenario al que pronto volverá, específicamente, para contar la historia de Doña Catalina. Abierta a otros proyectos apegados a la ficción, el falso documental y al tratamiento de material de archivo para películas, Sandra Luz ya se encuentra trabajando en dos nuevos proyectos que, asegura, son totalmente diferentes a lo que ya ha hecho. 

El compromiso de las sombras forma parte de la sección Ahora México del FICUNAM y podrá verse gratuitamente el 23 de marzo a partir de las 14:00 horas en Cinépolis Klic. 

Consulta aquí más información sobre la proyección. 

Sigue a Sandra Luz López Barroso en Twitter y conoce más sobre sus proyectos en su sitio web. 

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Karla León Ver todo

Escribo sobre cine, música e industrias creativas. Me gusta conocer, contar y crear historias.

Twitter: @klls_luu

Instagram: @luu_lese

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