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‘The Crown’ temporada 4: un encuentro solemne entre miradas femeninas

the crown temporada 4

Plasmar lo histórico desde la perspectiva humana fue una de las primeras consideraciones que Peter Morgan puso sobre la mesa para escribir The Crown (2016). Ahora, con la llegada de la cuarta temporada, esto se ha convertido en una realidad. La aclamada y controversial serie de Netflix nos sitúa en la década de los 80, periodo de grandes cambios políticos, sociales y culturales, al que se suman dos mujeres clave en la historia británica: Margaret Thatcher (Gillian Anderson) y Diana Spencer (Emma Corrin).

A lo largo de diez capítulos, que se construyen de manera individual, vemos a una Isabel II (Olivia Colman) mucho más madura, enfocada en el matrimonio del príncipe Carlos (Josh O’Connor) y en constante tensión ante la toma de decisiones de la “dama de hierro”, quien, de tanto en tanto, flaquea para mostrarnos a una primera ministra que propone la modernización pero mantiene su vida privada dentro de un perfil conservador y sumamente tradicionalista.

El valor agregado de la serie se sitúa en matizar una narrativa íntima y reflexiva, que se desarrolla bajo una mirada femenina. Thatcher y Lady Di conjugan una dupla que revela poco a poco el verdadero rostro de la familia real: miembros banales, con pocos o nulos temas de conversación, poco afectivos, preocupados por las formalidades, la línea de sucesión. Una de las escenas clave que nos demuestra la superficialidad de los personajes es el momento en el que la primera ministra encabeza un desfile militar para celebrar la liberación de las Islas Malvinas. La reina Isabel II, lejos de preocuparse por la crisis económica y social que desató esta guerra en Inglaterra, encoge sus pensamientos y se molesta al no ser ella quien dirige dicha celebración. De esta forma, los hechos históricos, aunque importantes y bien documentados, pasan a un segundo plano.

Mostrar a miembros poco preocupados por la nación y más enfocados en sus vidas extramaritales, títulos y la caza no es un problema, al contrario, nos permite completar esa línea que vimos en temporadas anteriores y que no fue explotada por completo. Ahora, se rescata con la llegada de dos mujeres con vidas comunes y completamente normales, cuya esencia destapa otro perfil de la corona británica. El tema de la otredad refresca la trama y demuestra la vulnerabilidad de la familia, de ahí, que las primeras críticas surgieran en el palacio de Buckingham.

Llena de múltiples simbolismos, la dirección actoral le da cuerpo a todo el trabajo estético. La evolución de los personajes es notable, sobre todo cuando se trata de la princesa Diana, quien se transforma, paulatinamente, de una joven inocente y enamorada a una miembro de la realeza que es amada por todo el mundo, pero que sufre en silencio. La actuación de Emma Corrin es majestuosa, en ciertos momentos, la mimetización de movimientos o gestos nos brindan un aire de nostalgia, incluso, ante el uso de contraluces, su silueta genera escalofríos por la atención al detalle.

Como una constante, The Crown sorprende por su gran diseño de producción, principalmente, por la adecuación y evolución estética de los personajes. El diseño de vestuario, a cargo de la multipremiada Amy Roberts, es entrañable, sobre todo cuando vemos en pantalla el delicado vestido de boda de la princesa de Gales, los trajes sobrios de la primera ministra o la ropa de gala de los eventos formales y los desfiles militares.

Así mismo, la fotografía, apegada a los tonos cálidos y fríos, enfatizan el discurso: “ellos y nosotros”, de tal forma, que todas aquellas situaciones que se viven en la cotidianidad y lejos de las puertas de los palacios y residencias se enfrascan en un ambiente azulino que bien podría compararse con la desolación o la simplicidad de los soberanos, mientras que, tras las rejas de las construcciones de mármol, se pinta un hogar cálido y comprensible, en donde tras 30 años de gobierno, se sabe que algún día todo todo pasará.

El trabajo de los guiones, que priorizan las elipsis de tiempo para adentrarnos debidamente a hechos importantes, son bien manejados; funcionan de manera individual y en conjunto. Su estructura sigue siendo la misma, es decir, parte de una situación ajena a la realeza, que poco a poco se atenúa, pasa por la narrativa principal y posteriormente cierra con el contexto inicial.

Esta temporada, así como las anteriores, resulta adictiva. Peter Morgan, junto a Netflix, encontraron la fórmula perfecta para mantener activa la ficción y, sin duda, es una de las mejores producciones históricas que existen hoy en día.  “Cruel” ha sido uno de los muchos adjetivos que han utilizado las personas cercanas a la corona para describir la serie; tal vez sí lo sea, sobre todo porque logra permear en aquello que, por años, ha tratado de lucir autoritariamente impecable.

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Crítica, Series

Karla León Ver todo

Escribo sobre cine, música e industrias creativas. Me gusta conocer, contar y crear historias.

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Instagram: @luu_lese

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