Walerian Borowczyk: siete cortos para conocer al cineasta polaco

Walerian Borowczyk, un director polémico y atrevido que influyó en artistas como Jan Švankmajer, inició su carrera en el séptimo arte como diseñador de carteles. Pronto buscó ponerse detrás de la cámara a partir de cortometrajes, en los cuales el polaco encontró la oportunidad de experimentar con distintas técnicas; de esta forma lograría contar pequeñas historias para ganar experiencia y ahondar en una de sus principales inquietudes: el erotismo.
Siete cortos de Walerian Borowczyk
Les Astronautes (1959)
Con este cortometraje, que contó con una breve participación del legendario Chris Marker, Walerian Borowczyk halló en lo erótico un vehículo para descifrar al ser humano. Desde aquí ya se mostraba una técnica que compartiría con Švankmajer: el stop motion. La animación se conjuga con la construcción sonora, así como el uso del color.
Renacimiento (1963)
Marcado por atrocidades de la Segunda Guerra mundial, ‘Boro’ experimenta con el montaje y sonido para construir nuevos significados. En Renacimiento, el montaje sirve para descomponer una historia de atrás hacia adelante sin personajes, en una sola locación y con el simple uso de objetos, sin estructuras clásicas.
Los juegos de los ángeles (1965)
El uso de sonido plasma los horrores al interior de un campo de concentración. La premisa es sencilla: un viaje en tren, sin embargo, el destino es un campo de concentración. Walerian Borowczyk se sirve de su experiencia en la pintura para esbozar terribles paisajes; recrea con el sonido el tajo de las guillotinas que terminan con la vida de sus huéspedes.
Cuentos inmorales (1974)
La experiencia acumulada llevó a Boro al largometraje (disponible en Amazon Prime Video), aunque sin abandonar su interés por la narrativa breve. El resultado de esto fue Cuentos inmorales, título que reúne cuatro relatos distintos con un único denominador común: el placer carnal.
La marea es la obra que inaugura la selección. En él, el cineasta plantea una relación de poder representada por medio de herramientas como el vestuario. Al igual que otras de sus obras, la clave yace en el montaje, en cómo acentúa por medio de close up y cómo construye sutilmente la atención con el incesante sonido de las olas que impactan en la costa.
En Teresa filósofa, Walerian Borowczyk juega con el color para elaborar un señalamiento al catolicismo. Al igual que en Renacimiento prescinde casi en su totalidad del diálogo y se limita a la interacción entre su protagonista y los objetos; conforme revela su habitación se afianza su deseo e inquietud sexual.
El cortometraje más extraño, radical y experimental de la antología es La bestia. Basado en una leyenda francesa, el autor escogió al críptido como antagonista y fuente de placer. Ahora no es el deseo de él o de ella, es el deseo de la bestia.
En Erzsebet Bathory luce el diseño de producción, con decorados inclinados al rojo que remiten a la sangre con la que la aristócrata se bañaba para preservar su juventud. Aunque lo más escandaloso de todo el cortometraje es el beso final, no por el acto en sí, sino porque conlleva traición, representado la caída de la asesina.
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