Antonia Bonifant: el alma de la crítica cinematográfica

En marzo de 1921, bajo la firma de Cube Bonifant, una joven de 17 años comenzó a escribir para la revista semanal El Universal Ilustrado. Entre metáforas, una estructura poética y frases icónicas que pasarían a la posteridad, lo que pudo ser un encuentro efímero entre curiosidad literaria, marcó el principio de una larga colaboración que impulsó una carrera de poco más de tres décadas y tres mil artículos.
Así, en plena época posrevolucionaria, Luz Alba, pseudónimo alterno de Cube, se convirtió en la periodista más prolífica de principios del siglo XX. Su estilo, lleno de curiosidad, sencillez, ingenio y un toque de sarcasmo, definió a quien hoy es considerada la primera crítica de cine y cronista del periodismo mexicano. Con el tiempo, su legado se transformó en una serie de obras en las que imprimió su rebelde feminidad moderna y su crítica constante al nacionalismo y la cotidianidad.
Originaria de El Rosario, Sinaloa, y procedente de una familia dedicada al medio artístico, Antonia comenzó su trayectoria escribiendo poesía para la revista literaria Castillos y Leones, no obstante, se encaminó hacia la prosa al conocer al fundador de El Universal Ilustrado, Carlos Noriega Hope, quien le brindó una plataforma para cultivar una imagen polifacética, contradictoria y didáctica.
En poco tiempo, las crónicas sociales de Cube la identificaron como una chica flapper moderna, transgresora de las normas culturales y con una personalidad única, irónica, e incluso, cruel; lo que contrastó significativamente con las demás escritoras de la época, cuyo estilo, parcialmente exclusivista, se apegó a las estructuras de la literatura clásica.
Durante su primer año, Bonifant escribió sobre fútbol, corridas de toros, moda, cine y de ella misma. Con el tiempo, su columna fue el escenario perfecto para construir su propio personaje, incluso, en 1921, probó suerte al protagonizar la película La gran noticia (1923), dirigida por Noriega Hope, experiencia que fue totalmente decepcionante tanto para ella, como para algunos miembros del gremio, entre ellos, Hipólito Seixas y Marco Aurelio Galindo.
En 1923, Carlos Noriega escribió “Indiscreciones de un pésimo director”, en donde plasmó las numerosas complicaciones de este filme, a su vez, Bonifant relató que la actuación, definitivamente, no era para ella y que no valía la pena desvelarse para fingir algunos diálogos estudiados. Sin embargo, años más tarde, y como favor a Noriega Hope, Cube participó en algunas escenas de Santa (1932), dirigida por Antonio Moreno. Así, a finales de los años veinte, volcó sus textos, exclusivamente, a la crítica cinematográfica, registrando los avances titubeantes del cine nacional.
El cine visto a través de una mujer
Luz Alba fue el pseudónimo que vio nacer la columna “El cine visto a través de una mujer”, espacio que pronto advirtió sobre el talento y éxito de nuevos directores, por ejemplo, Fernando Fuentes por su cinta debut El anónimo (1933); y el estreno de cintas como La mujer del puerto (1934), El Compadre Mendoza (1934) y Río Escondido (1948), en donde desmenuzó tanto la participación de su director, Emilio Fernández, como la de su protagonista María Félix.
Con el paso de los años, Antonia reformó su responsabilidad crítica al hablar de cine y se convirtió en una vocera constructiva, pero nunca apartó su jocosidad o su tono informal tan característico. En cambio, su nueva faceta en la crónica cinematográfica la distanció de los estereotipos que la enmarcaban como mujer periodista y su público nunca más volvió a ser, únicamente, femenino.
La columna “Entre las sombras que hablan”, respecto al fenómeno del cine sonoro, la catapultaron en la vida cultural del país y la hicieron parte de los primeros tomos de la Historia Documental del Cine Mexicano de Emilio García Riera, en donde se le reconoció como una pluma ágil y certera que entendía las limitaciones, folclorismos y vicios del reciente cine nacional. De esta forma, compartió páginas editoriales con José Juan Tablada, José Vasconcelos, Federico Gamboa y Martín Luis Guzmán.
Antonia Bonifant se esfumó del periodismo en poco tiempo. A finales de los años cuarenta, poco se supo de la enigmática y rigurosa escritora que encontró su lugar en un campo dominado por la perspectiva masculina de la época. Sus textos y esencia disruptiva fueron olvidados durante un largo periodo, en comparación con algunas escritoras como Nellie Campobello o Antonieta Rivas Mercado.
Desde entonces y, a partir de su muerte en 1993, su legado no ha cobrado el reconocimiento que merece y muy pocos evocan los recuerdos de la sinaloense. Sin duda, Cube Bonifant marcó un legado no solo feminista, sino que dotó e impregnó la crítica cinematográfica, a la que se dedicó fervientemente, de las bases por las cuales subsiste, hasta nuestros días, como un encuentro íntimo y perspicaz entre la pantalla y el espectador.
Aquí una de sus críticas:
LA MUJER DEL PUERTO.
Es la primera película nacional que verdaderamente merece el calificativo de excelente, o por lo menos puede aplicársele a una parte de ella… La labor de Boytler (o será la del co-director, Raphael Sevilla) es nula, en la parte agregada del cuento… Pero en cuanto comienza la narración del puerto Boytler es otro. Tres, cuatro escenas bastan para darse cuenta de que se trata de un director, y no de un ensayista… Sus dotes de director están por encima de toda duda… Su reproducción del ambiente que pinta Maupassant está llena de vigor. Puede decirse que toda esa parte constituye los primeros síntomas de vida que da el cine nacional….
Por primera vez no se recita en un film mexicano y el diálogo se habla de corrido. Y por primera vez, también, surge una verdadera actriz, Andrea Palma. Tiene figura y talento para el cine. No se comprende por qué se empeña en imitar a Marlene Dietrich. Andrea Palma no necesita hacerlo…
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Karla León Ver todo
Escribo sobre cine, música e industrias creativas. Me gusta conocer, contar y crear historias.
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